Capitulo 2

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— ¿Estás...? ¿E-estás seguro de que era un dibujo mío? —preguntó Alexander con cierta curiosidad; recordó el momento en el que observó a John dibujar en el autobús, más no podía creer que aquél dibujo era un retrato suyo.

—Tan seguro cómo que amo a Hércules —respondió Laff con gran seguridad.

—Maldita sea... entonces es cierto —dijo suspirando levemente y acto seguido se obligó a seguir sonriendo.

Al llegar al salón de clases se dieron cuenta de que habían personas, cosa que era extraña ya que, en los momentos de receso, este se encontraba completamente vacío.

Margarita Schuyler o cómo le gustaba que le dijeran, Peggy, era un rojo, a pesar de que normalmente era asociado a la ira, ella expresaba otro tipo de estereotipo, confianza y amor. También se encontraban Aaron Burr, un azul y junto a él, Hércules Mulligan.

— ¡Hola chicos! —exclamó Lafayette saludándolos, acercándose a Hércules para abrazarlo.

— ¿Qué los trae por aquí? —preguntó Peggy mientras Alex se sentaba frente a ella.

—Pues, pasa algo con Alex y...

— ¿A quién le quitó la novia ahora? —dijo Burr en tono de broma, pero sólo recibió una mirada asesina por parte del caribeño.

—Afortunadamente no es eso —respondió el francés, comenzando a relatar todo lo que había sucedido. Alex no decía nada, y sólo permanecía sonriente, aunque en su interior estaba muriéndose de la vergüenza. Mientras Lafayette los ponía al tanto de todo, la mente de Alexander sólo pensaba en una cosa: John Laurens.

Recordaba cada detalle de él, sus ojos, su cabello, sus pecas, y por un momento pensó que, si llegaban a terminar juntos, se aseguraría de contar cada peca del chico, y por cada pequeño punto le daría un b-
« ¡¿En qué demonios estoy pensando?! Él no me gusta... »

Pensó interrumpiendo sus pensamientos acerca de John.

— ¡Alex! —exclamó el francés sacándolo de sus pensamientos.

—Sí, está bien...

— ¿Qué? ¡No, tonto! Enséñales tu muñeca —ordenó Laff.

Antes de Alexander pudiera siquiera parpadear, Peggy tomó su muñeca rápidamente y la observó.

— ¡Está verde! —exclamó con felicidad.

— ¡Lo sé! —. El francés y la chica gritaron de felicidad cómo un par de adolescentes emocionadas.
Alexander volvió a mirar su brazo; éste cada vez tenía un tono más verdoso que antes, haciéndolo sonrojar levemente.

— ¿Entonces el amor de tu vida se sentará con nosotros hoy? —preguntó Mulligan igual de emocionado.

El francés asintió en respuesta.

—Pero no viéndote así, querido —dijo Peggy, quién lo analizó con la mirada.

— ¿Tan mal me veo? —preguntó revisando sus ropas.

— ¡No! —respondieron todos al unísono de manera sarcástica, y después se formó un silencio incómodo.

—Parece que no has dormido en semanas... —dijo el único azul de la habitación.

Todos estuvieron de acuerdo con Aaron, quién a pesar de ser azul sonrió un poco.

—De acuerdo...—bufó y rodó sus ojos, con cierto enojo.

Peggy se levantó emocionada y tomó su mochila, rebuscó entre sus cuadernos y libros antes de lograr encontrar una pequeña cosmetiquera, la puso sobre la mesa y acercó su silla al asiento de Alex.

Green [Lams]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora