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Adrien fue el primero en despertar, encontrándose junto a él a la persona que más amaba en ese mundo. Sonrió embobado, admirando su hermoso rostro, contemplando sus rosados y suaves labios. Tenía que guardar aquella imagen en su cabeza.
Acarició su mejilla lentamente, quitándole un mechón que tenía sobre ésta. En el momento que la alarma del móvil de ella sonó, observó como su cuerpo se movió por unos milímetros, pero no abrió los ojos. El rubio la apagó y dejó el teléfono en la mesita, observando a su novia. La abrazó y comenzó a besar su cuello, mientras sus manos acariciaban su espalda baja.
— Es hora de despertar, bella durmiente.
— Una hora más... — el chico se rio suavemente y mordió su cuello lentamente.
La chica no abrió los ojos, pero si se aferró a sus hombros. Llevó una mano hasta abajo y acarició su intimidad lentamente. Naomi abrió los ojos de golpe al sentir un dedo en su interior. Tuvo que morderle el hombro para ahogar un gemido.
— No seas una dormilona, princesa. Tenemos que ir a clases — le besó los labios y le mordió lentamente el labio inferior.
— Después de esto ya no quiero... Quiero sentirte — comentó la chica poniéndose encima de suya.
— Mi vida, créeme. Si fuera por mi ya estarías gritando mi nombre, pero tenemos que ir a clase si es que no quieres que sospechen — le sonrió con una ceja alzada. — Es un aviso, cielo. Se me está poniendo dura, así que baja si no quieres que tus padres sepan que hay un chico en tu habitación dándote tan duro que no puedes ni aguantar tu voz — la chica se sonrojó muchísimo, pero obedeció porqué tenía razón.
Se bajó de la cama, no sin antes besar sus labios dulcemente, y fue a buscar algo de ropa. Por suerte ya no tenía toda la ropa por el suelo, ya que Adrien le ayudó a guardarlo todo. Abrió su armario y buscó alguna camiseta, pero los fuertes brazos de su novio la distrajeron. El chico la abrazó por la espalda y besó su hombro con delicadeza.
— Adrien... Así no puedo prometerte que vayamos a clase — susurró la chica, cerrando los ojos para disfrutar mejor de sus besos.
— Es que eres preciosa — sonrió y miró hacia el armario. Cogió un vestido rosa pastel que le llamó la atención.
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