Alicia se despertó cuando los primeros rayos del sol asomaban por la ventana. Abría los ojos poco a poco para no quedar deslumbrada mientras buscaba las gafas con una mano y con la otra se destapaba. Al abrirlos y ponerse las gafas, se incorporó y miró a su derecha. Vio a Raquel desnuda, dormida bocabajo y abrazada a la almohada. Sonrió, la tapó, le apartó el pelo de la cara suavemente para no despertarla y le dio un beso en la frente. Se quedó unos segundos, que parecieron minutos, mirándola. Cada vez que la miraba sentía como se paraba el tiempo. No podía dejar de pensar en todo lo vivido la noche anterior. Una noche magnífica, agotadora sexual y románticamente. No quería que terminase pero las noches tienen las horas contadas aunque, durante unas cuántas, hubiese perdido la noción del tiempo. Hacía años que nadie le hacía sentir así y jamás pensó que fuese Raquel Murillo la que le hiciese pasar la mejor noche de su vida. Suspiró y lentamente se levantó de la cama para no despertarla. Fue al baño para ducharse antes de empezar a preparar el desayuno. En la ducha aún le temblaban las piernas cuando pensaba en la noche anterior. Cerraba los ojos y solo podía pensar en Raquel. En sus besos. En su risa. En su cuerpo. En como se abrazaron después del sexo y como Raquel le susurraba al oído. Aún se le erizaba la piel.
Se dirigió a la habitación para dejar las toallas y desde la puerta, la miró otra vez. Después, cerró la puerta con suavidad y fue directa a la cocina, sin las zapatillas para no hacer ruido. En la academia, Raquel siempre se quejaba del ruido que hacía por las noches arrastrando los pies y, después de diez años, ha aprendido la lección. Bajó las escaleras y allí le esperaba: la cocina.
No era muy fan de los fogones pero tenía maña. Preparó un café portugués que sabía que a Raquel le encantaría. Era el favorito de Alicia y estaba muy feliz de poder compartirlo con ella. Sabía que Raquel era una fan incondicional de todo lo portugués. Puso la cafetera en la vitro y siguió con el desayuno. Sacó el tostador del armario y metió un poco de pan. Exprimió zumo de naranja. Preparó unas rodajas de tomate para ponerlas sobre las tostadas con el jamón. Sacó la bandeja que le regaló su madre "para esas ocasiones en las que tienes visita" y que pensaba que nunca usaría. Colocó dos cucharas y dos cuchillos. Puso las tazas de café y los vasos con el zumo. El azucarero y unas servilletas de tela que, para su sorpresa, estaban estupendamente planchadas. Fue subiendo las escaleras poco a poco. La puerta seguía cerrada. Eso significaba que Raquel seguía "K.O." en la cama. Dejó la bandeja en el suelo para abrirla, la recogió otra vez y entró a la habitación. El ruido de los cubiertos golpeando las tazas no despertó a Raquel. Tampoco el ruido de la puerta al cerrar. Con cuidado, volvió a dejar la bandeja. Esta vez en la mesilla de noche. Se sentó y despertó a Raquel con un beso.
— Buenos días — Dijo Raquel, todavía sin poder abrir los ojos por la claridad. — ¿Has preparado el desayuno? Tú no eres mucho de cocina.
— Es una ocasión especial.
Raquel la miró, se incorporó y colocó sus manos en el rostro de Alicia. La acarició con los pulgares y se acercó a ella para besarla.
— ¿Te importa que me duche antes de desayunar? — Raquel se sintió mal por dejarla con el desayuno plantado. — Si quieres ve desayunando.
— No, tranquila. Dúchate. No te preocupes. — Le sonrió, Raquel le devolvió la sonrisa y entró al cuarto de baño. — ¡Te he dejado una toalla en el armario!
Cuando escuchó el grifo correr, pegó un sorbo al café y apagó la alarma antes de que sonase. Se tumbó mientras Raquel terminaba. Seguía pensando en la noche anterior... En lo que rieron mientras cenaron, la música que escucharon, los bailes, las copas de vino que se tomaron en la terraza mirando la luna, en los besos que ella le daba a Raquel mientras esta tenía la cabeza apoyada en su regazo, en los besos que Raquel le dio en el cuello, en su olor, sus manos pasando por la espalda acariciándola, en el número de veces que hicieron el amor y tuvieron orgasmos... No pudo contenerse. Entró al baño.
— Alicia, ya salgo. Estoy acabando de enjuagarme el pelo. Se nos va a enfriar el desayuno, perdona.
Alicia corrió la cortina y entró en la ducha con Raquel. La besó.
— El desayuno puede esperar.
Al final, tuvieron que recalentar el café.
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Raquel & Alicia | ONE SHOTS
FanfictionOne shots de Raquel Murillo y Alicia Sierra (La Casa De Papel) Iré actualizando según tenga ideas. Ninguna de las historias estarán enlazadas entre ellas excepto algunas que, quizá, tengan partes porque queden muy largas. Las fechas son completamen...