— Raquel, no quiero que te cabrees. Ni que le tires el café porque estamos en un sitio público y no es plan pero... Es ella.
Al escuchar atentamente a su amiga, Raquel se giró. Allí estaba ella: Alicia Sierra. Volvió a girarse.
— No me lo puedo creer. ¿Cuáles son las probabilidades de encontrármela AQUÍ? ¿Me ha visto?
— Lo dudo. De todas formas quizá ni te reconozca. Ahora eres morena.
— Sí, es una buena razón.
Se sentó de lado en la silla, apoyó su espalda en la pared de la cafetería y se tapó la cara con la carta de cafés. Miraba con disimulo. No quería pensarlo pero lo hizo. «Está guapísima» «Mentira, no lo está. Está feísima. Desmejorada. Sí. Horrorosa. Un orco.».
— Raquel, ¿se puede saber qué haces? — Miró a su mejor amiga, Ágata.
— Nada. Solo quería mirar un momento.
— A ver, tía. Es normal que no lo hayas superado. Rompisteis hace un par de meses...
— Yo lo tengo superadísimo.
Era mentira. No lo había superado. En cambio, su ex parecía feliz. Liberada. Reía con sus amigos.
— ¡Mierda! — Raquel se tapó la cara de golpe con la carta. Alicia acababa de verla pero no la reconoció. Tampoco vio a Ágata, quien estaba pagando la cuenta.
— ¿Nos vamos?
— Creo que me ha visto.
— Si te hubiese visto, te hubiese saludado.
— ¿Después de todo?
— Después de todo. No es una maleducada. Ya lo sabes.
— Sí, tienes razón.
Ágata salió la primera de la cafetería para que su amiga no se encontrase con su ex.
— Vamos, coño.
— Voy. — Raquel cogió su abrigo corriendo y cuando salió por la puerta, tropezó con alguien, se le cayó el bolso de la mano y se agachó para recoger las cosas que se habían salido. — Perdona.
— No te preocupes. — Un joven con barba y gafas. — Te ayudo. — El chico se agachó y le ayudó a recoger las cosas. Raquel se puso de pie.
— Gracias. ¡Adiós!
— ¡Espera! El mechero. — El chico volvió a agacharse a recogerlo. Se lo dio. — Me llamo Sergio.
— Oh, encantada. Raquel. Nos vemos. — Raquel miraba a su alrededor para no encontrarse con su ex.
— Perdona, sé que es un poco precipitado pero... Te he visto antes y he querido levantarme a decirte algo pero iba a ser un poco raro. — Se colocó las gafas con un tic que a Raquel le pareció gracioso. — Me gustaría invitarte un día a tomar un café. O lo que sea. — Dijo nervioso. Ella se sorprendió.
— Pues... Me encantaría. No me vendrá mal salir. — Raquel sacó un papel y un bolígrafo del bolso. — Toma, este es mi número. — Se acercó a Sergio y le dio dos besos. — Encantada.
Alicia entró por la otra puerta y vio la escena. Se dijo a sí misma que le daba igual. También mintió. Se sentía celosa. O con rabia. No lo sabía exactamente. Sergio entró en la cafetería otra vez. También vino de fumar y acabó de tomarse el café con su hermano.
**
Aquella noche Alicia sintió ganas de mandarle un mensaje a su ex-pareja. Apagó el móvil para evitar hacerlo. Se asomó a la terraza de su casa. Necesitaba que le diese más el aire así que se cambió de ropa, cogió un abrigo y bajó a la calle a dar un paseo. Volvió a encender el teléfono. Tenía un mensaje de Mónica, su mejor amiga.
«Alicia, estamos en el pub de la Plaza Mayor. Vente. Seguro que estás pensando en ella y te vendrá bien un trago.»
«Lo siento, tía. Esta noche no tengo ganas. El próximo día nos vemos.»
Volvió a guardar su teléfono en el abrigo. Tenía ganas de tomar algo pero sola. Se dirigió a una cafetería que le encantaba. No podía dejar de darle vueltas a la situación. ¿Había superado Raquel todo? ¿Tres años de relación superada en dos meses? No podía entenderlo. Cuando cruzó la esquina, mientras andaba, miraba por la ventana al interior de la cafetería. Estaba llena. «Encima me va a tocar esperar mesa.» Le encantaba aquel sitio. Cuando recordaba los momentos más felices de su vida, eran allí. La cafetería tenía un toque vintage pero moderno. Tenía un karaoke y una zona de baile. Era más grande de lo que parecía. Entró y allí la vio. «No me lo puedo creer» pensó. Dos veces en un mismo día. Si aquello no era mala suerte, no sabía lo que era. «¿Soy la persona más desgraciada del planeta? Sí soy.»
Se sintió como Raquel por la mañana. Notó que Raquel estaba feliz. Bailaba contenta con su amigo, pareja o lo que fuese. Llevaba el vestido rojo. Alicia salió corriendo de la cafetería, llamó a Mónica y se lo contó entre lágrimas.
— Yo pensaba que lo tenía superado, Mónica, pero no. La he visto con ese vestido y me he venido abajo.
— Cariño... Voy a buscarte.
— No, no. Quédate allí. Voy a ir a casa y me voy a acostar. Mañana será otro día y estaré mejor.
— Si necesitas cualquier cosa, llámame y me planto en tu casa en cinco minutos.
— No te preocupes, de verdad. Te quiero.
— Yo más. Ya sabes, lo que necesites...
— Gracias, tía. — Alicia colgó.
Llegó a su casa y tal y como le dijo a su amiga, se acostó.
**
Han pasado dos semanas desde que Alicia vio a Raquel bailar con aquel chico. Tenía que hablar con ella. Quizá no era demasiado tarde. Se vistió, fue a trabajar y a la vuelta pasó por una floristería. Compró el ramo más bonito que jamás había visto. Casi tan bonito como ella. Volvió a casa, lo puso a remojo y le escribió una carta. Sabía que si se dirigía a hablar con Raquel no iba a poder expresarse como quería.
«Raquel, necesito hablar contigo. Sabes que no soy muy buena expresándome oralmente así que he decidido escribirte.
Hace dos semanas que te vi con ese chico. El gafitas. Te vi bailar con él y me derrumbé. Te vi bailar con el vestido rojo que te regaló tu hermana y que siempre te dio vergüenza usar. Decías que tenía demasiado escote y solo te lo ponías cuando cenábamos en casa. ¿Te acuerdas de todas las veces que bailaste conmigo con ese vestido? No podía dejar de mirarte cuando lo llevabas puesto. Deseaba verte con él cada día y que le enseñases al mundo lo preciosa que eras. Me gustaba abrocharte la cremallera y desabrocharla cuando acabábamos de cenar.
Raquel, contigo por fin he comprendido que la vida es mucho más que el trabajo y el dinero. Que la vida se basa en más cosas. En las pequeñas cosas como ir a comprar al supermercado una vez a la semana y no veinte.
No sé cómo empezar a decirte que te quiero. Que te veía los domingos con el moño y ese pijama tan feo que te regaló tu padre y me enamoraba más de ti. No sé qué es eso que te hace tan especial. Me gustas hasta cuando lloras y te secas las lágrimas con la manga de la chaqueta. No sé cómo decirte que eres la primera persona que ha conseguido entenderme y quererme. Me has enseñado tanto. Y sé que yo a ti.
Todavía te quiero como el primer día, Raquel. Y te necesito conmigo. Sin ti me siento en ruinas. Vacía.Olvidémonos del pasado y empecemos de cero.
Te echo de menos.»
Alicia se quedó con mucho que decirle en la carta pero a la mañana siguiente, llamó a un mensajero para que viniese a recoger el ramo y la carta. Dio la dirección de Raquel y rezó para tener una respuesta. Por la noche, se sentó con la única compañía de un sándwich y el mando de la televisión. Comenzó a ver una película. En el momento que se sentó, alguien tocó al timbre. «Me cago en todo». Abrió la puerta y allí estaba ella: Raquel Murillo. Con la carta en la mano.
— ¿Raquel?
Raquel se echó a sus brazos y comenzó a besarla. Alicia la cogió y continuaron besándose hasta el amanecer.
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Raquel & Alicia | ONE SHOTS
FanfictionOne shots de Raquel Murillo y Alicia Sierra (La Casa De Papel) Iré actualizando según tenga ideas. Ninguna de las historias estarán enlazadas entre ellas excepto algunas que, quizá, tengan partes porque queden muy largas. Las fechas son completamen...