18 de junio.

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18 de junio.

Raquel se despertó aquella mañana sabiendo que hoy era su día y lo iba a pasar sola. Cuando sonó la alarma la apagó y cogió su móvil. Le mandó un mensaje a su mujer «Buenos días, cariño. Voy a ver si me ducho y marcho al trabajo. Cuando vuelva a casa, os llamo. Os quiero.» . Tal y como le dijo, se levantó y se metió en la ducha. Se secó el pelo y desayunó. Cuando terminó el último sorbo del café fue, otra vez, a la habitación a vestirse. Se sentó en la cama mirando al armario. Resopló y volvió a levantarse para coger la ropa. Miró el reloj y vio que le quedaba aún media hora para ir al trabajo, así que se sentó en el sofá diez minutos más. Tenía la comisaría al lado de casa, por lo que no tenía prisa de marcharse. En el momento en el que se sentó, sonó su teléfono. «¿Quién me llama a estas horas?»

— ¿Pero qué haces a estas horas tan arreglada?

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— ¿Pero qué haces a estas horas tan arreglada?

— Alguien tendrá que llevar al parque a tus hijos.

— Oye, cabrona, también son los tuyos.

— A decir verdad... Me he arreglado porque pienso ligarme a algún hombre que pasee por el parque. Es que mi mujer no está, ¿sabes? — Le guiñó el ojo en señal de vacile.

A Raquel la habían destinado a Vigo, a casi siete horas de Madrid, para un caso importante de narcotráfico. Le ofrecieron ser la inspectora jefe. Sabía que era una gran oportunidad para su carrera y, después de reflexionar mucho, decidió marcharse. No le resultó fácil dejar a su mujer, a su hija de ocho años y a su hijo recién nacido pero tuvo que hacerlo. Cada noche que llegaba a casa se arrepentía más y más de haber tomado esa decisión. Hablaba con su familia a diario pero cenar sola y vivir sola es duro y más si tienes hijos. Ya había estado distanciada de Alicia en otras ocasiones pero ahora era muy distinto. Habían formado una familia y separarse de ellos era demoledor. Tanto que Raquel estuvo, las dos primeras semanas, llorando cada noche pero nunca se lo contó a su mujer.

— ¿A qué hora entras a trabajar?

— A las 9 — Contestó Raquel.

— Tengo tiempo de enseñarte una cosa. — Alicia enfocó a Paula, de ocho años, e Izan, que tiene dos meses escasos y estaba tumbado en su capazo y con un globo atado a su manita. A Raquel se le llenaron los ojos de lágrimas.

— ¡Feliz cumple, mami! — Paula le enseñó un dibujo que le había hecho de los cuatro. — ¿Te gusta?

— Muchísimas gracias, mi amor... ¡Claro que me gusta! Ahora tienes que ponerlo en la nevera.

— ¡Sí! — Respondió la niña. Alicia volvió a enfocarse.

— Feliz cumpleaños, cariño... Ya queda menos para que vuelvas. Te echamos mucho de menos.

— Y yo a vosotros... — En ese momento no pudo evitar ponerse a llorar.

— No te pongas a llorar que aún estoy sensiblona y entramos en un bucle...

— Mami, mira — Alicia volvió a enfocar a su hija. — Te hice esto en el cole. — Era una figura de arcilla de Raquel con una pistola. — Lo hicimos por el día del trabajo pero no quería enseñártelo hasta tu cumple.

— Jo, cariño, me encanta. ¿Qué te parece si cuando vuelva la pintamos?. — A Raquel le encantaba pintar. Tenía una habitación entera llena de trastos de pintura: caballetes, pinturas, brochas...

— Ah, mami y tengo otra cosa.

— Madre mía, Paula, es el mejor cumpleaños de mi vida. Nunca me habían regalado tantas cosas.

— Este dibujo lo hemos hecho Izan y yo. — Se escuchó la risa de fondo de Alicia.

— Me encanta, chicos... Guárdalo bien que cuando llegue a casa, lo pongo en la pared de la habitación.

— Vale, mami. — Alicia se enfocó, otra vez.

— Bueno, cariño... Me tengo que ir a trabajar. No tengo ganas...

— Lo sé... Esta noche te llamamos cuando cenemos. Vamos a dar un paseo.

— ¿Cómo salís tan pronto?

— Es que luego quiero ponerme a recoger en casa y no me da tiempo a todo.

— Claro... Bueno, chicos. Os quiero muchísimo. — Alicia se enfocó a ella y a los niños.

— ¡Y nosotros! — Dijeron Paula y Alicia a la vez.

Raquel colgó. Le daba pena no poder estar con su familia pero aquella llamada le alegró la mañana. Metió el móvil en el bolso, cogió las llaves de casa y se marchó a la comisaría. De camino, se encontró con Suárez.

— Buenos días, Raquel.

— Hola, Suárez. ¿Qué tal?

— Muy bien. Oye, me ha chivado el Facebook que es tu cumpleaños. Muchas felicidades.

— Gracias, amigo. — Se dieron dos besos.

**

La jornada terminó. Raquel volvió a casa agotada. Se tumbó en la cama durante unos segundos antes de empezar a desvestirse y ponerse el pijama. Decidió pedir comida china a domicilio, así llamó y encargó unos cuantos platos. No tenía ni ganas de cocinar aunque se sentía un poco loser pidiendo comida china el día de su cumpleaños. A los diez minutos, tocaron a la puerta. «Que pronto ha llegado... » Se extrañó. Miró por la mirilla, no se veía nada. «¿Qué?». No le dio más importancia y se alejó de la puerta. Cuando se dio la vuelta, volvieron a tocar a la puerta.

— ¿Quién es?

— Abre. — Hizo caso a la orden y abrió la puerta. Allí estaban Alicia, Paula e Izan. Paula se agarró como un monito a su madre.

— Pero... ¿Se puede saber qué hacéis aquí?

— Hemos venido a celebrar tu cumpleaños. Anda, ayúdame a meter las cosas.

Raquel ayudó a Alicia a meter las maletas y el carrito del bebé. No se podía creer que iba a terminar el día de su cumpleaños acompañada de su familia.

— Es el mejor regalo que me podíais hacer. — Le dio un beso a Alicia y cogió al bebé en brazos. — Hola, mi amor... Qué grande estás. — Alicia se acercó a ella, le acarició suavemente la cabeza y la abrazó por la espalda. Paula se unió al abrazo.

Cuando llegó la comida china, cenaron y se quedaron hasta tarde en el sofá hablando y jugando. Montaron la cuna del bebé antes de acostarse y le prepararon el sofá a Paula para que durmiese. Alicia y Raquel se acostaron juntas y terminaron la noche haciendo el amor.

— Gracias. Gracias por estar aquí. — Alicia le sonrió y volvió a besarla. Se quedaron dormidas abrazadas. 

Raquel & Alicia | ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora