Continuación Capítulo 4: continuación tres.

156 39 0
                                    

—¡Toc, toc! Os recuerdo que estoy aquí —dijo Christian—. Habláis de mi vida como si supierais todo acerca de mí.

—Todo no, cariño —estuvo de acuerdo Claudio—. Pero sí mucho... Además, desde que organizaste el rescate de Piollo, eres uno de los nuestros.

—Y ser un miembro de nuestro lobby obliga a cumplir las tres reglas —continuó Guillermo—. A rajatabla.

—¿Reglas? —se rió Christian—. ¿Hay reglas en vuestra jaula de pericos? Sin ánimo de ofender...

—Sí, amor —manifestó Claudio, sin enfadarse—. Regla Número Uno: decir siempre la verdad. Regla Número Dos: ayudar a los nuestros. No te digo la número tres, porque no tienes problema en aplicarla cada vez que puedes.

  Mis amigos empezaron a reírse. ¿Qué habría pasado en mi ausencia para que sucediera lo imposible, que esos tres congeniaran? Antes mis colegas no podían ver a Christian ni en pintura.

—¿Sí? —preguntó él—. ¿Y cuál es la tercera regla?

—Tener mucho sexo  —respondí, riendo también.

—Como cumpla la primera me quedo sin trabajo —expresó Christian, sin comprometerse.

—Dentro del grupo, vejete, se entiende —le aclaró Claudio—. Con los de fuera haz lo que te venga en gana.

—Hay algo de lo que no hemos hablado —dijo el hombre—. ¿Cómo nos vamos a organizar con las habitaciones? Estamos por llegar.

—Muy fácil —manifestó Claudio—. Pedimos dos de matrimonio. Una para vosotros, otra para nosotros. Si Piollo y tú os peleáis, se viene a la nuestra... La ropa que trajimos la dejamos en nuestra habitación... Espero que os quedéis calladitos y os dediquéis a follar. Guille y yo vamos a festejar nuestra luna de miel. Lo necesitamos después de tanto mal rollo.

  Y miró a Christian, como enviándole un mensaje.

—Por mí está bien —dije riendo—. Ya me apareceré más tarde. No os pongáis demasiado cómodos.

—Sí, estamos seguro de que nos vas a caer —se burló Claudio—. Después de pasar una semana sin hacer nada.

—Es ahí —manifestó Christian.

  Un poco más tarde, cuando estábamos en nuestra alcoba, le pregunté:

—¿Qué hacemos? ¿Seguimos metiendo la pata?

—Deberíamos hablar, primero —me dijo.

—No seas nenaza, tío —refunfuñé—. No tengo ganas de darle vueltas a todo. Ya bastante me comí el coco estos días.

—Vale. Pero sólo respóndeme una pregunta... ¿Cuándo estuviste con Andrés por primera vez?

—Si te lo guardas para ti, te lo digo... A los catorce... No me digas nada, ya sé que fue una tontería...

—Yo no dije nada... Él ahora tiene treinta y cinco...

—¿Vamos a hablar de Andrés y de Doña Pechuga? —pregunté, quitándole el cinturón—. Porque me doy el piro a lo de las lagartas. Les pido que ahuequen el ala y me hagan espacio...

  Mientras, le desabrochaba el pantalón.

—Vale —me dijo—. Vete.

  Claro que, en el momento de decirlo, me desabotonaba la camisa.

—Bonito sujetador —manifestó, lamiéndome la aureola de los pechos, por encima de la ropa interior.

  La caricia de la lengua se me hacía insoportablemente excitante. Llevaba siete días sin sexo. Mucho tiempo. Iba a empezar a correrme enseguida. Además, Christian estaba duro como una piedra: como para empezar al momento.

—¿Y si dejamos los preliminares para otro día y empezamos el partido de tenis? —le pregunté—. Tu raqueta está como para entrar a saco.

  Sabía que a él le encantaba practicar ese deporte, de ahí la broma. Me giró y me puso de espaldas. Parados. Yo me apoyaba, apenas, sobre el tocador: lo miraba, detrás de mí. En el reflejo del espejo. Nuestros ojos se encontraban. Su cara de excitación me enloquecía. Me quitó las mallas. También la tanga. Bajé los párpados. ¡Qué bien se sentía! Los levanté. Vi su rostro, mientras entraba en mí. Otra vez me inundaba la magia. Mi imaginación había estado recomponiendo las piezas de esa otra madrugada. Muchos retazos, un tanto incompletos. Ahora entendía por qué. Por qué había dicho aquello de sexo perfecto... Encajábamos... Nuestros cuerpos se acoplaban a la perfección. Poníamos la misma energía. La misma pasión. Las mismas ganas en cada embate.


NOTA.

  Si os gustó hacédmelo saber dándole a la estrella o haciendo algún comentario. 

LA MAGIA DE LA IMAGINACIÓN (novela terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora