Tessa se imaginaba dentro de un vestido despampanante. Blanco con flores de colores. Primaveral y alegre. Tal como en el parque hermoso en el que estaba. Pero sólo tenía unos vaqueros y una camisa negra. Se decepcionó un poco.
El pasto brillaba, las flores resplandecían, los árboles estaban llenos de energía. La fuente del medio largaba agua sin cesar. Tanta, que con la luz del sol si se observaba bien creaba un pequeño arcoíris. Todo era bellísimo, pensaba Tessa.
Aunque se hallaba en un funeral, y el parque era un cementerio. Eso no le quitaba el encanto, y se sentía alegre de que fuera así. Odiaba los lugares lúgubres. Deprimía más a las personas. No era necesario sentir el ambiente tétrico y además visitar a un fallecido. Claro que todos llorarían. Claro que todos se desanimarían.
Las personas se acercaban al cajón y depositaban flores de crisantemo. La mayoría seguía llorando. Llorando de tristeza. Tessa no lo entendía. ¿Por qué tanto desconsuelo? Lo que las personas deberían hacer en los funerales era una fiesta. Rememorar aquellos recuerdos vividos con el que se había ido, compartirlos, y festejarlos. Reír de la alegría.
Todavía se imaginaba en aquel vestido, con una copa de champagne en la mano (ah, el champagne, le encantaba), y las mejillas coloradas, contando anécdotas a los demás sobre ella y su hermana Gwen. Contaría cómo había sido aquella primera vez en la que la había ayudado a escapar a Gwen de casa. Contaría cómo había sido esa vez que casi quemaron la casa. Contaría cómo habían hecho estragos en la graduación de secundaria.
Tantas historias graciosas por contar, y tantas lágrimas de tristeza sin sentido…
Abatida por los demás, se acercó a su novio, vestido con un traje negro y camisa blanca. Le faltaba una corbata verde con rayas en dorado, y estaba igual que en la graduación de Gwen. Tessa habría lagrimeado si hubiera podido. En aquella fiesta tuvo su primer beso con Logan, y allí estaba él, el mejor amigo de Gwen, con ojos vidriosos mirando el cajón.
—Logan, lo siento mucho por ti —dijo la tía de Tessa—. Ustedes tan jóvenes… eran tan jóvenes para pasar por esto. —El agua inundó sus ojos. Se refregó la cara con las manos enguantadas de negro—. Discúlpame, se suponía que iba a consolarte —sonrió.
—Descuida Jules, todos los que estamos aquí nos sentimos igual —dijo él, abrazándola.
Cuando su tía se hubo apartado, a hablar con otros familiares, en un momento impulsivo Tessa se lanzó a abrazar a su novio. Quería sentir su calidez una última vez. Quería sentirlo de nuevo.
—Te amo tanto Logan, estoy aquí para ti. Siempre —susurró a su oído.
Logan finalmente largó una lágrima.
Tessa se apartó y fue con su padre y su madre. Ambos miraban el cajón como si fuera lo único que existiera en la vida. Como si fuera algún tipo de belleza natural que ella no entendiera. Si iban a mirar algo así, a Tessa le habría gustado que hubiese sido el arcoíris de la fuente o el pimpollo de una flor. Un cajón no tenía mucho de especial para admirar…
Las personas se acercaban y les daban sus condolencias. Ellos las aceptaban, pero no les dirigían ninguna mirada en particular, parecían vacíos y sin vida. Tessa no los culpaba, era normal. Pero también quería que recordaran los buenos momentos. Que no tenía que acabar amargamente. Que como en toda antítesis, también existía la parte dulce.
—La muerte es indiferente a la vida, cielo —dijo su madre, hablándole a su padre, una vez estuvieron bastante solos.
—¿Por qué dices eso? —inquirió entonces él.
—Me acabo de dar cuenta —lo miró con esos ojos impenetrables, con los que miraba a Tessa cuando hablaba de algún tema serio—. Me sentía afortunada por no entenderla... Y ahora que sé lo que la frase quiere decir, me siento tan… miserable —la voz se le quebraba—. A la muerte no le importa de dónde vienes, qué clase de persona eres, ni qué tanto viviste; simplemente le quita la vida a cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar.
El padre de Tessa no respondió, simplemente tomó la mano de su esposa y la besó, allí donde estaba el anillo de bodas. Luego la tomó del hombro y la apretujó contra sí, mientras seguían recibiendo los pésames.
Tessa le dio a cada uno un beso en la frente. Despidiéndose.
—Un padre no debería ver muerto a su hijo —sonrió—. Cuando se den la vuelta y sientan que están solos, voy a estar allí. Cuando duerman por las noches y las pesadillas los atormenten, voy a estar allí. Cuando la oscuridad los tome por sorpresa, voy a ser la luz que los guíe…
El cajón de Tessa ya había sido enterrado, faltaba el de Gwen, el cual estaban comenzando a hacerlo. Gwen miraba fijamente su cajón, hasta que desvió la vista a su hermana.
—Tessa, ya es momento. ¿Cuánto tiempo más quieres seguir aquí? —preguntó, algo angustiada, viendo a las demás personas llorar.
—Un segundo —dijo Tessa a Gwen. Luego, devolvió la mirada a sus padres—. Lo voy a hacer tal y como ustedes lo hicieron conmigo, tal y como todos los seres queridos hacen. Esto no es un adiós, nos volveremos a ver. Los quiero —finalizó, y le acarició a ambos el cabello.
La madre de las difuntas se tocó el flequillo, sintió una especie de chispa allí. Miró hacia todos lados, pensando que algo había caído. Pero no había nada. Tal vez el viento había sido, pensó.
Tessa colocó sus manos por detrás y fue con Gwen.
—Me alegra que nos enterraran —dijo Gwen apenas llegó, viendo su cajón sumergirse en la tierra.
—¿Y eso por qué? —inquirió Tessa.
—Siento que después de que la naturaleza nos haya dado la vida, por lo menos debemos retribuirle con algo. Muertos pasamos a formar parte de ella cuando nos descomponemos. Cremados no le servimos de nada.
—Entonces a mí también me alegra —Tessa le sonrió a su hermana.
—No tenemos nada que hacer aquí, ¿nos vamos?
—Vamos. Los funerales son para los vivos, no para los muertos.
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Flores de Crisantemo
Short StoryTessa es una chica que piensa que los funerales son para los vivos y no para los muertos. Que todo el mundo debería recordar y reír los lindos momentos que tuvo junto a la persona que se fue. Que se debería hacer una fiesta, con champagne también. ¿...