Atando viejos nudos

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Deceso:

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Deceso:

Perdimos, cuantos no hemos perdido ya a la persona que más amamos en el mundo, y eso no significa olvidarla, o ponerla a un lado, aunque muchos lo hagan. Esa es nuestra oportunidad de volverla más real que antes, de enseñarles a los demás cuál era su esencia, atar su alma a la tuya y sonreír ante la sabiduría que solo a ti te regaló.

Eso es fácil decirlo, pero en el momento en que el mundo se te destroza es lo último en lo que piensas ¿o no?

¿Qué significa para ustedes un ataúd?... para muchos el mayor temor, un libro cerrado, la muerte. Sin embargo para mí es solo una simple caja, que sin valor alguno solo cumple su trabajo de almacenar, en este caso, un amor infinito. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que recibieron un abrazo de la persona que quedó guardada en esa caja?¿Cuándo fue la última vez que escucharon un "te quiero" de esa voz que ahora mismo extrañas?

Dejamos ir a personas demasiado importantes sin darnos cuenta que  ya no están, ese momento cero, donde sabemos que no va a regresar, que ya se acabó. Ese adiós definitivo que nadie está listo para dar…

La aceptación es el peor de los procesos, saber que simplemente se fue, no, no es fácil hacerle entender a tu cabeza que no le verás más. Y llega el momento de las preguntas, de remarcar el tiempo que estuvimos a su lado como el examen más grande de nuestras vidas: ¿Le disfrutamos lo suficiente mientras estaba? Esa es la pregunta más recurrente, y saben qué, nunca lo hacemos, pero: ¿Qué hicimos mientras estaba? La respuesta a esa es sencilla, lo mismo que hacemos todos los días con los que aún nos quedan a nuestro lado…

Yo me quedé con mil preguntas que hacerle, preguntas que no me dejó siquiera formular porque el implacable tiempo me pasó la cuenta. Entonces percibí que no le dije todos los "te quiero", "estoy contigo", todas esas cosas que necesitaba haber escuchado. Y aunque a ninguno nos alcanza el tiempo para terminar de querer a una persona al menos vale la pena intentarlo.

(…) perdí a mis manos arrugadas, a mi mamá que no era mi mamá, se esfumó mi niñez y se fue a la par la vida de otra persona. Este no es un dolor reciente, sino uno que lleva años y que el tiempo a mí no me ha curado, él solo me dio un castigo rancio para aprender algo que muchos no entienden por más que les muestren.

Sin darte cuenta has pasado por las fases, que a lo mejor, te resulten las más difíciles, y no tienes idea de la que está por tocarte. Llega ahora un momento crucial, hablo aquel donde ese “alguien” era tu salvación, el salvavidas que te impedía hundirte, el ser que sobaba tus decisiones sin cuestionarlas ¿Dime que no duele ahora? Porque para ser sincera, el “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, es el himno con el que taladras tu cabeza, ahí conoces quién era el verdadero protagónico detrás de tu carácter.

Nos pasamos el 90% del tiempo diciendo que tenemos que vivir cada día como si fuera el último. Pero quien habla así de la pasa del trabajo a la casa, con ojos cansados, incapaces de sostener una conversación sin dormirse por más de 10 minutos, porque es necesario alimentar a una familia y luchar por una vida mejor.

En cambio, ese otro por ciento de la población, que sí viven su vida como si fuera el último día. Pero lo hacen de tal manera, que vuelven su camino más corto, vuelan sin alas "intentado ser felices" y al final me pregunto ¿Cuál de los dos ha logrado su objetivo?

Todos esos seres, las que están y las que ya no, logran dejar una marca en las personas que les quieren. En esos ojos que se ven secos, penetrantes y fuertes no son más que una forma de escabullirse de la realidad, un camino más corto para salirse del plano común. Pero ya te digo que no desplomarse frente al resto no es tarea fácil.

Intentar lucir apacibles ante las  personas que pueden dejar salir lo que sienten frente a todos, no significa que en realidad estemos así. Porque saber que no vamos a poder crear nuevas historias, nuevos recuerdos termina por ser un arma homicida apuntándote directamente en la cabeza para la que solo puedes darle una sonrisa e intentar seguir de pie, entonces: ¿Quién es el más fragmentado ahora?

No importa cómo, todos tenemos una forma de demostrar dolor, aunque a algunos les salga mejor que a otros, esa es una sensación que no puedes condicionar. Al final solo ponemos una pausa a emociones como esa para intentar apoyar a quien no puede contenerse.

Y es que nadie se da cuenta que no puedes tener una pausa definitiva: ¿Entonces qué pasa una vez vuela a correr el reloj que paraste? Pues, solo digo que eres incapaz de ayudar a alguien cuando están en igualdad de condiciones.

Pero quién le dice a un hermano que no le preste el hombro al otro, a una hija que no abrace fuerte a su madre y le diga que "todo está bien". Es sencillamente otra necesidad del ser humano, o al menos de la mayoría.

Saltamos de página sin haber disfrutado lo suficiente la primera y cuando acabamos  la última cerramos el libro. Pues así mismo funciona la vida de las personas, escriben cada capítulo de su vida con miedo a que sea su última página antes de cerrar su libro, antes del deceso.

 Pues así mismo funciona la vida de las personas, escriben cada capítulo de su vida con miedo a que sea su última página antes de cerrar su libro, antes del deceso

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