Capitulo 1

1.9K 130 211
                                    

La leve luz que entraba en la habitación deslumbró al caribeño dentro de ella. Éste despertó y se quejó fuertemente.

Con cansancio, se levantó y talló su cara con las manos, eso de ser un amarillo era agotador.

Había nacido un pequeño cuadrado de color amarillo en su muñeca, y eso definió toda su vida.
Fue difícil mantenerse con el estereotipo de los amarillos: «Los amarillos llenan de luz todo lugar al que vayan, nunca están tristes, nunca son infelices. Una sonrisa siempre adorna su rostro», y más cuando su padre los abandonó a él y a su madre a su suerte; afortunadamente para él, su madre siempre había intentado hacer lo mejor para ambos.

Aún con sueño, lavó su cara y cepilló sus dientes.

Casi podría decirse que parecía un zombi, o más bien así se sentía.

— ¡Cariño, apúrate! —escuchó a su madre gritar desde el piso inferior.

— ¡Ya voy! —respondió. Corrió a su habitación y eligió un conjunto simple, el mismo que debía usar todos los días: una camisa amarilla, pantalones amarillos, y un chaleco igualmente amarillo.

Organizó sus cosas lo más rápido que pudo y se esforzó en sonreír, debía verse cómo su emoción designada o terminaría convirtiéndose en un blanco, un castigo impartido para los que se resignaban a seguir su estereotipo, dejándolos completamente sin emociones.

Su madre era un morado; llena de nobleza y piedad, pero no siempre fue así. Rachel era rosado fijo, lo que significaba que era amor y amabilidad hasta que conoció a James, un azul lleno de tristeza y desesperanza.

Por alguna razón, en el momento en el que te enamorabas de alguien y eras correspondido, tus colores cambiaban a la combinación de ambos; en ese fue morado.

Aunque, eso no detuvo a su padre de ignorar la nobleza y dejarlos varados.

—Nos vemos... —dijo Alexander dispuesto a salir.
Su madre, con cierta molestia lo tomó de la muñeca y lo abrazó lo más fuerte que pudo.

—Despídete bien, grosero —dijo sonriéndole cuando se separó de él. Meneó sus cabellos con delicadeza, y después de dedicarle una mirada llena de ternura, lo dejó ir.

Alex asintió y sonrió de forma «sincera» antes de salir.

Cuando estuvo lejos de la vista de su madre, suspiró con pesar y esperó al autobús escolar. Todo eso era exhausto, horrible en una forma que él no podía describir.

El transporte llegó y Alexander subió sin pensarlo dos veces, sonriendo levemente para cumplir con su estereotipo. Segundos después de subirse, se dio cuenta que, el único asiento libre estaba junto a un joven de pecas y cabello rizado que miraba hacia la ventana.

— ¿Puedo...? ¿Puedo sentarme aquí? —preguntó un poco nervioso, su respiración estaba acelerándose. El otro chico volteó para mirarlo y asintió levemente—. Gracias... soy Alexander. Alexander Hamilton, ¿y tú? —preguntó con cierta curiosidad, estudiando cada detalle del otro chico.

—John Laurens —respondió el contrario, cerca de esbozar una sonrisa, pero la desapareció rápidamente. El caribeño no tardó en comprender el porqué: John era un azul, cosa que se notaba en su vestimenta.

Green [Lams]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora