Capítulo 9

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—Te ayudaré, solo porque ella también arruinó mi felicidad y ahora él está con otra—susurró la joven dama, imaginando aquel apuesto caballero que ahora estaba fuera de su alcance—. Yo me encargaré de que este a media mañana en el Hayde park por eso no te preocupes.

La otra joven sonrió, aunque por dentro estaba dando saltos de alegría mientras enrollaba su dedo en aquel cabello que salía de su elaborado peinado. Con un beso en la mejilla se despidió y antes de marcharse le dijo:

—Gracias, lady Amelia—dijo agradecida con aquella joven, que le había hecho un gran favor aceptando aquello, era hora de dar vuelta al tablero.

A mediados de la mañana Lady Alice y el Marqués de Suffolk se encontraban teniendo una agradable cabalgata por el parque hacia un buen tiempo, hacia un día soleado y la gente se encontraba animada ya que en aquel tiempo de Londres sí era muy húmedo, ambos charlaban de manera amena sin parar, algo que logró relajar al Marqués, al menos tendría cosas en común con su futura esposa. Durante los últimos días había estado nervioso, había pensado en ir a visitar a Anabel, pero aquello le parecía incorrecto más ahora que al parecer el chismorreo de toda la sociedad estaba sobre ellos, por esa ridícula revista y refunfuñando pensó que hasta que él había leído aquella revista, su madre se había puesto alterada y la reprimenda por el posible engaño de él hacia Alice hizo que su madre le lanzara hasta el pan de la mesa, claramente él había negado todo aquello si no su madre se volvería un franco en las filas de Alice.

Se había debatido entre lo que era correcto hacer, no era que no le gustara aquella dama, era más no podía negar que aquella mujer era angelical, podía robarle el corazón a cualquiera, sin embargo intentaba ver la forma de sentir algo hacia ella; pero no podía verla de otro modo que no fuera su amiga, sabía que ni ella ni él tenían la culpa de la situación más bien se sentía aliviado de haber escuchado aquellos gritos de auxilios. Verla colgando de aquel balcón había sido un gran susto, imaginar que su hermana le fuera pasado algo igual, al menos ahora podrían mejor atención a las estructuras viejas de la casa.

—Lord Luicis, ¿Pasa algo?— preguntó preocupada al verlo ir de nuevo en sus pensamientos, había estado diciéndole sobre la fecha de hacer el compromiso oficial a pesar de que se considera al menos un cortejo de nueve meses antes de casarse, pero su padre quería una boda rápida. Sabía cual era su miedo que el Marqués desapareciera y su reputación se viera en boca de todos, aquello sin duda afectaría los pequeños negocios de sus padres.
El marqués negó con la cabeza antes de volver su atención a la dama, sonrió deteniendo el caballo, era mejor sentarse y conversar.

—¿Le parece si conversamos aquí?—ofreció, Alice sonrió y esperó que Luicis bajara de su caballo para que le ayudara.
Luicis amarró los caballos para que estos no se escaparan, enredó su brazo con la de ella, tomaron asiento en una pequeña banca, Alice se encontraba nerviosa, aquel hombre la colocaba así, además esperaba que su plan funcionara; esperaba que aquella escena la convenciera que tenía que alejarse. Porque apenas empezaba a mover sus piezas.

—Como le decía, creo que sería genial anunciar el compromiso el próximo viernes—comentó Alice, Luicis tosió disimuladamente y abrió los ojos sorprendido, no esperaba aquello.

—¿No es muy pronto, mi lady?— preguntó, intento sonar relajado y ameno, como si no fuera realmente un problema.

—Han pasado casi tres semanas, creo que es oportuno, además creo que podemos colocar la fecha de la boda dentro de cuatro meses—dijo ansiosa, apretando sus manos por aquello y esperando una reacción por su parte.

¿¡Cuatro meses!? Pensó exaltado Luicis.

—Claro, me parece correcto—murmuró el debutivo, jamás espero que Lady Alice quisiera casarse tan pronto, en aquellos momentos maldijo, ojalá se hubiera quedado en Escocia con aquel gruñón de su amigo.

—¿Le molesta? Luicis: Yo tampoco quiero esta situación—dijo molesta—, pero sin embargo estoy haciendo lo posible para que nos llevemos bien, no quiero atarme a mi y sé que el matrimonio es algo importante—negó con voz rota, tomó entre sus manos las de Luicis, aquello podía causar otro chismorreo pero tenía que usar todas las armas posibles—. Pero quiero intentarlo, ¿al menos podrías hacer eso? O ¿tienes alguien?

Escuchar a Alice así hizo sentir mal a Luicis, verla con su mirada de angustia. Apretó fuertemente sus manos. Soltó un gran respiro.

—No, no tengo a nadie—dijo de manera firme, negar que Anabel le rompió el corazón pero no se había dado cuenta del daño que hacía pensar solamente en sus sentimientos por lady Anabel—. Pero sé que últimamente no he sido el mejor caballero, pero Alice a tu padre le hice una promesa por mi honor y la cumpliré. Y me casaré contigo.

Alice sonrió y acarició su mejilla suavemente, sintió su corazón latir fuertemente que él hiciera eso, significa mucho más de lo que pensaba; que él tuviera claro cual era la situación entre ellos, tal vez no lo amara, pero tal vez con el tiempo lo lograría.

Anabel camina junto a lady Amelia, aquella dama y ella no se llevaban en absoluto. Sentía el claro odio de aquella joven así ella, ella había logrado que Susan se alentara con el duque, sabía que Amelia estaba enamorada de aquel joven pero sin duda el duque sentía algo por Susan y había hecho lo imposible para juntarlos. Y entre los desafíos había estado aquella dama.

Por un momento se detuvo reconociendo los caballos, aquellos en los que solían cabalgar Luicis y ella, lo que no entendía era que hacía en aquel sitio la noche anterior. Le había escrito diciéndole que saldría de Londres en la mañana para ir a la fábrica; pero sin embargo estaba ahí junto a ella, se detuvo acercándose para escuchar mejor aquella conversión y las palabras de Luicis fueron como puñaladas en su corazón.

—No, no tengo a nadie. Pero sé que últimamente no he sido el mejor caballero, pero Alice a tu padre le hice una promesa por mi honor y la cumpliré. Y no dudes que me casaré contigo.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas y aquello no podía estar pasando, él le había prometido que vería una forma de romper el compromiso. Pero la había engañado.

—¿Ves lo que se siente?—murmuró Amelia, la sonrisa malévola en su rostro era de satisfacción, esperaba que sintiera todo lo que ella había sentido cuando se había entrometido entre Henry y ella—.El karma existe.

Sin más decir se marchó, dejando a la otra dama con un temblor en su cuerpo completamente las sonrisas que ambos se dedicaban.

Ahora más que nunca aceptaría gustosa la ayuda del duque, no se daría por vencida.

Revista secretos de sociedad
Buenos días, querido Londres. Esta hermosa mañana les diré que el Marqués y la hija del vizconde parecen llevar a cabo ese tan repentino compromiso.
¿Pero sucederá? Dicen que hay un corazón fuerte que luchará hasta el final.
¿Quién acabará mal en este planeado juego?

La Desición del Marqués ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora