El bufón enamorado

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Cabel Ernst nunca le prestaba atención al sexo opuesto, a excepción de su querida hermanita Hari

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Cabel Ernst nunca le prestaba atención al sexo opuesto, a excepción de su querida hermanita Hari. Él prefería combatir con sus compañeros para medir las habilidades y fuerza de ambos.

Desde que era un niño pequeño o al haber crecido, siempre fue así.

Pero... ¿Cuándo fue que eso cambió?

¿Por qué ahora parecía estar más interesado en mujeres?

Nunca supo la fecha exacta, pero Cabel aún recuerda el momento en que la vio por primera vez.

Aquellos cabellos rubios que brillaban a la luz solar, esos ojos gemas que te hacían perderte en un nuevo mundo desconocido. Una hermosa Hada que te cautivaba con solo observarla desde la lejanía.

La única mujer que encajaba con aquella descripción era Athanasia, la princesa y el tesoro de Obelia. Ella era la única que lograba que su corazón latiera con cierta fuerza y velocidad, que su rostro ardiera tanto que a veces creía que podría salir vapor de sus orejas.

Siempre se avergonzaba a si mismo cuando la tenia frente a él. No importaba que hiciera para arreglar la situación.

Se ponía muy nervioso y terminaba diciendo incoherencias, pero siempre que la escuchaba reír o la veía sonreír, su corazón daba un brinco y lograba tranquilizarse un poco.

"Un segundo... ¿en dónde estoy?"

Se preguntó internamente, estaba tan perdido en sus pensamientos que también perdió de vista lo que ocurría a su alrededor.

Observó el lugar, solo había rosas por doquier. Era el jardín de la princesa.

Removió y limpió un poco sus ropas, ¿Acaso ella estaba aquí?

Miró por todas partes buscándola, quería verla, oirla. Ansiaba poder encontrarse la.

A lo lejos pudo divisar una cabellera rubia bastante singular, era ella. Comenzó a caminar de una manera rápida, asi podría verla más pronto.

— ¡Su Alteza!

Gritó llamando su atención. Ella se volteo sorprendida, no esperaba alguna interrupción.

Cabel hizo una reverencia al estar en frente de ella.

— Por favor, levante la cabeza sir.

Realizó lo pedido y pudo observarla mejor, llevaba un vestido de tonos rojos y blancos, su cabello estaba atado en una media cola y un listón rojo, y sus zapatos eran de color blanco.

Realmente le sentaban esos colores.

— ¿Qué lo trae por aquí Sir?

— Solo... estaba caminando para despejarme y al parecer me perdí, terminé en su jardín por error Princesa, discúlpeme.

Agachó de nuevo la cabeza, este hecho ya había ocurrido otras veces, y no quería poner en prueba la paciencia de la rubia.

— Levante la cabeza otra vez sir, solo fue un accidente, no se preocupe.

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