Es de madrugada, y Steven duerme profundamente en la cama de la habitación que había designado como mía.
Luego de haber compartido charlas, de haber jugado al Monopoly, y de haberlo escuchado tocar la guitarra, se acomodó, y en cuestión de segundos entró al mundo de los sueños.
Por la forma profunda en la que duerme, tal parece que no descansa bien desde hace tiempo. Quizá sólo sean ideas mías, quizá no, no lo sé. Pero está durmiendo tranquilo, abrazado a la almohada que debería estar debajo de su nuca. Podría sacarle una fotografía, no a modo de burla, sino porque me gusta como se ve. Pero no lo hago por el simple hecho de no querer quedar como una loca.
Y el hecho de ver como duerme, ¿no me deja como tal?
Me levanto de la cama, sin hacer demasiado ruido. Aunque bueno, dudo que escuche algo, hace unos minutos no se inmuto por el trueno. Lo arropo con una cobija blanca con rayas grises, y me dirijo a la cocina. Una vez allí me preparo un té y me siento en el sofá de la sala.
El silencio que hay a mi alrededor es algo único. Sólo la naturaleza emite sus sonidos, y no creí que tal cosa fuera tan necesaria. Cuando hable con mi terapeuta le voy a mencionar esto, él siempre me recomendó un viaje lejos de la ciudad, y yo siempre me reí. Ahora creo que él se va a reír de mi, de la chica que ni por una gran suma de dinero haría un viaje de ese estilo. ¡Ja! Y aquí estoy...
Bebo un sorbo de té, y cuando quiero dejar la taza sobre la pequeña mesa, noto que debajo de la misma hay una caja de cartón, no puedo ver su color en específico debido a que parece que lo perdió con el tiempo.
Sé que no debería, pero la curiosidad me puede, y mucho. Además... Steven no se va a enterar que inspeccione su interior. A menos que haya algo ilegal dentro.
La cojo entre mis manos, la coloco sobre mi regazo y le quito la tapa. Hay muchas fotografías en su interior, notas, cartas y algún que otro objeto.
Las fotografías son de paisajes, algunas del abuelo de Steven, y otras del señor con un niño, quien calculo que es Stev. Sonrío ante el niño regordete que posa feliz junto a un abuelo igual de feliz.
Y creo que entré mi fotografía favorita, es una donde ninguno mira a la camará, pero quien la haya sacado, captó justo una carcajada cómplice entre ambos. No sé de que reían, pero verlos reír es contagioso.
Luego paso a los objetos, todos vienen acompañados con notas, algo desgastadas, pero con una letra clarísima. Hay una rama de árbol pintada de azul, y la nota dice:
"La varita mágica de Steven a sus cuatro años"
¿Acaso este hombre guardó todos los recuerdos de su nieto?
Hay una roca mediana, la nota amarilla dice:
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Como estrella fugaz
RomancePara Gia Beckman, y su atareada agenda, no hay lugar para la diversión. De hecho, rara vez se da un respiro de sus días. Es la mejor en todo lo que se propone, se esfuerza al máximo por serlo, y si tiene un objetivo, no para hasta conseguirlo. Gia n...