Capitulo diez: ●"Todo a su tiempo"●

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Sofía visita el orfanato de Gotham unas dos veces a la semana, observa a los pequeños adaptándose a un hogar más agradable y sencillo

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Sofía visita el orfanato de Gotham unas dos veces a la semana, observa a los pequeños adaptándose a un hogar más agradable y sencillo. Sola, en silencio desde la ventana se permite sonreír al notar como los niños estaban más tranquilos, como sus pieles pálidas comenzaban a tornarse de colores más naranjos y rojizos. Las autoridades del lugar les leen por la noche, les cocinan y los llevan a la escuela y una vez a la semana llevan cartas de los niños para sus padres. Sofía, como todas las veces que visita el lugar, se recuesta en el marco de la ventana, suelta risitas al ver a los niños jugar, jugar como niños pequeños, corriendo de un lado a otro entre risas.

Nunca permite que la vean, es como un angel de la guarda que vigila a sus humanos en la oscuridad, protegiendo sus almas del peligro de afuera.
Siempre que vuelve a su hogar le cuenta a Alfred sobre los niños, el anciano la escucha atentamente, en la cocina, el living, comedor, donde sea, él se detiene para prestarle atención a la pequeña, entendiendo como poco a poco ella se va formando una idea propia sobre lo que significa salvar a personas que lo necesitan.

Bruce también la oye, solo que no deja de hacer lo que hace. Es un hombre ajetreado pero orgulloso. La pequeña cuenta, no su hazaña, si no la sonrisa que los niños volvieron a tener.

— ¿No te gustaría que te lo agradezcan?. Pregunta Bruce.

— Si... pero no creo que sea necesario.

— ¿Porqué?.

— Si de repente apareciera y les dijera que yo los salvé de una red de tráfico humano ellos recordaran lo que les paso, volverán al recuerdo de cuando los golpearon y drogaron, volverán a ese barco y es probable que se ahoguen en él.

Sofía mantenía un hilo por voz, su cabeza baja no le permitía notar la sorpresa en la mirada del justiciero, en silencio observa como ella levanta la cabeza y sonríe. — No quiero que vuelvan a ese sufrimiento. Sus manos en la espalda tiemblan, pensando que había dicho algo extraño, el silencio que Bruce le mostraba la hacia sentir un poco rara. Sin embargo todo terminó cuando el mayor de los Wayne acarició su cabeza, despeinando sus cabellos negros.

Los entrenamientos con Jason se volvieron más fáciles, poco a poco lograba la técnica para hacer más efectivos sus movimientos. El mayor le enseñó algunas llaves y puntos del cuerpo humano donde podría golpear para paralizar los nervios. Con la nueva información de los nuevos poderes sobresalientes de la pequeña el mayor pensó que se llevaría algún hueso roto, pero no.
Sofía no era capaz de moverse, golpear y canalizar energía al mismo tiempo, por ahora, claro está para la mente de su hermano mayor.

A veces tenía destellos de esa súper fuerza, dando patadas con más potencia, donde de pronto él logra esquivar el golpe y nota con diversión como lo que está detrás de él sale volando contra la pared partido en dos. El potencial se estaba incrementando paulatinamente. Durante el paso de las semanas Jason comenzó a usar armas tanto de fuego como de cuerpo, espadas de corto y largo alcance de forma más sofisticadas, no solo para dar un golpe limpio, si no también para defenderse de ellas y con ellas. Pronto no serían necesarias, pero al menos tenía que enseñarle eso. Cuando el quinto mes de entrenamiento había llegado Jason tuve que marcharse de la mansión para hacer una misión en secreto con su grupo personal. Sofía se había quedado sin un maestro fijo por una semana hasta que Bruce logró pactar unos tiempos y días con un hombre que ayudaría más a su hija que cualquier otro.

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