Esa noche, en la guarida de los Jashinistas, Anko servía cervezas a sus compañeros pensando que sería una reunión tranquila, pero entonces el grupo comenzó a armar un gran alboroto.
Con algo de dificultad, la mujer se movió entre los criminales para ver que en medio de la habitación, estaba sentado un pequeño niño. El cual estaba siendo atendido por los fanáticos.
Confundida por la presencia de aquella criatura, Anko decidió llamar a su jefe.
-¡Ren, ven aquí!-
Ante ese fuerte grito, el mayor se apresuró para quedar a unos centímetros de su mejor amiga.
-Explicame esto, ¿por qué rayos hay un mocoso en nuestro bar?- preguntó la amante de los dangos, viendo cómo el joven bebía un refresco de naranja.
-Bueno, es una larga historia- sonrió nervioso jashinista.
-Haz un resumen- ordenó la mujer de cabello morado mientras desprendía un aura asesina.
-Pu-Pues, ¿recuerdas que hace unos años visité un lindo orfanato?, bueno, ahí conocí a ese pequeño, le di un helado y él me contó sobre sus sueños y fue bastante tierno- explicó con torpeza el jashinista.
-Continúa-
-El caso es, que tal vez le di la dirección de nuestra guarida y le prometí que lo ayudaría-
Eso colmó la paciencia de la chica, que de un jalón agacho a Ren quedando sus caras a la misma altura.
-¿¡ACASO ERES UN IMBÉCIL!?, ¿¡TIENES ALGUNA IDEA EN EL LÍO EN QUE TE ACABAS DE METER!?-
El creyente parpadeo varias veces sin entender aquellos gritos.
-Yo no hice nada malo, él decidió escaparse-
-¡PORQUE VINO A BUSCARTE, MALDITO IDIOTA!, ¡DIOS, CON ESTO PODRÍAN ACUSARTE DE SECUESTRO!- Anko estaba a nada de darle un fuerte golpe donde más duele.
Eso dejó en shock al mayor. Jamás consideró eso, solo quería darle una pequeña esperanza a ese niño.
-¡Está bien, sin pánico!, ¡lo regresaré y explicaré las cosas!- se soltó de su amiga para ir directo con el pequeño.
Ren se colocó enfrente del menor llamando su atención.
-Hidan, ven conmigo- le extendió la mano y este extrañado la sujetó.
Con calma ambos salieron de ese enorme lugar, para poder charlar sin interrupciones.
-¿Qué es lo que pasa Ren?- preguntó el joven queriendo volver ya que aquellos locos le habían prometido pizza.
El mayor hizo una mueca para después rascarse la nuca nervioso.
-Escucha Hidan, se que yo fui el que te invito aquí, pero la verdad no creí que vendrías tan pronto, imaginé que nos volveríamos a encontrar cuando fueras un poco mayor, de ese modo podría ayudarte- sonrió el jashinista sintiendo pena por el chico.
Hidan frunció levemente el ceño, ahora tenía un mal presentimiento.
-¿Qué-Qué quieres decir?-
-Tienes que regresar al orfanato- al momento de terminar aquella oración el chico se le lanzó para abrazarlo.
-No, por favor, haré lo que sea, te lo pido, no me abandones- Hidan se aferraba al creyente como si su vida dependiera de ello.
Sorprendido por la repentina muestra de afecto, Ren agacho la cabeza para toparse con aquellos enormes y bellos ojos, que ya estaban manchados de lágrimas.
Fue en ese instante que el corazón de ese despiadado demonio dio un gran giro.
Poco a poco, el mayor dejó caer su mano en la platinada cabellera de Hidan, para así darle unas suaves caricias.
-Sabes pequeño, pensé que en estos cincos años cambiarías, pero sigues siendo ese dulce angelito lleno de sueños y esperanza- algo en ese niño lo hacia sentirse débil.
El menor se limpió la cara, avergonzado de sus emociones.
-¿Puedo quedarme contigo?-
Ren le dedicó una enorme sonrisa, para después rodearlo con sus brazos.
"Anko tenía razón, estoy en un gran problema"
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Unos días más tarde, Ren reunió a todos los jashinistas para darles un importante anuncio.
-¿¡QUIERES ADOPTAR A UN NIÑO!?- gritaron al mismo tiempo los criminales.
-¡Si!, ¡así que ocupo que investiguen los requisitos para la adopción!- ordenó el demonio.
Los creyentes comenzaron a murmurar entre ellos sin entender la repentina y extraña petición por parte de aquel lunático hombre.
-Mi señor, ¿acaso se trata del pequeño que llegó hace un par de noches al bar?- preguntó uno de los presentes.
-Correcto, su nombre es Hidan, ¿verdad que es un encanto?- sonrió el más alto, descolocando a cada uno de esos despiadados hombres.
Iban a reclamarle pero entonces Ren le lanzó una mirada tan fría, que no les quedó de otra más que derrotarse y sucumbir ante los deseos del demonio.
Anko que llevaba rato en silencio sonrió divertida por tao espectáculo, habían pasado años desde la última vez que Ren se interesaba de esa forma por otro ser humano.
“Esto será interesante” pensó la chica devorando el último dango que sostenía con su mano derecha.
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Tras cinco meses de papeleo, cambio de domicilio y un nuevo empleo, Ren había aprobado la solicitud para adoptar legalmente a Hidan.
Mientras el chico alistaba su maleta, el jashinista estaba en la oficina del orfanato firmando los últimos documentos.
-Muy bien, esto seria todo- sonrió el director, guardando las copias en unos sobres.
El creyente que portaba un elegante traje, se puso de pie, para así acomodar su estorbos corbata.
-¿Puedo ir por mi hijo?-
-Por supuesto-
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En la salida del edificio Hidan sostenía sus escasas pertenencias, ansioso por ver al hombre que había decidido ser su tutor.
-Mi dulce angelito- se escuchó la voz del mayor.
El pequeño se giró y vio como su padre se acercaba hasta quedar al lado.
-¿Nos vamos?- le sonrió Ren al menor.
Hidan se sonrojo un poco y algo dudoso tomó la mano del más alto.
-Creí que a los adolescentes no les gustaban estas muestras de afecto- se burló el jashinista.
-Ca-Cállate, solo será por esta vez-
Ren soltó una carcajada avergonzado al pobre niño.
"Tomé una buena decisión" pensó el religioso apretando la mano de su hijo.
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