𝗧𝗘𝗠𝗣𝗢𝗥𝗔𝗗𝗔 1 | 04

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△𝗩𝗶𝗲𝗻𝗮△

—Lo primero de todo, buenos días —comenzó a explicar Andrés posicionándose en el centro— Soy la persona que está al mando. Y antes de nada, quiero...presentarles mis disculpas. Realmente no son formas de terminar la semana... —Berlin continuó hablando mientras que yo pasaba con Denver y Rio cogiendo móviles y el PIN de los Rehenes.

—Móvil —le pedí a un hombre viejo y algo gordo de pelo castaño. Me dio el móvil demasiado nervioso.

—PIN.

—¿Para qué necesitas el pin? –genial, ahí podríamos encontrar a el listo del rebaño. Le miré incrédula con la boca entre-abierta formando una especie de sonrisa.

—O me das el puñetero pin o te lo saco a patadas, tu verás —dije algo divertida. Denver me echó para el lado suavemente.

—PIN —pidió ahora el.

—1234 —nos miramos entre nosotros y soltamos una carcajada pura sin poder retenerla.

—Con toda la cara de listo que tienes y pones esa mierda de PIN. Menudo gilipollas. Tu nombre —dijo el de ojos claros mientras Río y yo seguíamos riendo pero mucho más bajo.

—Arturo.

—¿Arturo que? —estaba perdiendo la paciencia con este tio.

—Arturo Román.

—Arturo Román, muy bien. Arturito —dije y de nuevo de buen humor.

Berlín seguía explicando y ahora me tocaba a mi calmar a los rehenes, suspiré fuerte. Todos temblaban cogidos de las manos y vi a una chica que lo pasaba realmente mal, me acerqué a ella.

—Eh...dame las manos —dije suavemente con una sonrisa amable en el rostro. Le cogí las manos— ¿como te llamas?

—A-Ariadna.

—Ven conmigo, ven. Tranquila, siente mis manos, tranquila —la guié hasta el centro para que todos escucharan— ¿son las manos de un monstruo?

—N-no, No.

—Porque no soy un mounstruo —lo dije tan amable que parecía que ella tranquilizaba la respiración— Se perfectamente como te sientes. La boca seca, sensación de ahogo... Tienes que intentar tranquilizarte. Inspira. Inspira —ella ahogó un sollozo e inspiró— Eso es. Por favor, respiren todos conmigo. Inspiren, suave, suave. Hazte responsable de tu respiración, espira. Eso es. Eso es.

Lo había conseguido, todos respiraban y se iban calmando poco a poco. Mis compañeros me miraban sonrientes, Denver me levantaba los pulgares, cosa que me hizo sonreír victoriosa. El teléfono sonó.

—¿La señorita Mónica Gaztambide, por favor? —Todos se quedaron en silencio.

—La señorita Mónica Gaztambide, ¿sería tan amable de dar un paso al frente? —dijo ahora Berlín.

—Soy yo —dijo tímidamente una mujer rubia de pelo rizado. La cogí de las manos suavemente y la dirigí al teléfono. Les puse las manos sobre la mesa y atrae el teléfono hasta ella.

𝓥𝓲𝓮𝓷𝓪    { La Casa De Papel }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora