Tras la muerte de las dos personas que más amaba en el mundo, Ren comenzó a volverse un ser cruel y despiadado.
Solo se dedicaba a buscar peleas que pusieran en riesgo su integridad, hasta estar al borde de la muerte. Que si no fuera por su mejor amiga, que todavía lo hacía mantener un poco la cordura, hace tiempo que aquel hombre hubiera estado dos metros bajo tierra.
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En una sucia casa, el demonio que se encargaba de dirigir el culto Jashin, se encontraba sentado en el sofá, con varias botellas de licor regadas a su alrededor.
Anko, que llevaba rato observando a su amigo de la infancia, decidió ponerle un alto.
-Ren ya estoy harta de todo esto, no puedes seguir así, solo mirate, empiezas a dar pena-
Y es que desde aquel trágico suceso, el mayor había descuidado su imagen, se notaba en su larga cabellera, la barba que cubría gran parte de su cara, y además aquellos ojos oscuros se perdían por culpa de las profundas ojeras.
-Déjame en paz- murmuró el Ren, estirando su brazo para poder alcanzar una lata de cerveza, que al acercarla a su boca, ésta se derramó un poco, manchando parte del atuendo que portaba.
Esa imagen, hizo explotar de coraje a la amante de los dangos.
-¡Eres patético!, ¡solo mírate!, ¡no haces más que lamentarte!, ¿¡donde quedo tu maldita dignidad, fanático de mierda!?- gritó Anko, pero fue callada al instante gracias a que una botella salió volando en su dirección, estrechándose contra la pared.
El ambiente se volvió tenso y poco a poco, aquel asesino se puso de pie para dedicarle una mirada llena de odio.
-¡SI TANTO TE MOLESTA MI PRESENCIA ENTONCES VETE, MALDITA PERRA!, ¡NO NECESITO LOS SERMONES DE UNA PERSONA QUE JAMÁS HA SUFRIDO EN TODA SU PUTA VIDA!-
La mujer de vestimenta ruda, pasó saliva nerviosa para después soltar un gran suspiro, con calma tomó sus cosas para caminar hacia la salida, pero cuando llegó a la puerta se giró para dedicarle unas últimas palabras a ese pobre hombre.
-Si esto es lo que quieres, juro que jamás volveré a molestarte, quedate solo Ren, quédate aquí encerrado imaginando la vida que siempre deseaste, escapa a tu dulce fantasía, pero entiende esto, hasta que no aceptes el verdadero duelo de la pérdida, no serás capaz de avanzar, ellas jamás volverán, pero tu sigues aquí, sigues vivo y eso es exactamente lo que debes de hacer, vivir, es lo que tu bella esposa siempre quiso para ti, solo deseaba que fueras feliz- y asi, la unica persona que en serio la había apoyado en esos años se marchó.
Ren se volvió a sentar en el mueble, se llevó ambas manos a la cabeza, en un vago intento por detener todos aquellos pensamientos autodestructivos que le decían que tal vez ya era tiempo de acabar de abandonar este mundo.
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Esa fría de otoño, unos insistentes toquidos hicieron que el creyente se levantara del suelo y fuera a abrir la puerta principal de su hogar.
En el marco de la puerta estaba uno de sus seguidores, tenía la respiración agitada, como si hubiera corrido varios kilómetros en busca de aquel demonio.
-Lamento si lo interrumpo mi señor, pero tengo información que tal vez le interese- habló el subordinado de Ren, sacando de su abrigo un pequeño sobre.
El mayor levantó una ceja intrigado, para luego tomar el mensaje.
-¿Qué clase de información?-
-Es sobre su madre, quiere verlo lo más pronto posible-