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Las semanas pasan rápido, y poco a poco llega el otoño, que con el cambio climático no se nota mucho, y el calor hace que parezca verano. Por lo que hay días en los que aún voy en pantalón corto.

Empiezo a tener bastantes trabajos y ejercicios, por lo que casi no salgo de casa.

7:40 de la mañana.

Estoy sentada en la mesa de la cocina, acabándome la manzana que he cortado y el café de cada mañana.

-Hoy- dice Carlos apareciendo de repente en la cocina vestido y peinado.

¿Es que no sabe aparecer como la gente normal? ¿Ni un hola, buenos días?

-¿Hoy qué?- digo dejando la taza de café en la mesa.

Este chico nunca sabes por donde va a salir. Llevo más de un mes viviendo con él y aún no llego a entender su idioma particular de gestos y acciones.

-Hoy empiezas en el taller- abre la nevera cogiendo la leche sin casi mirarme.

-¿Hoy? ¿Y qué se supone que debo hacer?

-Pues ir a trabajar.

-¿Y dónde es?- empiezo el interrogatorio.- No me has contado nada.

-Tampoco hace falta- se pone el café en la taza.- A las tres y media en frente de la uni, te paso a buscar

-¿Tú?- pregunto.

¿Carlos y yo en un coche?

Esto sin duda no acaba bien.

Por mi mente pasan dos cosas, la primera, ¿desde cuándo Carlos se ofrece a llevarme a algún sitio?

Y la segunda, ¿desde cuándo se despierta temprano?

-Claro, ¿cómo vas a ir sino?- ríe con ironía. No sabes donde está.

-Por eso, dime donde es y ya voy andando- la solución más fácil.

-Te llevo yo,- me mira- prefiero que no llegues tarde y así no me dejes mal.

-Yo nunca llego tarde- le advierto.

-Me da igual, te llevo y ya- ¿por qué es tan cabezota?

-Pues nada, lo que diga el niño- ruedo los ojos levantándome y dejando en el lavaplatos el vaso que he usado.- Me voy, Javi hace unos minutos que se ha ido.

Limpio un poco la mesa y tras mirar que no dejo nada en la encimera, me dirijo hacia Carlos.

-Cierra cuando salgas.

-Lo que diga la niña- dice repitiendo lo que he dicho hace unos segundos.

-Qué gracioso...- le respondo- y original, sobretodo eso.

-Se llama sentido del humor, ¿te suena?- me dice Carlos con ironía.

-¿Y a tí te suena algo que dice que son las siete y media de la mañana y que no estoy para tonterías?

-Son y 47- dice mirando su móvil.

-¡¿Qué?!- me giro hacia él- Mierda llego tarde.

Entro en la habitación rápidamente y, tras poner todo lo que necesito en la bolsa que llevo cada día, salgo por la puerta y, después de bajar por el ascensor intentando desenredar los cascos, paso por el bar donde trabaja Javi, le saludo rápidamente, ya que sino no voy a llegar a la universidad y me voy.

*narra Carlos*

Me quito el casco y lo dejo colgando en el manillar.

Tras acabarme el cigarro, lo tiro al suelo y lo apago, para sacar mi móvil del bolsillo y mirar la hora. Pasan tres minutos, debe estar al caer, por lo que no me quito la chupa que llevo, aunque me esté muriendo de calor, la he cogido para después por la noche.

Dos Miradas No Se Cruzan Por CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora