-¿Trajiste bloqueador?-
Miro hacia la pantalla de mi Lambo donde un numero el cual a este punto ya sé de memoria se muestra en la pequeña pantalla.
En el asiento de copiloto llevo una maleta mediana con algunas de mis cosas; haciendo memoria sobre el bloqueador regresando a cuando empaque todo pero no recuerdo haberlo puesto. Trato de recordar paso a paso mí mañana fijando mi vista al exterior.
-Juliana, estamos como a 12 grados, no necesitaré bloqueador- le digo aunque estoy segura de su respuesta, ya que nunca puede quedarse callada o perder un argumento.
-Podrías solamente haberme dicho que no. Te mandé ya la ubicación del hotel, nos vemos en unos minutos- tras decir eso cuelga y veo la notificación en mi celular.
Tomo mi celular e ignoro las 5 notificaciones de mensajes nuevos que tengo en él, sé que cuatro son de Natalia y uno de Alan; a Natalia ni de loca le contestaré, aún seguía demasiado molesta, para mí siempre un engaño era lo peor que podrías hacerle a tu pareja y no pensaba contestarle ni hoy ni nunca. Alan se la pasaba enviándome mensajes y estaba a nada de bloquearlo, en verdad comenzaba a fastidiarme su actitud de niño que me necesita para todo.
Gire en la calle que el GPS me indico y entre al pequeño pueblo de Clinton; inmediatamente las grandes casas y granjas del lugar, sabía dónde vivían los padres de Juliana porque nunca se cambiaron de casa y algunas veces vine a este lado de la ciudad, ya sea para escabullirme por la ventana sin que sus padres se dieran cuenta o para quedarme cuando se iban de viaje de negocios.
Los vi un par de veces, tenían probablemente la edad de mi padre, supongo que ahora ya serían un tanto ancianos, siempre les gusto lo tranquilo y pacifico del lugar, por eso nunca se fueron de aquí. Por eso me sorprendía tanto ver a Juliana en la ciudad y más en París, cuando a ella también recuerdo le gustaba todo esto de estar alejada del bullicio de la ciudad.
-Traje postres-digo frente a la puerta de hotel tras tocar dos veces sin que me abrieran, pero podía apostar que Juliana estaba del otro lado mirando por el lente hacia fuera de la habitación.
Escuché la puerta abrirse segundos después y fui recibida por un cálido pero corto abrazo.
-¿Qué postres?- fue lo primero que ella pregunto y no pude evitar reír al ver sus ojos ansiosos.
Levante la pequeña caja que tenía brownies y literalmente me la arrebato de las manos para sentarse con ellos en el sofá del lugar.
La habitación era bastante amplia, parecía un pequeño departamento aunque lo único malo era la habitación con una cama matrimonial. Entre con mis cosas y dejé la maleta en la cama, quitándome la chamarra deportiva y tomando mi cabello en un moño desordenado me uní a ella en el comedor.
-¿No vas a echarme después de que te los acabes cierto? Parece que solo por eso me invitaste- levanta la vista tras chuparse uno de sus dedos con una parte manchada de su mejilla pero no planeo decirle.
-Perdón, ¿quieres?- inclina la caja donde ya solo hay 3 pedazos de los 5 que originalmente venían, negué con la cabeza y recargue mis codos en la mesa para hacerlo lo mismo con mi mentón en mis manos, mirándola.
-Me dirás ¿Por qué estás tan ansiosa? Quiero decir, son tus padres... no los padres de tu novia- dejó de comer al ver cómo me había dado cuenta de su estado de ánimo y se aclaró la garganta limpiándose la cara con una servilleta, aun dejándose manchada la mejilla.
-No los he visto desde que... bueno, me mude a Nueva york- Me quedo en silencio para que continúe hablando y parece entenderlo.
-Ellos querían que me encargará del bufete familiar, pero después de que te fuiste cambie, y no quería estar más en este lugar. Quería ir a la ciudad y ganar mucho dinero, tener un departamento en la gran manzana y muchos pretendientes... sonaba mejor en mi cabeza en ese entonces. Mis padres enloquecieron y prácticamente me dijeron que me iban a desheredar.-