Capítulo VIII

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Entonces vi como una bola de fuego atravesaba la pared e iba dirección Henry.

Mi reflejo fué extender las alas para protegerle. Me miró asustado.

- Poneros detrás de mi.- dije bruscamente.

Empezaron a aparecer más y más del exterior. Yo con las alas las paraba todas, para así poder proteger a mi familia.

Me hacían mucho daño. Sentía como mis alas se quemaban poco a poco. Las quemaduras cada vez eran más graves e intensas.

Entonces pararon de disparar aquellas bolas de fuego.
Me tiré al suelo retorciéndose de dolor. Tenia tal dolor y retorcimiento, que Regina me durmió para que no lo notara.

Me desperté en el hospital, rodeada de todos.

Me costaba abrir los ojos porque aún no se había ido el efecto de la anestesia.
Y de fondo escuché:

- ¿Se pondrá bien?- reconocí la voz, era mi madre.

- Me temo que tenemos que hacer una operación urgente que le cambiará la vida.

Paso aproximadamente una hora cuando al fin se fue el efecto de la anestesia.

Pero en aquel momento habría deseado no haber despertado. Me toqué la espalda tenía un dolor horrible.

¡ME HABÍAN QUITADO LAS ALAS!

Lo que no se conto - Once Upone A TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora