CAPÍTULO FINAL: El rostro del asesino (2ª parte).

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—Ahora entiendo por qué tus contrincantes te tienen miedo —le dijo Guillermo, con una mueca —. En plan abogado pareces temible.

—Soy temible —manifestó Christian, dándome un beso—. Ahora también entiendo por qué Florencia apareció aquí.

—Sí que tiene sentido. Yo estudio Derecho y tú estás vinculado al mayor bufete de España. Caemos aquí justo en el momento que más ayuda necesitan los mapuches.

—Y no cualquier bufete, Pire —expresó, mirando a la machi a los ojos—. Porque, además de las sucursales de Madrid y de Barcelona que te comentamos, estamos vinculados con los principales bufetes de todas las capitales europeas. Gonzalo, el padre de Rana, se ha especializado en Delitos Ecológicos y Crímenes de Genocidio, Guerra y de Lesa Humanidad, además de dedicarse a las otras ramas del Derecho.

—¿Y eso qué significa, nene? —preguntó  Pire—. No entiendo.

—Significa —le aclaré yo— que somos más fuertes que todos vuestros enemigos juntos.

—Y que la causa mapuche va a ser nuestra causa —terminó Christian la frase.

—Y la de nuestro lobby gay también —dijo Claudio, moviendo afirmativamente la cabeza—. Las marcas están obligadas a mantener su buen nombre.

—Sí —continuó Guillermo—. De nada vale que gasten dinero en publicidad si luego van y destruyen el planeta. Una buena actuación es la mejor publicidad.

—¡Mi Dios! —me burlé—. ¡Pareces un profeta!

—Profeta no —dijo Guillermo—. Sólo un consumidor responsable. ¿Te imaginas a alguno de nuestro lobby comprando esa ropa o contratando esos servicios?

—No —me reí.

—Salvo que cambien de actitud —dijo Claudio, largando una carcajada—. No somos rencorosos... Al menos ya sabemos por dónde empezar.

—Una pena, nenes —manifestó Pire, bajando los hombros—. El hombre blanco cree que todo se compra y todo se vende. Gasta dinero en desacreditarnos, en lugar de gastarlo en proteger a la Naturaleza.

—Una pena enorme —me lamenté—. Porque en la vida real en ocasiones ganan los malos. Como pasó con el asesino de mi tío.

—Eso sucede cuando los asesinos no tienen rostros —manifestó Guillermo.

—Sí que lo tenía —lo contradije—. Al final se lo vi.

—Guillermo se refiere al autor intelectual —aclaró Christian—. Al que mandó matar a tu tío, no al que lo mató.

—Quizás es mejor que Flore termine el relato —dijo Pire—. Así no nos adelantamos a sacar conclusiones, nenes.

—No queda mucho por contar —expresé, mirando a Christian y, luego, le mandé un beso—. Ya os conté casi todo.

—Te quedaste cuando te apareciste arriba del árbol, nena —expresó la machi, palmeándome la mano—. ¿Qué pasó después?

—Debajo había tres militares y un hombre de civil hablando... Nunca olvidaré su rostro. Parecía tallado en madera, duro. Tenía una nariz prominente... Le daba un sobre a los otros... Un sobre abultado...

El pago por el trabajo  —dijo, seco.

El trabajito lo hiciste tú —bromeó uno de los uniformados, abriendo el sobre: empezó a contar una suma grande de dinero—. Nosotros sólo lo llevamos, tú lo empujaste.

Ya, pero el jefe cuando promete, cumple —expresó, con cara impasible—. Ya tienen el dinero. Ahora olviden el incidente. Se escapó y se suicidó. Ahí termina la historia.

LA MAGIA DE LA IMAGINACIÓN (novela terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora