C a p í t u l o 6: La mejor pizza.

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Hace diez minutos que estoy esperando a Steven en el punto donde acordamos encontrarnos

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Hace diez minutos que estoy esperando a Steven en el punto donde acordamos encontrarnos. Mi impaciencia está rozando el límite de la locura, quizá suene exagerado para algunos, pero cuando de encuentros se trata, soy muy puntual y espero a que los demás también lo sean.

Hasta que, a pocos pasos de distancia, veo que Steven se acerca a donde estoy. Al verme sonríe, pero yo no estoy de ánimos para ser simpática.

—¿Buenos días? —pregunta al estar frente a mí.

—Has llegado diez minutos tarde. No, espera —miro mi reloj de mano—. Catorce minutos para ser exacta.

—¿Lo siento?

—Si tu disculpa viene con pregunta, es porque no lo sientes en verdad. Por tu culpa me perdí de las medialunas de Jules.

—¿Qué?

—Las medialunas de Jules. Conoces a Jules, todos lo hacen.

Jules es una mujer repostera, muy conocida en la ciudad. Su franquicia es de la mejor, la número uno aquí. Todo lo que hace es perfecto, pero sus medialunas son exageradamente únicas, en serio. Tanto que para conseguirlas tienes que ir con anticipación, muy a tiempo.

Muchos nos preguntamos cuál es el secreto, pero claro, nunca lo sabremos. Sólo estaremos ahí, firmes para conseguir nuestras medialunas.

Y, teniendo en cuenta la hora que es, perdí mi turno, perdí mis medialunas, y esperar a mañana me resulta poco satisfactorio. Jules no hace medialunas a la tarde. Mi estómago no está contento.

Steven larga una carcajada, y eso me enoja más.

—Así que eres una de las tantas personas adictas a esas medialunas —dice, y se sienta a mi lado en el banco del parque.

—¿Acaso tú no?

—Mmm, son ricas, sí. Pero no tanto para la locura que se genera. Además, si tanto las querías, hubieras ido antes de venir aquí.

—Supongo. Pero me confíe en tu palabra. Pero ya sé que no debo confiar en quien no entiende la locura por las medialunas de Jules.

Se ríe una vez más, sólo que esta vez su risa no me molesta, sino que me lleva a sonreír.

—¿Haces algo ahora? —me pregunta, y pese a no esperarla, dudo en la respuesta. Así que antes de responder, saco mi agenda del bolso negro y voy a la fecha de hoy. Y no, hoy no debo hacer nada, más que hablar en la tarde por videollamada con un autor, para luego seguir con mi trabajo.

Cuando guardo la agenda, noto que Steven me estudia con sus ojos color miel. Observa todos y cada uno de mis movimientos con una total atención que me hace desear saber lo que hay en su mente.

—No, ahora no, ¿por qué?

—Porque quiero recompensar mi tardanza, y que por ello te hayas perdido las supuestas mejores medialunas —me aclaro la garganta, sonríe, y rueda los ojos—. Las mejores medialunas.

Como estrella fugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora