|07| Treinta y uno es más que diecisiete

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ADVERTENCIAS: +18 Lemmon. Leer bajo su propia responsabilidad. 

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¿Quién en su retorcida cabeza había dictaminado que las menores de edad deberían de estar prohibidas? Seguramente, el tipo que inventó esa estupidez era un completo virgen que todavía no conocía lo placentero de sumergirse entre las piernas de una mujer.

La edad no hace la diferencia para el sexo. Que él tuviera treintaiún años y ella cumplidos diecisiete, no impedía para nada que ella fuera una diosa en la cama.

Que Kakashi fuera mayor que Ino sólo ponía en juego catorce años de diferencia y un delito en su historial. Nada más. 

—¡Quítate la máscara! —ordenó ella con desesperación mientras se montaba sobre su torso desnudo.

Él no tenía la culpa.

Ino lo había estado provocando desde hace varios días con coqueteos infantiles, con gestos seductores y miradas libidinosas. El hecho que Ino Yamanaka fuera la querida hija de uno de sus socios, sólo era una cruel coincidencia.

Y ahora, sin comprenderlo del todo, la había llevado hasta su cama tras una grata casualidad en un antro reconocido.

Sin saber en qué momento ocurrió todo, se encontraron envueltos en una ola de calor y lujuria, que había hecho llegar a su máximo el miembro viril de Kakashi. Esa mujer sabía cómo ponerlo al borde de la locura.

Jodidamente delicioso.

Le encantaba la forma en que ella devoraba su cuello entre lamidas y mordidas. Le apasionaba la manera en que Ino tomaba el control de la situación y trataba de apoderarse de su cuerpo. Pero sobre todo, le excitaba que ella fuese menor.

Era un maldito pervertido.

Una vez que se quitó la máscara, que siempre llevaba consigo, se regocijó con la mirada sorprendida que Ino le regaló, y eso hizo que Kakashi se sintiera superior. Después de todo, él era el de más experiencia sexual.

Con un brusco movimiento logró tumbarla sobre la cama y ponerse encima de ella, atrapando sus brazos por encima de su cabeza, dejándola completamente expuesta a sus deseos más pecaminosos.

—Tú eres la culpable —expresó con calma, pero era evidente que ardía por hacerla suya.

Con su brazo libre se aventuró a apretar con furia sus muslos desnudos, asegurándose de dejar bien marcados sus dedos.

Ino se quejó un poco a causa del dolor, pero sonó más como un gemido que acabó por cautivarlo. 

Kakashi continuó acariciando con severidad cada espacio de su cuerpo sin dejar de aprisionar sus muñecas. Acercó sus labios a su vientre, encargándose de saborear con su lengua el embriagante sabor a sudor que largaba de cada uno de sus poros.

Ino gemía cada vez con mucho más volumen, causando mil emociones en él.

—Va-vamos, ¡hazlo, Kakashi!

Sintió erizársele los vellos de la nuca al escuchar la manera jadeante de pronunciar su nombre.

No podía soportarlo más, era una tortura imparable.

Soltó sus muñecas y la besó con rapidez, sintiendo sus labios entre el choque de sus bocas, percatándose de cómo sus salivas se mezclaban en un único movimiento. Quería besarla hasta quedar sin aliento, hasta que sus labios estuvieran demasiado hinchados por el contacto.

Con impaciencia la despojó de su ropa interior, maravillándose con la desnudez completa de la chica. Llevó sus manos a sus redondos pechos y los apretó con la palma para moverlos en círculos. Ino echó su espalda hacia atrás, presa de las sensaciones que le quemaban.

—¡Hazlo de una vez!

Él sonrió, satisfecho con la forma que pedía a gritos por hacerle el amor.

Se deshizo de sus propios calzoncillos y dejó al descubierto su miembro totalmente erecto, formando una línea vertical. Ino se saboreó al verlo de esa forma.

Sin ningún tipo de consideración, Kakashi capturó las dos piernas de ella, separándolas, listo para abrirse paso entre ellas. La contempló una vez, sintiéndose como un depravado al extasiarse con su rostro descolocado y el cabello rubio pegándose a la cara.

—Bienvenida al mundo del placer.

La penetró con fuerza, para romper sin dificultad la barrera que todavía guardaba en su interior. Ino gritó de dolor al sentir el grosor, provocando que de inmediato encajara las uñas en la espalda de éste para apaciguar un poco el malestar en su sexo.

A Kakashi no parecía importarle que ella estuviera sufriendo, porque apenas pudo llegar lo más profundo posible, comenzó a embestirla con rudeza. Pero el dolor pareció no quedarse mucho tiempo, porque tan pronto Kakashi empezó a moverse, Ino empezó a gemir como nunca.

Kakashi no tenía la culpa. Que Ino fuera catorce años menor lo hacía ver aún más excitante.

Ahora, ¿cómo ocultar sus recurrentes encuentros sexuales del padre de Ino y socio de él?

Ese sería su mayor problema.

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Fecha original: Mar 13, 2017. 

 Créditos al autor de la imagen.

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