Capítulo IV: Historias del ayer.

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Las heridas que no se ven son las más profundas.
-Shakespeare


Una suave brisa recorría aquella mañana en el pueblo, el invierno se iba acercando a pasos agigantados y todo el mundo empezaba a usar prendas abrigadoras.

Harry se encontraba en su habitación, había comenzado a estornudar la noche pasada y al despertar supo que se estaría resfriando pues un dolor de cabeza acompañaba a su voz un poco ronca y a sus ojos caídos.

Su abuela le estaba dando de tomar una sopa de verduras, la cual estaba muy caliente y tenía que soplar de vez en cuando; su nieto se encontraba sentado con su espalda pegada al respaldar de la cama, una cobija amarilla entre sus brazos mientras los tenía cruzados con un leve ceño fruncido en el rostro.

—Abuelita, ya te dije que no soy un bebé. —frunció un poco los labios cuando la cuchara se acercaba a su boca— Puedo tomar la sopa solo.

—Silencio Hazz, ya te he dicho que para mí siempre serás mi bebé. —le respondió con una mueca de falsa seriedad, fallando al sonreír enternecida, mientras el menor se resignaba y abría la boca para pasar el líquido, haciendo que su organismo le agradeciera a gritos después de no haber comido nada la noche anterior.

El joven no lo aceptaría, pero sabía que muy en el fondo le gustaba ser consentido por su abuela Abby. Cuando estaba con ella se sentía protegido y cuidado, había sido su soporte desde lo ocurrido hace años y está muy agradecido por eso.

—No sabía que eras amigo de Louis, no me habías contado nada. —regañó dulcemente su abuela, el rizado siempre le contaba todo lo que pasaba en el día, sobre los clientes, los ramos que realizaba y hasta lo que día a día aprendía con los libros de su hermano.

Sin embargo, Harry nunca había tenido un amigo, ni siquiera salía mucho de la florería a pesar que su abuela le insistía en hacerlo y es que siempre fue una persona muy tímida y se le dificultaba el socializar.

—N-no es mi amigo, abuelita. —respondió mientras jugaba con los dedos de sus manos.— Me refiero a que... recién lo conozco. —se queda callado unos segundos antes de volver a hablar con algo de curiosidad. —¿Cómo sabes su nombre? ¿Te lo dijo?

—No, no hacía falta. —hace un ademán con la mano quitando importancia al asunto.— Es Louis Tomlinson, todo el pueblo lo conoce.

—¿Tomlinson? —arquea una ceja mientras mantiene una mirada curiosa.— ¿Es hijo del profesor Tomlinson? ¿El que viene cada tanto a la florería?

Harry se había quedado asombrado con aquella información, y es que el profesor Joseph Tomlinson era una persona muy popular y muy querida en Holmes Chapel. Todo el pueblo conocía su nombre; el rizado lo había visto un par de veces por la florería y nunca se hubiera imaginado que el castaño fuera su hijo; si, ahora que lo pensaba mejor tenían cierto parecido pero el profesor era una persona muy seria y daba algo de miedo estar bajo su punto de visión. Totalmente opuesto a lo que sentía cuando Louis estaba presente, él era muy amigable y sonreía mucho.

—Si, así es. ¿No lo sabias? —el menor negó al tiempo que la última cucharada de sopa entraba en su boca.— Bah, no importa. Igual estoy segura que se llevarán muy bien.

Harry pudo notar que su abuela estaba tratando de ocultar una sonrisa, pero salió de sus pensamientos cuando Abby lo obligó a acostarse para seguir descansando. Minutos después, a regañadientes, el menor se quedó profundamente dormido.


Una hora y media más tarde, Harry apareció por el umbral de la puerta que conecta su casa con la florería, se encontraba envuelto en su cobija favorita la cual arrastraba un poco al caminar, tenía los ojos llorosos por la gripe y de vez en cuando aclaraba su garganta ya que le picaba un poco.

Flower Souls (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora