Volvemos a casa, a la rutina, al ruido de la ciudad. Volvemos y ninguno de ellos sabe que en mi móvil tengo escrito algo que me desveló.
Lo que parecía ser algo simple, me terminó por entusiasmar por demás. Lo que escribí, fue suficiente para darle vida a los personajes que ahora habitan en mi mente.
No pienso en otra cosa que no sea en ellos, en la historia que planeo contar. Y no recuerdo haberme sentido así antes.
Sí, he tenido ideas, he soñado alguna que otra cosa. Pero nada de eso me hizo sentir el revuelo de emociones que traigo ahora.
La inspiración llegó a mi como la lluvia en tiempos de sequía. Y cuando eso pasa, cuando tu mente no para de imaginar, hay que sacarle el mayor de los provechos.
Sólo que ahora no es el momento, en horario de trabajo no. Hay un manuscrito que debo terminar de corregir. Y, por primera vez, Randall me llamó la atención por mi demora. No sin antes preguntarme si todo estaba en orden en mi vida.
Todo está en orden, sólo estoy muy enamorada y con ganas de escribir.
No quiero ganarme otro llamado de atención, así que dejo de divagar por la historia que vive en mi mente, y me concentro en la que debo corregir.
Cuando el día termina, me dirijo al supermercado más cercano de la editorial. Voy directo al sector de snacks, y llevo hacia la línea de cajas una gran variedad.
Steven dijo que se encargaría de las bebidas, así que a mi me tocaba la comida chatarra. No se aceptaba otra cosa, según él.
Hoy, después de tanto esquivar mis pedidos, vamos a ver La saga Crepúsculo.
Esto de los retos me gustó, me hizo reír más de la cuenta. Y las risas son muy necesarias en la vida, ¿no? creo que le voy a proponer otra tanda.
Llego a su casa, y cuando me sonríe, veo que lleva puesto dientes de vampiro. Los de plástico, los típicos de Halloween. Me río fuerte, y aún más cuando se los saca y el hilo de saliva se hace presente.
—Que momento tan erótico —bromeo, y me deja entrar.
—Te sorprendería lo que puedo hacer con estos dientes puestos, eso es erótico.
—¿Si? ¿Ya lo has intentado con alguien antes? —me cruzo de brazos cuando se encoge de hombros.
—Con algo, no con alguien —frunzo el ceño y sonríe—. Con una naranja.
—¡Steven! —se ríe.
Al entrar a la sala, veo que la gigantografía de Edward Cullen se encuentra en el sofá. Pero eso no es lo más extraño, sino que lo es el jean que está donde deberían estar sus piernas. Oh, y no se olvidó del detalle de los zapatos.
Me río, observo a Steven y se encoge de hombros.
—Hoy pasé a buscarlo —comenta—. Luego Lisa te mostrará las fotos que me sacó en broma.
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Como estrella fugaz
RomancePara Gia Beckman, y su atareada agenda, no hay lugar para la diversión. De hecho, rara vez se da un respiro de sus días. Es la mejor en todo lo que se propone, se esfuerza al máximo por serlo, y si tiene un objetivo, no para hasta conseguirlo. Gia n...