Capítulo 13

1.4K 268 189
                                    

Caminamos durante otras tres horas por los pasillos entre la madera, siguiendo las indicaciones de los letreros. El espacio entre las paredes de madera se volvió tan estrecho que solo cabíamos de uno en uno, y conmigo liderando la partida fue la primera en toparme con el portal de Rötter.

Cuando alguien te habla de un portal mágico te imaginas un marco majestuoso con una enorme piedra preciosa refulgiendo en la clave, símbolos extraños escritos en las impostas esperando a ser leídos, y una membrana azul parpadeando por toda la luz del arco, como único indicativo de que si lo cruzas viajarás a otra dimensión. Lo que no te imaginas es un torniquete de metal como el que te encuentras a la entrada del metro de Midgard.

―¿Este es el portal mágico? ―pregunté, contemplando el brazo de hierro que frenaba mi avance.

―¿Decepcionada? ―inquirió, Buncrana a mi espalda. Podía apostar que lo estaba.

Intenté empujarlo con la parte baja de mi vientre, pero el torniquete estaba bloqueado.

―No me deja pasar, ¿tenemos que comprar un billete o algo? ―inquirí, mirando por encima de mi hombro. Quizá hubiéramos pasado por alguna taquilla sin darnos cuenta.

―No hay nada para pagar ―me respondió Eslaigo que iba en la retaguardia.

Miré el torniquete incrustado entre las dos paredes de madera. No era tan alto como para suponer un verdadero obstáculo, por lo que me aupé en él como pude para alzar mis piernas y saltarlo. Por desgracia se me enganchó el pie y caí de bruces al otro lado.

Solté un gruñido, cuando noté el punzante dolor del impacto en mi mano y mi hombro izquierdo, aunque lo peor de la caída iba a ser soportar las burlas de los elfos sobre mi torpeza.

Me puse de pie rápido y me sacudí la tierra de las manos, antes de darme la vuelta para enfrentarlos y acabar con lo inevitable cuanto antes.

Buncrana seguía de pie parada al otro lado del torniquete y en lugar de reírse me miraba con los ojos abiertos como platos.

―¿Qué? ―pregunté, extrañada.

La joven abrió la boca pero en lugar de una explicación lo que salió de sus labios fue un borbotón de sangre tan roja como un zumo de remolacha.

―Buncrana ―grité dando un paso hacia ella. Estábamos separadas solo por el torniquete, por lo que pude tomarla por los brazos justo cuando empezaba a derrumbarse.

Tálaha le rodeó la cintura y la sostuvo contra su pecho. Fue entonces cuando vi la flecha que tenía clavada en mitad del torso.

Solté un grito que salió casi como un gemido, mientras contemplaba la sangre que tiñó su camisa y la que salió en forma de tos de entre sus labios, mientras Tálah la tumbaba con cuidado en el suelo.

Ambos elfos se acuclillaron sobre ella impidiéndome la visión de su rostro, y eso fue lo que me hizo salir del trance.

―Buncrana ―chillé y volví a saltar el torniquete para regresar con ellos.

Tálah tenía las manos cubiertas de sangre mientras intentaba contener la hemorragia con estas, pero había demasiada. Buncrana tosió ahogadamente un par de veces más antes de quedarse completamente quieta. Sus ojos estaban muy abiertos con el horror de la sorpresa, pero ahora estaban perdidos en el horizonte.

Estaba muerta, entendí con horror. Había ocurrido tan rápido que mi mente aun parecía estar esperando el momento en el que me diera cuenta de que solo había sido una fantasía retorcida de mi mente o una broma pesada de los elfos.

Tálah, aun arrodillado sobre ella, la miraba estupefacto aun con las manos alrededor de la herida.

―Tálah ―lo llamé en un grito tan lastimero y aterrado como el de un niño tras una pesadilla. Necesitaba que me explicara que aquello no estaba pasando.

9 REINOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora