𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓘𝓘𝓘

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Por más que la señora Hong, con la ayuda de sus hijos, preguntase sobre el tema, no conseguía sacarle a su marido ninguna descripción satisfactoria del señor Jeonghan. Le atacaron de varias maneras: con preguntas clarísimas, suposiciones ingeniosas, y con indirectas; pero por muy hábiles que fueran, él las eludía todas. Y al final se vieron obligados a aceptar la información de segunda mano de su vecina lady Wen. Su impresión era muy favorable, sir Minho había quedado encantado con él. Era joven, guapísimo, extremadamente agradable y para colmo pensaba asistir al próximo baile con un grupo de amigos. No podía haber nada mejor. El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse; y así se despertaron vivas esperanzas para conseguir el corazón del señor Jeonghan. —Si pudiera ver a uno de mis hijos viviendo felizmente en Netherfield, y a los otros igual de bien casados, ya no desearía más en la vida —le dijo la señora Hong a su marido.

Pocos días después, el señor Jeonghan le devolvió la visita al señor Hong y pasó con él diez minutos en su biblioteca. Él había abrigado la esperanza de que se le permitiese ver a los muchachos cuya belleza había oído hablar mucho; pero no vio más que al padre. Los jóvenes fueron un poco más afortunados, porque tuvieron la ventaja de poder comprobar desde una ventana alta que el señor Jeonghan llevaba un abrigo azul y montaba un caballo negro.

Poco después le enviaron una invitación para que fuese a cenar. Y cuando la señora Hong tenía ya planeados los manjares que harían crédito de su buen hacer de ama de casa, recibieron una respuesta que echaba todo a perder. El señor Jeonghan se veía obligado a ir a la ciudad al día siguiente, y en consecuencia no podía aceptar el honor de su invitación. La señora Hong se quedó bastante desconcertada. No podía imaginar qué asuntos le reclamaban en la ciudad tan poco tiempo después de su llegada a Hertfordshire; y empezó a temer que iba a andar siempre revoloteando de un lado a otro sin establecerse definitivamente y como es debido en Netherfield. Lady Wen apaciguó un poco sus temores llegando a la conclusión de que sólo iría a Londres para reunir a un grupo de amigos para la fiesta. Y pronto corrió el rumor de que Jeonghan iba a traer a siete damas y a doce caballeros para el baile. Los muchachos se afligieron por semejante número de caballeros; pero el día antes del baile se consolaron al oír que en vez de doce había traído sólo a seis, cinco hermanos y un primo. Y cuando el día del baile entraron en el salón, sólo eran cinco en total: el señor Jeonghan, sus dos hermanos, el marido del mayor y otro joven.

El señor JeongHan era apuesto, tenía aspecto de caballero, semblante agradable y modales sencillos y pocos afectados. Sus hermanos eran hombres hermosos y de indudable elegancia. Su cuñado, el señor Mingyu, casi no tenía aspecto de caballero; pero fue su amigo el señor Seungcheol el que pronto centró la atención del salón por su distinguida personalidad, era un hombre alto, de bonitas facciones y de porte aristocrático. Pocos minutos después de su entrada ya circulaba el rumor de que su renta era de diez mil libras al año. Los señores declaraban que era un hombre que tenía mucha clase; las señoras decían que era mucho más guapo que Jeonghan, siendo admirado durante casi la mitad de la velada, hasta que sus modales causaron tal disgusto que hicieron cambiar el curso de su buena fama; se descubrió que era un hombre orgulloso, que pretendía estar por encima de todos los demás y demostraba su insatisfacción con el ambiente que le rodeaba; ni siquiera sus extensas posesiones en Derbyshire podían salvarlo ya de parecer odioso y desagradable y de que se considerase que no valía nada comparado con su amigo.

El señor JeongHan enseguida trabó amistad con las principales personas del salón; era vivo y franco, no se perdió ni un sólo baile, lamentó que la fiesta acabase tan temprano y habló de dar una él en Netherfield. Tan agradables cualidades hablaban por sí solas. ¡Qué diferencia entre él y su amigo! El señor Seungcheol bailó sólo una vez con Wonwoo, el hermano mayor del señor Yoon, y otra con el joven Soonyoung, el menor de los hermanos; se negó a que le presentasen a ninguna dama o caballero y se pasó el resto de la noche deambulando por el salón y hablando de vez en cuando con alguno de sus acompañantes. Su carácter estaba definitivamente juzgado. Era el hombre más orgulloso, antipático del mundo y todos esperaban que no volviese más por allí. Entre los más ofendidos con Seungcheol estaba la señora Hong, cuyo disgusto por su comportamiento se había agudizado convirtiéndose en una ofensa personal por haber despreciado a uno de sus hijos.

Orgullo y Prejuicio [JiCheol • Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora