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Otro día comenzaba para los hermanos. A decir verdad, uno pensaría que la vida con tantas personas en la casa sería complicada... y tienen razón.

-¿Alguien vio mis zapatillas azules?- preguntó Eugene.

-¿Quién rayos dejó una rebanada de pizza sobre mi cuaderno?- interrogó Freddy, ignorando cómo la mirada de Pedro se desviaba.

-¡Chicos, apúrense para desayunar!- gritó Víctor desde abajo.

-¿Y mi libreta?- cuestionó Billy.

A decir verdad, el único listo era Pedro. Ni siquiera a Darla le iba bien. Y eso que por el momento no compartía habitación con nadie.

-¿Ustedes recuerdan dónde dejé mi cuaderno de osos?

Los chicos intercambiaron una mirada rápida, preguntándose mentalmente si sabían de lo que hablaba la niña.

-Todos tienen osos- dijo Freddy.

-El que tiene el oso con un corazón.

Volvieron a cruzar miradas.

-Yo te ayudo a buscarlo, vamos- ofreció el menor de los hermanos, todavía descalzo.

-¡Aquí está mi libreta!

-¿Pizza con piña? Asco. ¡Quien sea que haya sido, a la próxima mínimo que sea una buena pizza!- advirtió el lisiado.

🎙🎙🎙

Después de ese lío matutino ya se encontraban en la escuela, cada uno en su salón esperando a que los profesores se hagan presentes.

Billy estaba sentado en el fondo, viendo todos los nombres descartados en su libreta e ignorando por completo al resto. La profesora entró al salón, haciendo que todos dejaran sus acciones de lado y le prestaran atención. El castaño hizo caso omiso.

-Chicos, ha llegado una alumna nueva- anunció con entusiasmo-. Quizás algunos la hayan visto ayer en su recorrido por la escuela. Adelante, querida.

La chica entró ante el llamado de la profesora, llamando la atención de todos en el salón, menos la del ojiverde. Ella sonrió complacida por las miradas y se posicionó al frente.

-Hola, mi nombre es Madison Batson y seré su compañera. Espero llevarme bien con todos- se presentó.

Batson ahora sí miró al frente, encontrándose con la mirada verde de la otra. La vergüenza invadió su cuerpo, pero decidió ignorarlo y seguir con lo suyo.

Los varones apoyaron el codo en la mesa y la cabeza sobre su mano, embobados por la belleza y alegría que irradiaba la castaña.

-Muy bien, Madison, puedes sentarte al frente de John. John, alza la mano- pidió la profesora.

El nombrado hizo lo dicho mientras sus compañeros lo miraban con envidia. Las chicas observaban atentas a la recién llegada. La verdad es que sus compañeros no valían la pena y ninguno se les hacía atractivo, excepto uno.

-Hey, parece que a Batson no le gusta la nueva- murmuró Verónica a Gabriela.

-Lo sé, está más concentrado en esa libreta- respondió la otra, también en murmullos.

Pero nada de eso era del todo cierto.

🎙🎙🎙

Cuando los timbres sonaban indicando la siguiente clase, se paraba e iba a tal velocidad que la castaña no podía alcanzarlo (solo lo perseguía para recordarle su vergüenza, según él). Pero su suerte se tenía que acabar tarde o temprano, y pasó cuando llegó el almuerzo.

Luchó contra sigo mismo para convencerse de que saltarse el almuerzo estaba bien, pero la imagen del rizado comiendo solo le rompía el corazón. Por lo que ahí se encontraba.

-Entonces la maestra dijo que mi reporte era una basura frente a toda la clase, ¡pero no es mi culpa que sea una amargada a la que no le gusta Superman! Literalmente dijo que eligiéramos el tema que quisiéramos, ¿de qué más lo haría?

-¿Y por qué no hacerlo del héroe de Filadelfia?- preguntó Billy, guiñándole el ojo-. ¿A quién no le va a gustar el héroe local?

-Bueno, está el señor al que le quemaste la reliquia que tenía por teléfono. Además, hace mucho que no haces nada heroico.

Billy lo miró indignado.

-Haré algo heroico justo ahora- dijo. Seguido tomó un puñado de papas y se las lanzó al pelinegro.

-¡Hey!

Y así iniciaron una pequeña pelea de comida entre ellos. Hasta que una tos—de esas falsas para llamar la atención—los interrumpió.

-¿Me puedo sentar?

Voltearon a ver quién estaba lo suficientemente loco para querer sentarse con ellos—porque, sí, Billy era popular, pero la rareza de Freddy ganaba y ellos lo sabían—, encontrándose con la sensación del momento.

Podrá sonar estúpido, pero mantener una charla con el rizado—aunque sea corta—le hacía borrar los pensamientos negativos que pasaban por su mente alrededor del día.

-Claro- aceptó el alto, sin darse cuenta del pequeño disgusto del menor.

La castaña sonrió y se sentó a un lado de Freddy.

-¿Y bien? ¿De qué hablaban?- preguntó sonriente.

Y antes de que el pelinegro pudiera responder, la mesa empezó a llenarse de chicas y chicos, todos dispuestos a coquetear con los ojiverdes.

Ambos géneros se negaban a dejar que los guapos se hablaran. Era como si Freddy tuviera aliados... aliados a los que no les agradaba.

-Quítate, estorbo- dijo uno empujando a Freddy con fuerza, haciendo que cayera al suelo sobre su pierna mala.

Billy rápidamente lo ayudó a pararse, posicionándolo detrás de él y enfrentando al chico.

-Vuelve a hacer eso y te parto la cara- amenazó.

-Está bien, Billy, de todas formas ya me iba- dijo intentado calmar al mayor-. No es como si estuvieran aquí por mí- susurró lo último, señalando la mesa con la cabeza.

Billy se volteó a ver la mesa, observando cómo todas las chicas tenían sus miradas clavadas en él y, por el contrario, todos los chicos miraban a Madison.

El castaño se sonrojó por el exceso de atención recibida. Es decir, sabía que le gustaba a las chicas por ser lindo, y de vez en cuando sentía sus miradas, pero solo solían ser él y el rizado, solo estaba acostumbrado a esa atención.

-Está bien. Te veo a la salida- despidió. Freddy se fue del lugar bajo la atenta mirada del mayor.

Se volvió a sentar junto a Madison, dispuesto a ignorar las miradas y conversaciones ajenas y terminar de comerse su almuerzo.

-Oye, Billy- llamó en susurros la chica-, lo que hiciste fue muy lindo.

Le sonrió por lo dicho. Quizás y se acostumbraba a la atención de alguien más.

Noticiero hogareño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora