C a p í t u l o 25: La prueba.

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Mañana en la tarde Steven tiene la prueba en la escuela de cocina

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Mañana en la tarde Steven tiene la prueba en la escuela de cocina. Está nervioso, demasiado, nunca lo vi así. Y bueno, no es para menos.

Me invitó junto con Lisa y Carl a su casa, quiere que probemos los platos que piensa que podrían ser buenos para presentar.

Corre de un lado al otro en la cocina, está atento a todos lo detalles, a todos los condimentos, y temperaturas. Cada tanto se detiene en sus pensamientos, en sus ocurrencias para presentar algo único, nuevo, e innovador.

Con los chicos observamos cada uno de sus movimientos, probamos lo que nos entrega y le damos nuestra devolución. Nos pide que seamos sinceros, pero en serio, críticos de verdad. Y cada vez que degustamos algo, y satisfacemos sus oídos, nos vuelve a recordar que seamos críticos. Pero hay mucha sinceridad en lo que le decimos, cocina muy delicioso.

—Bueno, está bien, seré crítica —dice Lisa, y Steven le agradece—. Creo que la salsa está muy picante.

Steven nos mira a Carl y a mí, en busca de una opinión.

—Nunca fuiste del picante —le digo—. Para mí creo que está bien, pero es cierto que para alguien que no es fan de lo fuerte, puede ser algo feo.

—Sí, pienso igual. El picante me encanta, pero yo le pondría un poco menos, por si acaso.

—Bien, gracias chicos. ¿Algo más? —Steven tiene un anotador, y tal imagen me hace sonreír.

Carl le facilita otro consejo, algo que a su parecer podría cambiar, y Steven lo toma como válido. Y cuando sus ojos caen en mí, me encojo de hombros.

—No tengo nada para decir, en serio, todo me resulta delicioso —digo.

—Gia... —dice él.

—Pero de verdad, Stev. Sabes que de haber algo te lo diría, pero lo cierto es que no.

—¿Nada de nada? —insite y niego con la cabeza—. ¿Ni el postre?

—Siendo una gran admiradora de lo dulce, no, el postre estuvo riquísimo.

Me sonríe, y le devuelvo la sonrisa.

Cenamos lo que resta de sus pruebas, y cuando Lisa y Carl se van, se despereza y sus huesos crujen.

—Mmm, no me gusta ese sonido —digo—. Necesitas descansar.

Suspira.

—No sé si podré dormir.

—Estaré aquí contigo, si lo que hay es insomnio.

Sonríe.

—¿Y dejar que vayas a la editorial sin dormir? No, claro que no.

—Pedí permiso.

—¿Qué?

—Que mañana no voy a la editorial, pedí permiso. Nunca pedí uno, ¿sabes? Randall casi que se emociona.

Como estrella fugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora