32 maratón (3/3)

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Se está comportando muy rara, no a hablado desde que salimos de la playa y eso me está molestando.

Quiero que me diga lo que ya sé, que soy un dios en la cama,  que no puede esperar para la próxima vez. Quiero que me suplique otro encuentro como siempre lo han hecho las otras aunque a la misma vez no quiero que lo haga.

Ella no es como las otras y sé que apartir de ahora no existe eso de "Encuentros" con ella será espontáneo, surgirá de manera natural, cuando ella quiera, cuando yo quiera.

Aún así quiero que hablé, joder estuve embistiéndola por unos cuarenta minutos si mal no me equivoco y en los cuales ella gemía, se retorcía y arqueaba su espalda mientras deseaba más.

Mínimo espero que me diga que me ama, no se lo he estado diciendo todo este tiempo para que ella me diga que solo le gusto.

—Leoncita— lavantó la cabeza del camino y me miró —¿Estás bien?— me pudrí de este estúpido silencio.

—Sí— siguió mirando sus pies mientras caminaba y yo me cabreé aún más.

¿Por qué no tiene el valor de decirme que me ama?

Solté su mano y seguí caminando adelantándome un metro más que ella.

Llegué primero que ella a la casa, entré, cerré la puerta y me fuí a dar una ducha a mi habitación. Estaba agotado, molesto y fastidiado sin creerme que esa churra me utilizó.

—¿Roland?— golpeó a la puerta, guardé silencio y me quedé contando los segundos en que estuvo insistiendo. —No sé porqué estás enojado pero vino Kira y no deja de insistir en hablar contigo—

Treinta.

Segundos.

Treinta malditos segundos solo duró insistiendo ¿Tan poco le importo? Al menos un minuto querida! ¡Tanto cuesta esperar un puto minuto a que el hombre que te hizo mujer se terminara de duchar!

Salí más fastidiado que antes, la voz de Kira sonaba en toda la cabeza y los repiqueteos de sus zapatos me molestaban aún más.

Me vestí con lo primero que encontré y me dirigí a la cocina.

Mi leoncita o mejor dicho corderito porque tiene la cabeza gacha mientras se mira las uñas y Kira la escruta desde el otro lado de la cocina, bebiendo una copa de mí alcohol.

—Deja eso donde estaba— le quité la botella y la copa.

—¡Oye! ¡Tenemos que festejar!— chilló y me plantó un beso en la mejilla.

Miré a Evangeline y ella seguía en su mundo.

¡Al menos un poco de celos! ¡¿Dónde está mi leoncita?! ¡Ya debería estar quitándole las extenciones a Kira por atreverse a besarme! ¡¿Ni siquiera le importo que deja que otra me toque?!

Ya va a ver, esta noche no se salva.

—No me beses Kira— me senté del otro lado de la mesa y ella me siguió —Explícate que mierda quieres festejar porque no estoy de humor para nada.

Me molesta la incompetencia de ambas, una es malísima para fingir que es libre pero no, en realidad ya está marcada y la otra se cree la gran cosa porque me la follé y ahora piensa que puede ignorarme así porque sí.

—Pelusa está suelto— sonrió satisfecha y lo único que me demostró es que no puede hacer nada bien.

—¿Y no se te ocurrió que está suelto porque nos delató a todos? ¿Tan lenta puedes ser? Si viniste hasta aquí esperando que te marcara solo por esta insignificante e inservible información estás equivocada y vete, no tengo la más mínima intención de marcarte— me bebí el contenido de la copa y serví un poco más cuando el líquido se acabó.

A Las Ordenes Del BandoleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora