Dark Past.

Capítulo: 4. "Última Voluntad"

—¿Qué más encontraste, Lauren?

—Encontré que el muy hijo de perra tiene una comprometida, y que además, ambos tienen un hijo de 2 años de edad.

—¿Qué? Eso no puede ser cierto.

—Sí, Anna. El muy maldito te violó teniendo una comprometida y un hijo.

Las lágrimas salieron rápidamente de las pupilas de Annabelle y Lauren la abrazó y ambas se quedaron dormidas allí.

[...]

Annabelle no quizo ir a su casa, porque no quería enfrentar las preguntas ni los regaños por parte de su abuela así que se fue con Lauren a la escuela.

—Después nos vemos, tengo que ir a clases de biología —le dijo Lauren a Annabelle y corrió hacia su clase mientras Annabelle se quedaba en su casilllero.

Annabelle sintió una presencia detrás de ella así que se volvió para ver si alguien estaba ahí y efectivamente, era Mathias. Mathias la acorraló contra su casillero y Annabelle se asustó.

—¿Qué pasó, bonita? Te asustaste o ¿qué? —dijo con una sonrisa cínica.

—Te dije que te alejaras de mí, estúpido. ¿No entiendes? —Mathias golpeó el casillero con su mano y eso asustó más a Annabelle.

—No puedo alejarme de tal hermosura —dijo mientras acariciaba la mejilla de Annabelle.

Annabelle no pudo más y le estampó una bofetada en su mejilla dejándole su mano marcada nuevamente.

—¡No te atrevas a tocarme, hijo de puta! No te quiero cerca, no te quiero aquí. ¡LÁRGATE! —dijo mientras lo golpeaba en el pecho para que se fuera.

Mathias la tomó de los brazos y la empujó contra los casilleros nuevamente.

—¿Qué, acaso quieres que otra vez vuelvas a ser mía? —dijo mientras comenzaba a besarle el cuello, lo que a Annabelle no le gustó y lo golpeó en la ingle.

—Te mereces que te arranquen las pelotas, hijo de puta —dijo para luego salir corriendo fuera del alcance de Mathias.

Annabelle corrió lo más que pudo hasta llegar al baño de damas, donde se encerró y sollozó.

—¿Por qué a mí? ¿Por qué todo esto tenía que pasarme a mí? —se dijo a sí misma. Se colocó una mano en su vientre y pronunció—: Tú no tienes la culpa, no tienes la culpa de todo lo que pasa. Traté de desquitarme contigo pero ya no lo haré.

Annabelle salió del baño al sonar la campana y al ver que Lauren salía de su clase corrió con ella y la abrazó.

—¿Qué pasó? Por dios, Anna, estás temblando. ¿Qué sucedió? —preguntó preocupada Lauren.

—Te cuento en la cafetería, por favor sácame de aquí —dijo y junto con Lauren salieron de los pasillos.

[...]

—¿Me contarás lo que pasó? —preguntó Lauren una vez que estuvieron solas.

—Estaba guardando unos libros en mi casillero cuando de repente siento que alguien está ahí, y era Mathias.

—¿Qué te hizo? —preguntó rápidamente.

—Nada, sólo me empezó a decir cosas muy estúpidas, y yo lo golpeé en las pelotas para escaparme de él.

Lauren al escuchar aquello comenzó a reirse a carcajada, y después de unos segundos Annabelle se le unió.

—¿De verdad le pegaste en las pelotas? —Annabelle asintió.

—¿Estuvo mal lo que hice?

—¿Mal? Fue excelente, Anna. Él se merece más que eso, pero estuvo muy bien. Pero cambiando de tema, ¿qué harás cuando salgamos de la escuela?

—Creo que iré a ver a mi abuela, y tendré que aguantarme todos sus regaños hasta que termine y me pueda escuchar -se encogió de hombros Annabelle.

—Está bien que vayas con tu abuela, no me gustó para nada que te hayas escapado de ella pero bueno, es bueno porque te hizo recapacitar acerca de ese pequeño.

—Sí, bueno, te veo luego tengo que ir a clases, y tú también Lauren.

[...]

Annabelle salió junto con Lauren pero ambas se separaron y caminaron hacia sus respectivas casas. Annabelle al llegar a su casa tuvo miedo de entrar pero con valor pasó.

—¿Abuela? —habló—. ¿Abuela, dónde estás?

Annabelle caminó desde la puerta hacia la cocina pero no había nadie, caminó hacia la sala pero tampoco estaba ahí. Después de buscarla por toda la casa llegó a la puerta y vio que una vecina estaba pasando al frente de su casa así que decidió preguntarle.

—Disculpe, ¿No sabe si mi abuela está? Es que la he estado buscando.

—¿No sabes? Tu abuela ayer llegó a mi casa pidiendo ayuda porque tenía un intenso dolor en el pecho y tuvimos que llevarla al hospital.

—¿¡Qué, qué le pasó a mi abuela!? —gritó alterada por la noticia.

—Tranquilízate, Anna, pensé que ya sabías. Ven, te llevo en mi auto.

Ambas se subieron en el auto y se dirigieron hacia el hospital donde estaba internada la abuela de Annabelle. Al llegar allí Annabelle bajó rápidamente del auto y corrió hacia la recepción donde dio el nombre de su abuela y le dieron el número de la habitación. Como un rayo corrió hacia la habitación y entró en ella sin importarle quien estuviera adentro.

—¿Abuela? -preguntó con los ojos llorosos al ver a su abuela con tubos en ella. Annabelle se acercó a su abuela y se arrodilló al frente de ella—. ¿Abuela? Por favor, perdóname, no quería que esto pasara.

—No te preocupes, Anna. Tú no tienes la culpa —dijo mientras tocía.

—Claro que sí es mi culpa, porque si no fuera por mí tú no estarías en esa camilla.

—No te preocupes, estaré bien. Pero quiero que sepas, que si no salgo viva de esta mi última voluntad será que tengas al bebé.

—Abuela yo...

—Prométemelo, Annabelle —toció—. Díme que si muero tú vas a tener a ese hijo que esperas.

Annabelle con lágrimas en los ojos tomó la mano pálida de su abuela y respondió:

—Está bien, abuela. Yo prometo que si tú mueres yo tendré al bebé.

La abuela de Annabelle sonrió y poco a poco fue cerrando los ojos hasta haberlos cerrado completamente, el calculador de latidos comenzó a pitar hasta hacer el ruido que destrozó a Annabelle.

—¿Abuela? ¿¡ABUELA!? —gritó y sollozó en la cama de su abuela, ahora fallecida.