𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓧𝓛𝓥

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Jihoon estaba ahora convencido de que la antipatía que por él sentía el joven Soonyoung provenía de los celos. Comprendía, pues, lo desagradable que había de ser para aquel el verlo aparecer en Pemberley y pensaba con curiosidad en cuánta cortesía pondría por su parte para reanudar sus relaciones.

Al llegar a la casa atravesaron el vestíbulo y entraron en el salón cuya orientación al norte lo hacía delicioso en verano. Las ventanas abiertas de par en par brindaban una vista refrigerante de las altas colinas pobladas de bosque que estaban detrás del edificio, y de los hermosos robles y castaños de España dispersados por la pradera que se extendía delante de la casa.

En aquella pieza fueron recibidos por el joven Dojin que los esperaba junto con el señor Wonwoo, el joven Soonyoung y su dama de compañía. La acogida de Dojin fue muy cortés, pero dominada por aquella cortedad debida a su timidez y al temor de hacer las cosas mal, que le había dado fama de orgulloso y reservado entre sus inferiores. Pero la señora Jeon y su sobrino lo comprendían y compadecían.

El señor Wonwoo y el joven Soonyoung les hicieron una simple reverencia y se sentaron. Se estableció un silencio molestísimo que duró unos instantes. Fue interrumpido por la señora Jinha, persona gentil y agradable que, al intentar romper el hielo, mostró mejor educación que ninguno de los otros presentes. La charla continuó entre ella y la señora Jeon, con algunas intervenciones de Jihoon. El joven Dojin parecía desear tener la decisión suficiente para tomar parte en la conversación, y de vez en cuando aventuraba alguna corta frase, cuando menos peligro había de que lo oyesen.

Jihoon se dio cuenta enseguida de que el joven Soonyoung lo vigilaba estrechamente y que no podía decir una palabra, especialmente al joven Dojin, sin que el otro agudizase el oído. No obstante, su tenaz observación no le habría impedido hablar con Dojin si no hubiesen estado tan distantes el uno del otro; pero no le afligió el no poder hablar mucho, así podía pensar más libremente. Deseaba y temía a la vez que el dueño de la casa llegase, y apenas podía aclarar si lo temía más que lo deseaba. Después de estar así un cuarto de hora sin oír la voz del joven Soonyoung, Jihoon se sonrojó al preguntarle aquel qué tal estaba su familia. Contestó con la misma indiferencia y brevedad y el otro no dijo más.

La primera variedad de la visita consistió en la aparición de unos criados que traían fiambres, pasteles y algunas de las mejores frutas de la estación, pero esto aconteció después de muchas miradas significativas de la señora Jinha a Dojin con el fin de recordarle sus deberes. Esto distrajo a la reunión, pues, aunque no todos los señores pudiesen hablar, por lo menos todos podrían comer. Las hermosas pirámides de uvas, albérchigos y melocotones los congregaron en seguida alrededor de la mesa.

Mientras estaban en esto, Jihoon se dedicó a pensar si temía o si deseaba que llegase Seungcheol por el efecto que había de causarle su presencia; y aunque un momento antes creyó que más bien lo deseaba, ahora empezaba a pensar lo contrario.

Seungcheol había estado con el señor Jeon, que pescaba en el río con otros dos o tres caballeros, pero al saber que los otros caballeros de su familia pensaban visitar a Dojin aquella misma mañana, se fue a casa. Al verle entrar, Jihoon resolvió aparentar la mayor naturalidad, cosa necesaria pero difícil de lograr, pues le constaba que toda la reunión estaba pendiente de ellos, y en cuanto Seungcheol llegó todos los ojos se pusieron a examinarle. Pero en ningún rostro asomaba la curiosidad con tanta fuerza como en el de el joven Soonyoung, a pesar de las sonrisas que prodigaba al hablar con cualquiera; sin embargo, sus celos no habían llegado hasta hacerlo desistir de sus atenciones a Seungcheol. Dojin, en cuanto entró su hermano, se esforzó más en hablar, y Jihoon comprendió que Seungcheol quería que los dos intimasen, para lo cual favorecía todas las tentativas de conversación por ambas partes. El joven Soonyoung también lo veía y con la imprudencia propia de su ira, aprovechó la primera oportunidad para decir con burlona finura:

—Dígame, joven Jihoon, ¿es cierto que la guarnición de Meryton ha sido trasladada? Ha debido de ser una gran pérdida para su familia.

En presencia de Seungcheol no se atrevió a pronunciar el nombre de Hansol, pero Jihoon adivinó que tenía aquel nombre en su pensamiento; los diversos recuerdos que le despertó lo afligieron durante un momento, pero se sobrepuso con entereza para repeler aquel descarado ataque y respondió a la pregunta en tono despreocupado. Al hacerlo, una mirada involuntaria le hizo ver a Seungcheol con el color encendido, que lo observaba atentamente, y a su hermano completamente confuso e incapaz de levantar los ojos. Si el joven Soonyoung hubiese podido sospechar cuánto apenaba a su amado, se habría refrenado, indudablemente; pero sólo había intentado descomponer a Jihoon sacando a relucir algo relacionado con un hombre por el que él había sido parcial y para provocar en él algún movimiento en falso que lo perjudicase a los ojos de Seungcheol y que, de paso, recordase a éste los absurdos y las locuras de la familia Hong. No sabía una palabra de la fuga del joven Dojin, pues se había mantenido estrictamente en secreto, y Jihoon era la única persona a quien había sido revelada. Seungcheol quería ocultarlo a todos los parientes de Jeonghan por aquel mismo deseo, que Jihoon le atribuyó tanto tiempo, de llegar a formar parte de su familia. Seungcheol, en efecto, tenía este propósito, y aunque no fue por esto por lo que pretendió separar a su amigo de Jisoo, es probable que se sumara a su vivo interés por la felicidad de Jeonghan.

Pero la actitud de Jihoon le tranquilizó. El joven Soonyoung, humillado y decepcionado, no volvió a atreverse a aludir a nada relativo a Hansol. Dojin se fue recobrando, pero ya se quedó definitivamente callado, sin osar afrontar las miradas de su hermano. Seungcheol no se ocupó más de lo sucedido, pero en vez de apartar su pensamiento de Jihoon, la insinuación del joven Soonyoung pareció excitar más aún su pasión.

Después de la pregunta y contestación referidas, la visita no se prolongó mucho más y mientras Seungcheol acompañaba a la señora Jeon y al joven Jihoon al coche, El joven Soonyoung se desahogó criticando la conducta y la indumentaria de Jihoon. Pero Dojin no le hizo ningún caso. El interés de su hermano por el joven Hong era más que suficiente para asegurar su beneplácito; su juicio era infalible, y le había hablado de Jihoon en tales términos que Dojin tenía que encontrarlo por fuerza amable y atrayente. Cuando Seungcheol volvió al salón, el joven Soonyoung no pudo contenerse y tuvo que repetir algo de lo que ya le había dicho a su hermano:

—¡Qué mal estaba Hong Jihoon, señor Choi! —exclamó—. ¡Qué cambiado lo he encontrado desde el invierno! ¡Qué moreno y qué poco fino se ha puesto! Ni Wonwoo ni yo lo habríamos reconocido.

La observación le hizo a Seungcheol muy poca gracia, pero se contuvo y contestó fríamente que no le había notado más variación que la de estar tostado por el sol, cosa muy natural viajando en verano.

—Por mi parte —prosiguió el joven Soonyoung— confieso que nunca me ha parecido guapo. Tiene la cara demasiado delgada, su color es apagado y sus facciones no son nada bonitas; su nariz no tiene ningún carácter y no hay nada notable en sus líneas; tiene unos dientes pasables, pero no son nada fuera de lo común, y en cuanto a sus ojos tan alabados, yo no veo que tengan nada extraordinario, miran de un modo penetrante y adusto muy desagradable; y en todo su aire, en fin, hay tanta pretensión y una falta de buen tono que resulta intolerable.

Sabiendo como sabía el joven Soonyoung que Seungcheol admiraba a Jihoon, ese no era en absoluto el mejor modo de agradarle, pero la gente irritada no suele actuar con sabiduría; y al ver que lo estaba provocando, él consiguió el éxito que esperaba. Sin embargo, él se quedó callado, pero el joven Soonyoung tomó la determinación de hacerle hablar y prosiguió:

—Recuerdo que la primera vez que lo vimos en Hertfordshire nos extrañó que tuviese fama de guapo; y recuerdo especialmente que una noche en que habían cenado en Netherfield, usted dijo: «¡Si él es una belleza, su madre es un genio!» Pero después pareció que le iba gustando y creo que lo llegó a considerar bonito en algún tiempo.

—Sí —replicó Seungcheol, sin poder contenerse por más tiempo—, pero eso fue cuando empecé a conocerlo, porque hace ya muchos meses que lo considero como uno de los hombres más bellos que he visto.

Dicho esto, se fue y el joven Soonyoung se quedó muy satisfecho de haberle obligado a decir lo que sólo a él le dolía.

Camino de Lambton, la señora Jeon y Jihoon comentaron todo lo ocurrido en la visita, menos lo que más les interesaba a los dos. Discutieron el aspecto y la conducta de todos, sin referirse a la persona a la que más atención habían dedicado. Hablaron de su hermano, de sus amigos, de su casa, de sus frutas, de todo menos de él mismo, a pesar del deseo de Jihoon de saber lo que la señora Jeon pensaba de Seungcheol, y de lo mucho que ésta se habría alegrado de que su sobrino entrase en materia.

Orgullo y Prejuicio [JiCheol • Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora