10. Principio del Fin

14 6 1
                                    

Ves como a tu alrededor todo se destruye por momentos, no hay nada ni nadie que este contigo, te sientes solo, te sientes frío. Comenzar un camino a ninguna parte, pero resolver todas tus dudas. Estar centrado en tu meta, saber que hacer y no distraer tu objetivo. Esas quemaduras que se formaron con frío y dolor, lar marcas que guiaran mi camino.

Estaba con Lux recogiendo todas nuestras cosas. Habían pasado tres días, y al cuarto de ellos Kyra nos indicó que ya era seguro dirigirse a la aldea del Fuego, pero que era mejor prevenir que curar, así que debíamos ir con cuidado. Abandonábamos toda esa fantasía que nos rodeaba y volvíamos a la realidad. Aún eran dos los guardianes que quedaban por despertar y el tiempo era oro, no podíamos perder ni un segundo, antes de la siguiente Luna Roja debíamos haber pasado por todas y cada una de las aldeas.

Me vendé la marca para evitar cualquier percance. Lux me miraba con aquellos ojos sin sentimiento, igual que lo hizo Neiko. Quería, no, necesitaba hablar de una vez con mi guardián.

Gracias al entrenamiento de Kyra todos estábamos mucho más conectados que antes, podíamos sentir lo que los demás sentían. Gracias a aquella compenetración, ahora éramos capaces de sentir la energía del otro, de esta forma, nadie se quedaría solo, y en caso de que así fuera, nos encontraríamos fácilmente.

La elfa del primer día nos indicó el camino que debíamos tomar, y después de desearnos suerte, se fue.

Debíamos pasar una gran red de montañas flotantes conectadas por puentes hasta llegar a una colina de rocas volcánicas bañada por las blancas aguas del mar. Al llegar allí nuestro principal problema eran los ríos de lava y los continuos cráteres debido a los volcanes que rodeaban la aldea, sin duda era un paisaje de los más hostil. Pero gracias a Val deberíamos pasar por aquellos lagos de incandescente magma sin problema alguno.

Al llegar a las montañas que se sostenían en el aire nos dimos cuenta de que sería mucho más fácil volar por encima de las mismas, su posición se movía continuamente y pasar de una a otra era realmente difícil. Pero cuando intentamos volar, el aire y la poca visualización que teníamos debido a la baja niebla hacía todavía más difícil el poder ir de un lugar a otro. De repente un rugido en las tinieblas se llevó toda nuestra atención.

Una sombra grande y peluda se acercaba a nosotros por la espalda. Al principio nos pusimos en guardia hasta acertar a ver que era nuestro peludo amigo, que en cuanto me vio se tiró encima de mí y comenzó a lamerme, llenándome por completo de babas. Hacía muchas cosquillas y no pude evitar reírme.

- ¿Qué haces aquí chico?

Se le veía agitado pero feliz. Escuché entonces una pequeña y tímida voz llamando al animal. Y detrás suya un chico de no más de 14 años lo perseguía exhaustivamente. pertenecía a la aldea de la Muerte, su collar morado lo decía todo.

Cuando llegó a donde estábamos nos dijo que se había escapado y que comenzó a correr a través del bosque, de alguna forma buscaba nuestro rastro, no nos había olvidado todavía. Pero debían volver, era peligroso estar aquí, y el viaje se volvería más duro conforme nos fuéramos acercando.

Pero antes de irse, el chico nos dijo que debíamos ser prudentes. El guardián de la muerte estaba agitado, no se atrevía a dar la cara por su aldea, se le notaba preocupado y nadie sabía la razón aparente. Estaba claro que nos debíamos dar prisa, cada segundo contaba. Pero no todo fueron malas noticias, también nos explicó  que después de que el guardián volviera a la vida, la aldea había cambiado en muy poco tiempo, y mucha fauna volvió al lugar después de siglos.

Nos despedimos de ellos y proseguimos nuestro camino, esa pequeña advertencia nos hizo reaccionar.

Pasamos aquellas montañas sin tanta dificultad como pensábamos, la aldea estaba solo a unos cuantos kilómetros, al anochecer deberíamos haber llegado.

ELEMENTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora