Y como Hidan lo había prometido, una vez a la semana visitaba a su tutor sin falta a la misma hora.
Esa tarde de domingo, los religiosos decidieron solo pasar un rato en casa viendo películas.
Ren preparó palomitas, sirvió pizza con queso extra y puso en la televisión un programa de terror.
Ambos ya estaban en el sillón muy entretenidos, y en algún punto mientras se divertían, el hombre de cabello oscuro sacó uno de sus cigarrillos.
De inmediato Hidan giró la cabeza, al percibir aquel olor tan particular.
-¿Me darías uno?- habló el menor dándole un buen susto a su padre, tanto así, que el pobre comenzó a toser con desesperación.
-¡POR SUPUESTO QUE NO!- gritó Ren tratando de recuperarse del mini infarto que le provocó su bello angelito.
-¿Entonces puedo tomar alcohol?- preguntó Hidan mientras levantaba una ceja.
-¡MENOS!, ¿¡SABES LO PELIGROSO QUE ESA SUSTANCIA PUEDE SER CON TU CEREBRO EN PLENO DESARROLLO!?- el jashinista sentía que el corazón se le salía del cuerpo, no podía creer las cosas que su pequeño e inocente angelito le pedía.
El platinado rodó sus ojos demostrando que estaba molesto. Aunque debía aceptar que Ren hacía un buen trabajo investigando.
-Eres un padre muy aburrido y también anticuado- sentenció el menor cruzando los brazos.
-Corrección, soy un padre responsable que se preocupa por la salud de su perfecto hijo- sonrió Ren atrayendo a Hidan para darle un abrazo.
El chico de ojos violetas infló los cachetes avergonzado, pero no se apartó de su tutor, solo le permitía ser así de cariñoso cuando estaban solos.
El mayor soltó unas carcajadas divertido porque una vez más había apenado aquel joven tan rebelde.
-Te prometo que cuando seas mayor de edad yo te enseñaré a beber- al oír eso los ojos del joven se iluminaron.
-¿En serio?-
-Si, será un gran momento de padre e hijo- dijo el mayor para después depositar un pequeño beso en la frente del pequeño jashinista.
-Bien, mas te vale que no me decepciones, maldito idiota- tras decir eso, Hidan se acurruco, dejandose mimar.
Ren le dedicó una pequeña sonrisa, sintiéndose la persona más afortunada del mundo.
"Mi niño, por favor nunca cambies"
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Unas semanas más tarde, con el trabajo terminado y las entregas en camino, el jashinista decidió escabullirse de su taller para ir a visitar de sorpresa a su angelito.
En el camino compro botes de helado para que el momento fuera perfecto.
Al estar frente a la puerta tocó tres veces esperando ver a ese chico rebelde de enormes ojos violetas, pero en cambio fue recibido por un adolescente de cabello rubio y facciones finas.
El menor retrocedió un poco ya que la mirada que le daba el creyente no era del todo linda.
Ren parecía estar en trance, no entendía porque un niño estaría metido en el departamento de su hijo.
-¿Buscas a Hidan?, hm- habló el menor que portaba un short negro junto con una camisa blanca que le quedaba bastante grande.
"¡Esas prendas son de mi bebé" pensó el jashinista con horror.