Tal vez tú desearías estar en mi lugar: soy una chica que, ante una situación difícil, difícil de verdad, puedo teletransportarme. La primera vez fue después de ser testigo de un asesinato. Y la más curiosa me sucedió esa noche, después de hacer el...
—Sí, Rana, eres un peligro —se rió—. Dime, ¿no te parece que es un buen comienzo? Conversamos y no nos peleamos...
—Sí —me desconcerté—. No nos peleamos ni tengo ganas de pelear... ¡Asombroso!
Giré y me le puse encima. Empecé a besarlo. Lentamente. Lo frotaba con la lengua, y, luego, con el pelo. Él se estremecía. La ventaja de tener una larga cabellera: lo recorría como si lo estuviese acariciando con una pluma. Me ponía a mil apreciar cómo cada centímetro de Christian, respondía a mi contacto. Cómo crecía su miembro al rozarlo, apenas. El mío era un pequeño aleteo, como el de una mariposa.
Al principio. Porque me resultaba imposible controlar mi propio deseo. Necesitaba comerlo, beberlo, disfrutarlo dentro. Sensaciones incompatibles, él no podía estar en dos sitios al mismo tiempo. Yo no podía estar en dos sitios. Me hubiera gustado desdoblarlo o ser capaz de desdoblarme. Ser yo y mi clon. Que cada parte de Christian estuviera duplicada. Porque, cuando hacíamos el amor, nunca tenía bastante de él ni yo era lo suficiente. Para hacer todo lo que me gustaría hacerle, simultáneamente. Te parece ridículo, ¿verdad? Por eso es por lo que terminaba y quería más. Y así pasábamos la madrugada: imitando a los conejos. Yo salía de un orgasmo y ya estaba en otro. Raro, ¿no?
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Vista desde el aire de la Ciudad de Bariloche.
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