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Sus fuertes brazos me tenían acorralada, la oscuridad de la calle y mis lágrimas me impedían ver con claridad pero sus ojos brillaban con la luz de la luna

—Te vas a subír a la moto y apartír de ahora acatarás todas mis órdenes churrita— llevé mis manos a su pecho y apliqué fuerza para apartarlo, a él le divirtió mi intento y dejó sus manos sobre las mías pegándose más a mí

—No me llamo churrita—enarcó una ceja e inclinó su rostro hasta la altura de mis orejas, haciéndome sentír el calor de su respiración rozando mi cuello

—Te ordené algo—sus manos apretaron las mías con tanta fuerza que mis rodillas se doblaron y no me soltó hasta que grité con todas mis fuerzas y me dejó caer frente a él y de rodillas al piso

Se agachó y volvió a tirar de mis manos solo que ésta vez me las acarició y besó

—Acabo de apuntarle a tu padre para que te deje en paz, seguramente el viejo ya está llamando a la policía así que o me obedeces o te dejo sola para que re mueras de hipotermia—sostuvo mi rostro entre sus manos y sentí su aliento a tabaco y menta chocar con el mío—¿Me vas a obedecer, cierto?—rozó con sus dientes mi mejilla dándome escalofríos y me ayudó a levantarme

—Sí—susurré tan bajo que apenas pude escucharme yo misma

—Te llevaré a un lugar donde estarás a salvo churrita—remarcó esa última palabra y se subió a la moto —¡Vamos, sube ¿Qué esperas?!—miré la enorme moto y negué

—Nunga me subí a una—bufó

—Pisa el pie e impulsate hacia arriba—murmuró cansado y le obedecí

—No fue tan difícil—murmuré una vez que estaba sentada sobre la moto

—Claro, pues nadie te pisó el pie y para la próxima churrita, asegúrate de pisar el pie de la moto, no mi maldito pie con el que pateo a los imbéciles.— Por dentro me estaba riendo pero por fuera me mordía la mejilla de los nervios al sentír su pecho contra mi espalda, su respiración en mi cuello y sus brazos a pocos centímetros de los míos, tomó mis manos y las acomodó en el manillar de la moto justo sobre el acelerador y una de las manoplas, dejó una de sus manos sobre las mías, encendió la moto y cerré los ojos cuando la escuché rugír

—¿Tendrás los ojos cerrados todo el camino?— el viento pegaba en mi cara con fuerza y me aterraba la idea de abrír los ojos y ver como chocábamos contra algo

—Me da miedo— rió y aceleró

—Abrelos, es una orden y si no me obedeces juro que haré zic zac de aquí para allá solo para asustarte— su amenaza me dio mucho más miedo y abrí los ojos

La ciudad pasaba por nuestros lados muy rápido, el viento pegaba con fuerza en mi cara haciéndome entrecerrar los ojos pero aún así los mantuve abiertos

—Cierra la boca o entrarán bichos— cerré la boca mirando con asombro todo a nuestro alrededor, no sabía donde estaba, la ciudad estaba muy iluminada, parecía tener vida propia

Me extremecí y mis dientes castañearon por el frío a lo lejos podía divisar el mar, jamás lo había visto pero desde aquí se veía hermoso, un lugar que me juré a mi misma que algún día iba a conocer

Roland fue disminuyendo la velocidad y giró en una calle haciéndome perder por completo aquella hermosa vista

—¿Dónde estámos?— le pregunté viendo hacia todos lados e intentando reconocer algo familiar pero ni siquiera las casas me sonaban

—En donde puedo hacer lo que se me antoje— disminuyó tan de repente la velocidad que su cuerpo chocó contra el mío y la cola de la moto se levantó girando en una perfecto ángulo y estacionandonos frente a una casa completamente negra y aterradora a simple vista

—¡Estás loco!— rió y apagó el motor

—¿Te bajas o te bajo?— me apresuré a bajar y él jaló de mi brazo para que no cayera
—Deberías ser más agradecida— murmuró molesto

—Y tú dejar de ser tan basura— se bajó de la moto y la metió a una especie de garaje

Me quedé esperando pero nunca salió

—¡Oye! ¡No te tengo para que te pares en la esquina y te prostituyas, entra a la maldita casa, tengo que enseñarte las reglas!—dí un saltito del susto al verlo asomarse por la ventana y tímidamente me apresuré hacia la lúgubre casa

La puerta estaba abierta y luego él la cerró dándome un susto de infarto al aparecerse tan de repente

—Entra, no pienses que te atenderé— se quitó las botas y colgó su chaqueta

Me quité los zapatos y el abrigo colgandolo en el perchero y lo seguí por un largo pasillo

La casa por dentro era solo un poco menos espeluznante que por fuera, las paredes estaban pintadas a mano con unos extraños dibujos de enredaderas negras que casi llegan hasta el techo, el piso es de madera y todas las luces están apagadas, la luz de la casa es la luz de la luna que entra por las ventanas

La mayoría de las cosas son negras, desde las cortinas hasta unos sillones que observé mientras pasábamos por algunas puerta que estaban entreabiertas

—¿Ésta es tu casa?— movió la cabeza sin detenerse y entró a una habitación señalandome con el dedo que espere

Cerré la puerta detrás suyo y por debajo se podía apreciar una luz saliendo de la misma

—Aquí dormirás—Su rostro estaba serio e inexpresivo

—Graci...—comencé a decír pero su diabólica sonrisa me hizo retroceder

—A cambio me atenderás, debemos prepararte para seducir  a un tipo, necesito algo que él tiene y tú serás mi boleto de pase hasta su casa donde se lo robaré...

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A Las Ordenes Del BandoleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora