6: continuación tres.

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 Claro que, al girar la cabeza, me percaté de que el sitio poco se parecía al pueblo de mis primos, en Río Grande do Sul. El puente de madera se había transformado en uno de piedra, con forma de arco. Dos ramas inclinadas se cruzaban en una especie de pórtico central. A cada lado de las rampas, una fila de cubículos terminaba en muchos arcos medianos, que parecían negocios. Sin embargo, el material con el que estaba construido el puente y su forma no era lo más extraño: debajo, en el agua, numerosas lanchas y góndolas recorrían un canal. Un canal enmarcado por las construcciones de uno y otro lado. ¿Puedes ponerte en mi lugar e imaginar mi desconcierto? 

   Aunque, lo más extraño de todo, era que no estaba sola. Una multitud empezó a remolcarme fuera del puente. ¿Viste cuando las olas rompen y arrastran las algas hacia la orilla? Así me llevaban a mí. Pensé, por un momento, que no sólo me había transportado en el espacio sino también en el tiempo. A otra época. Las mujeres lucían esos atuendos tan amplios que se ven en las películas de reyes y reinas; los hombres iban vestidos de Arlequín o con trajes del Renacimiento. Provistos de máscaras, todos. Unas máscaras que parecían de porcelana, en blanco y dorado la mayoría. De labios gruesos, esculpidos en colores llamativos o dorados o negros. Había algunas que terminaban en picos similares a los de las aves rapaces. Y muchas plumas. Telas con formas de flores, sombreros, brillos. De esta guisa, la muchedumbre desembocó en una plaza, en la que había una iglesia. Y yo con ella: pegada con adhesivo. Desde el campanario, una chica bajaba flotando en el aire, con su indumentaria renacentista, al igual que los demás. Haciendo volar su falda, como si fuera el capote de un torero.

—Pero el agua no era la misma. Me aparecí encima del Ponte di Rialto, en Venezia... El día de la inauguración del Carnaval. La gente me arrastró hasta la Basilica di San Marco, desde donde pude ver el Vuelo del Ángel.

E la tua mamma, piccola[1]? —me preguntó una señora—.  Vieni con me.[2]

—Yo me escapé. Quería ver todo lo que había a mi alrededor. Pasado el primer desconcierto, me resultó fascinante. No dejaban de asombrarme los aromas, las sensaciones al pasar las manos por las paredes de los palazzi.... No podía haber aparecido en un sitio mejor... para olvidar las desgracias que me esperaban en el otro continente...

  Christian me acarició la pierna. Por un momento, me hizo perder el hilo de la historia. ¿Cómo podía ser que lograra excitarme cuando buceaba en unos recuerdos tan agobiantes?

—No me dio miedo. La ciudad me sedujo. Sentí deseos de ponerme esos mismos ropajes... Una chica me regaló una máscara como las que lucían los demás y estaba pletórica... Había una familia con tres niños y me puse cerca de ellos, para no volver a llamar la atención. No pensé en cómo haría para regresar... Ya me las arreglaría más tarde... Necesitaba aturdirme, olvidarme de todo...


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¿A que el Carnaval de Venecia está genial?


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[1] ¿Y tu mamá, pequeña?

[2] Ven conmigo.


NOTA.

¡Que tengáis un buen día, chic@s!




LA MAGIA DE LA IMAGINACIÓN (novela terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora