𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓧𝓥𝓘

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Como no se puso ningún inconveniente al compromiso de los jóvenes con su tía y los reparos del señor Chan por no dejar a los señores Hong ni una sola velada durante su visita fueron firmemente rechazados, a la hora adecuada el coche partió con él y sus cinco primos hacia Meryton. Al entrar en el salón de los Park, los chicos tuvieron la satisfacción de enterarse de que Hansol había aceptado la invitación de su tío y de que estaba en la casa.

Después de recibir esta información, y cuando todos habían tomado asiento, Chan pudo observar todo a sus anchas; las dimensiones y el mobiliario de la pieza le causaron tal admiración, que confesó haber creído encontrarse en el comedorcito de verano de Rosings. Esta comparación no despertó ningún entusiasmo al principio; pero cuando la señora Park oyó de labios de Chan lo que era Rosings y quién era su propietaria, cuando escuchó la descripción de uno de los salones de lady Catherine y supo que sólo la chimenea había costado ochocientas libras, apreció todo el valor de aquel cumplido y casi no le habría molestado que hubiese comparado su salón con la habitación del ama de llaves de los Bourgh.

Chan se entretuvo en contarle a la señora Park todas las grandezas de lady Catherine y de su mansión, haciendo mención de vez en cuando de su humilde casa y de las mejoras que estaba efectuando en ella, hasta que llegaron los caballeros. Chan encontró en la señora Park una oyente atenta cuya buena opinión del rector aumentaba por momentos con lo que él le iba explicando, y ya estaba pensando en contárselo todo a sus vecinas cuanto antes. A los muchachos, que no podían soportar a su primo, y que no tenían otra cosa que hacer que desear tener a mano un instrumento de música y examinar las imitaciones de china de la repisa de la chimenea, se les estaba haciendo demasiado larga la espera. Pero por fin aparecieron los caballeros. Cuando Hansol entró en la estancia, Jihoon notó que ni antes se había fijado en él ni después lo había recordado con la admiración suficiente. Los oficiales de la guarnición del condado gozaban en general de un prestigio extraordinario; eran muy apuestos y los mejores se hallaban ahora en la presente reunión. Pero Hansol, por su gallardía, por su soltura y por su airoso andar era tan superior a ellos, como ellos lo eran al rechoncho tío Park, que entró el último en el salón apestando a oporto*.

El señor Hansol era el hombre afortunado al que se tornaban casi todos los ojos femeninos y masculinos; y Jihoon fue el hombre afortunado a cuyo lado decidió él tomar asiento. Hansol inició la conversación de un modo tan agradable, a pesar de que se limitó a decir que la noche era húmeda y que probablemente llovería mucho durante toda la estación, que Jihoon se dio cuenta de que los tópicos más comunes, más triviales y más manidos, pueden resultar interesantes si se dicen con destreza.

Con unos rivales como Hansol y los demás oficiales en acaparar la atención de las damas y caballeros, Chan parecía hundirse en su insignificancia. Para los presentes jóvenes él no representaba nada. Pero la señora Park todavía le escuchaba de vez en cuando y se cuidaba de que no le faltase ni café ni pastas.

Cuando se dispusieron las mesas de juego, Chan vio una oportunidad para devolverle sus atenciones, y se sentó a jugar con ella al whist.

—Conozco poco este juego, ahora —le dijo—, pero me gustaría aprenderlo mejor, debido a mi situación en la vida.

La señora Park le agradeció su condescendencia, pero no pudo entender aquellas razones.

Hansol no jugaba al whist y fue recibido con verdadero entusiasmo en la otra mesa, entre Jihoon y Seungkwan. Al principio pareció que había peligro de que Seungkwan lo absorbiese por completo, porque le gustaba hablar por los codos, pero como también era muy aficionado a la lotería, no tardó en centrar todo su interés en el juego y estaba demasiado ocupado en apostar y lanzar exclamaciones cuando tocaban los premios, para que pudiera distraerse en cualquier otra cosa. Como todo el mundo estaba concentrado en el juego, Hansol podía dedicar el tiempo a hablar con Jihoon, y él estaba deseando escucharle, aunque no tenía ninguna esperanza de que le contase lo que a él más le apetecía saber, la historia de su relación con Seungcheol. Ni siquiera se atrevió a mencionar su nombre. Sin embargo, su curiosidad quedó satisfecha de un modo inesperado. Fue el mismo señor Hansol el que empezó el tema. Preguntó qué distancia había de Meryton a Netherfield, y después de oír la respuesta de Jihoon y de unos segundos de titubeo, quiso saber también cuánto tiempo hacía que estaba allí el señor Seungcheol.

Orgullo y Prejuicio [JiCheol • Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora