Castigo.

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Al abrir los ojos siento algo extraño entre mis brazos y enredado con mis piernas, al principio lo primero que me viene a la cabeza es que estoy abrazando la sábana, que lo que pasó ayer por la tarde fue sólo un sueño, pero una pequeña respiración en mi manzana de Adán desmiente mis pensamientos, igual que lo hace el pequeño movimiento de una mano contra mi pecho.

La habitación es levemente iluminada por los pocos rayos de sol que logran atravesar las nubes densas, pero en vez de fijarme en mi al rededor, como todas las mañanas, mantengo mis ojos adormilados en ella, que tiene una expresión de completa calma, acaricio su mejilla, sintiendo cómo se acurruca un poco más contra mi pecho y una sensación cálida me completa.

Sus ojos se abren lentamente, con una mirada adormecida unimos nuestras miradas, susurra por lo bajo algo que no logro entender.

—Lo siento, no quería molestarte.— me disculpo, apartando la mano lo más rápido que puedo, ella se acurruca un momento más contra mi pecho entes de separarse por completo y sentarse sobre el colchón, estirándose aún sentada.

—No te preocupes, de todas formas estaba a punto de despertarme, tengo que ir al baño.— se levanta de la cama y camina directamente al baño, dejo escapar una pequeña carcajada ante lo directa que ha sido.

Me quedo mirando al techo durante unos segundos, con una sonrisa aún pintada en mis labios, con los mismos pensamientos de ayer en la mente, no sé en qué momento exacto pasó, pero me he enamorado de Ha-Yun y, por algún motivo que desconozco, no me resulta extraño, malo o incómodo.

La puerta de mi habitación suena con un par de golpes, la sonrisa se borra de mis labios al mismo momento en el que me levanto de la cama, de forma perezosa, para abrir la puerta.

Al instante veo a la sombra de una chica parada frente a mí, con una sonrisa tímida que no me provoca nada, recuerdo a esa chica, estaba en el baño la primera vez que saqué a Ha-Yun del baño de mujeres, también estuvo ayer en primera fila, cuchicheando con sus amigas mientras veía como un desgraciado la maltrataba a golpes, sin decir o hacer absolutamente nada.

—Hola, JungKookie.— mi rostro no cambia en lo absoluto tras escuchar su voz desagradablemente dulce.— Compartimos algunas clases y, me enteré de tu castigo así que... — de su bandolera saca unos cuantos apuntes que me entrega.— Éstas son las dudas que hemos resuelto hoy en clase, pensé que podrías necesitarlas.

Sé de vista quién es esta sombra, pero nada más, ni si quiera era consciente de que compartimos varias clases, alzo una de mis cejas.

—¿Quién eres?— su rostro cambia por completo, una mueca de cabreo mal escondido por una sonrisa falsa, recuerdo cuando le hice una pregunta similar a Ha-Yun, ella incluso se rió.

—Soy Suni.— frunzo mi ceño, ese nombre no me suena de absolutamente nada.— ¿Min Suni?— no, sigo sin tener la más mínima idea de quien es ella. — Mi hermano es Min YoonGi, ¿le conoces?— el nombre me suena...— Está estudiando música.

Oh, el chico de dos apodos, asiento, ella aún mantiene sus apuntes en alto, esperando a que los coja. No me fío de ella, se de sobra que es una sombra que ríe y que, además, ha intentado convertir a Ha-Yun en una sombra que llora.

—Kookie, ¿te importaría ayudarme con fotografía II...?— la voz de Ha-Yun me saca de mis pensamientos, al igual que provoca un cambio en la expresión de la tal Suni.

—¿Qué haces aquí zorra?, ¿devolviéndole el favor de ayer?— mi ceño se frunce con ganas, mis pestañas chocan contra mis cejas.

Cojo el montón de papeles que sujeta en la mano y se los estampo en el pecho, haciendo que dé dos pasos hacia atrás y cambie de expresión, esta vez por una llena de falsa tristeza.

—Atrévete a decir eso una vez más y me dará igual que me expulsen, Min.— no soy consciente de la ira que me consume hasta que escucho el portazo que da la puerta al cerrarse. Miro a Ha-Yun, que me sonríe con agradecimiento.

—Gracias, Kookie.— sonrío en su dirección al mismo tiempo que me acerco a ella para despeinarla un poco.— Oye, ¡para!— a pesar de sus palabras se ríe, igual que lo hago yo, me siento diferente, como si vivir fuese adictivo, peor que el tabaco.

Un mensaje en mi móvil hace que me aleje de ella, a penas tengo batería, un quince por ciento, ayer se me olvidó ponerlo a cargar. Es un mensaje de mi madre, no me fijo en su mensaje, sino en la hora.

—Deberías ir a cambiarte para ir a comer.— su ceño se frunce hacia mí. — Son las dos y cuarto.

Ni si quiera me responde cuando sale disparada hacia su habitación, cierro la puerta, porque ella no lo ha hecho, después, voy directo a la ducha.

(* * * * * *)

Nada más salgo de la ducha, con sólo unos calzoncillos puestos, la puerta de mi habitación se abre. No soy capaz de reaccionar mientras veo la figura de Ha-Yun girándose hacia mí tras cerrar la puerta. Tampoco es como si tuviese algo para taparme, aunque no esté completamente desnudo.

Sus ojos se abren como platos al mismo tiempo que su rostro al completo toma ese tono grisáceo que aparece siempre que se sonroja.

—¡L-lo siento!— se tapa los ojos con sus manos, está estática en la puerta. Camino algo desconfiado hacia el armario.

Puede que haya descubierto que Ha-Yun me gusta, pero que me vea semidesnudo... es otra cosa completamente opuesta. 

Maldigo con todo lo que quiero a mi suerte.

—V-Voy a sentarme mientras te vistes, ¿v-vale?— justo cuando dice eso alarga uno de sus brazos, su otra mano tapando ahora sus dos ojos, pero lo primero que toca es a mí, no a la pared, ni a la mesa ni mucho menos a la silla.

Oh por la Luna, esto es incómodo, acaba de pasar su mano entre mi pecho hasta mi ombligo buscando algo como una silla o una mesa. Su mano se detiene, igual que mi corazón y mi respiración. Esto es demasiado malo he injusto. 

—Hm, Ha-Yun.— ni si quiera sé cómo estoy logrando mantener un tono de voz sereno cuando el corazón lo tengo en la garganta y mi sangre no está yendo en la dirección correcta.—Puedes... apartar... ¿la mano?— ella parece en shock.

Mi cuerpo no quiere reaccionar y dar ese paso hacia atrás que tanto necesito dar ahora mismo. Esto no puede estar pasándome de verdad, mis calzoncillos comienzan a apretar demasiado y, me alegro de que, después del recorrido que ha tomado su mano, se haya detenido en el ombligo y no en la cinturilla de los calzoncillos.

Joder, parezco un adolescente desesperado, a penas me ha roza con su mano, ¿cómo es posible que esté teniendo una erección ahora? 

En Blanco, Negro, y Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora