19

57 3 0
                                    

Era una pequeña granja alejada del centro de la capital, a las afueras. Salió de casa antes, temprano y se puso animada a echar un guante en la granja a sus padres. Era una familia humilde que vivía de lo que producían y los asuntos reales eran demasiado para ellos.

Al terminar de hacer las tareas se fue a los establos donde le gustaba estar practicando su habilidad y entrenándose cada día, tan animada, tan llena de energía y con ganas de algún día, dejar su querido hogar para convertirse en el más grande de los mosqueteros que hubiese existido.

Su padre la llamaba a gritos, pero ella no le oía, estaba tan metida en su entrenamiento diario que no podía escuchar nada de su alrededor. Finalmente, este entró para ver que hacía su hija que no le respondía por más que la llamara.

— D'Artagnan.

Volvió a decir con la intención de que esta vez su hija le hiciese algo de caso.

— Oh, padre.

Se extrañó al verle ahí.

— D'Artagnan te he estado llamando varias veces y no me has respondido ni una sola vez. Necesitaba que me echaras una mano.

— Lo siento papá, no te había escuchado.

Se disculpó con su padre la joven.

— ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?

Preguntó el padre esperando que su hija le diera una respuesta que justificase su ausencia.

— Estaba entrenándome para cuando sea una mosquetero.

Le respondió alegre.

— ¿Otra vez con eso?

Dijo él mientras se frotaba la cara con la mano. — ¿En serio quieres convertirte en un mosquetero?

D'Artagnan asintió de forma entusiasmada.

— ¿Por qué no piensas en algo diferente? Seguro que hay algo que se ajuste más.

Propuso su padre.

— No, quiero ser mosquetero. Es mi único sueño.

— Pero D'Artagnan, tú no puedes ser mosquetero.

— ¿Por qué no?

— Porque eres una mujer.

Respondió él. — Solo somos granjeros, no estamos hechos para pelear. Será mejor que pienses otra cosa o te meterás en problemas.

— Nunca lo sabré si no lo intento.

— D'Artagnan, eres una mujer. Las mujeres no pueden ser mosquetero ¿Qué te parecería si de repente se me da por vestirme de mujer y hacer tareas del hogar?

— Pues no le vería nada malo.

— ¿Cómo?

Se escandalizó. — Escúchame D'Artagnan, las cosas han sido siempre así y no van a cambiar porque tú lo pidas. Se le llama tradición.

— Tradición.

Repitió ella. — Entonces... a lo mejor es por eso que el mundo es dividido en dos. En ricos y pobres, buenos y malos, ganadores y perdedores, hambrientos y alimentados, dictadores y dictados, los que pagan impuestos y los que no, los que tienen donde dormir y los que

no, los que ordenan y...

— D'Artagnan.

Le gritó furioso su padre para que se detuviera.

Todas las injusticias eran causa de que "alguien" no se había atrevido a pensar de una forma diferente y a actuar para cambiarlas, ese era el planteamiento que D'Artagnan estaba tratando de transmitir. Pero en esa época, esa forma de pensar podía ocasionar problemas con las élites.

Fate Resurrection Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora