Epílogo

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Me giro, y lo primero que veo es el cuerpo de Carlos a mi lado, veo su espalda tonificada al descubierto.

Suspiro, y tras estirarme un poco, me levanto a coger algun jersey que haya por ahí.

Es verano, pero sigue haciendo un poco de frío por las mañanas.

Al cerrar el armario, veo a través del espejo que Carlos se mueve, por lo que aprovecho para tirarme encima de él, cosa que le pilla por sorpresa y gruñe.

-Buenos dias...

-Hm...

-¿Cansado?- sonrío. No hace falta decir nada más, nos entendemos con solo una palabra.

-¿Lo dudas?- se ríe aún con la cara entre el cojín.

-¿Sabes?- suspiro.- A veces pienso que no sé ni que estoy haciendo aquí.

-¿Qué quieres decir? ¿Te arrepientes?

-¿Cómo quieres que me arrepienta de haber venido a Londres?- río.- Y además, contigo.

-No sé... es lo que me dices tú.

-No es eso Carlos, es solo que... no sé, tan lejos de casa, los dos solos...

-¿Has estado bien estas últimas semanas aquí?

-De maravilla.

-Entonces no hace falta discutir nada más, tienes que pensar en el momento, ¿eres feliz ahora?

-Mucho- sonrío, y demasiado, pero me permito hacerlo ya que no me puede ver estando con la cara hacia abajo aún.

-Y tengo otra pregunta para esta chiquilla tan quisquillosa...- se gira de golpe, haciéndome caer en la cama.

-¿No le apetecerán a esta chica de aquí unos crepes para desayunar??

Asiento rápidamente, sin perder ni un segundo, ya que no puedo desperdiciar esta propuesta.

-Okey, pues voy para la cocina- se levanta poco a poco, y cuando ya esta de pie, me levanto rápidamente para subirme a su espalda.

Me cojo a él como si no hubiera un mañana, y le abrazo, dándole a entender que va a tener que llevarme hacia la cocina.

Hace ya cuatro meses que nos planteamos hacer esta locura. Mudarnos a Londres, juntos, y lo hicimos, hace a penas un mes.

Acabé el año en la universidad, y pedí si podia hacer el próximo curso, que es solo de prácticas, en Londres, de Erasmus. Y tras muchos esfuerzos, permisos y acreditaciones, al fin me dejaron.

Carlos contactó con un amigo suyo, con el que había estado aquel mes y pocos días más, en navidad, y nos dejó un piso a mitad de precio bastante cerca del centro.

Me siento en la mesa de la cocina, en la que solemos comer todos los días, menos en los días que son como el de hoy, especiales. Hoy, hace medio año nos separamos, Carlos se fué a Londres, y yo a Cádiz.

¿Por qué lo celebramos?

Fácil. Porque es el día en el que nos dimos cuenta que nos gustábamos, pero no nos lo dijimos hasta que Carlos volvió de Londres y me vino a buscar a la playa... aquel día...

Lo recuerdo como si fuera ayer, uno de los más bonitos de nuestra relación, y de mi vida.

-¿Zumo?- me pregunta mientras se calienta la sartén.

-Por favor- sonrío asintiendo.

-Julia- me llama desde la nevera.

-Dime

-¿Te puedo contar algo?

-Claro- accedo, y se acerca a mi, rodeandome con sus brazos.

-¿Recuerdas un día.... en el que nos encontramos en un baño... y que...?

-Sí- le corto. No hace falta que continue, ambos sabemos lo que ocurrió.

-Pues ese mismo día, cuando saliste de ese baño, aún recolocándote el pelo, supe que acabaríamos así. No me preguntes el porqué, pero tuve ese presentimiento.

-Bueno... pues por lo que veo la intuición no te falla a tí...- me río.

-Pues yo no lo pensé, pero llegaste a mi vida, y la cambiaste por completo señor Carlos Ruíz.

-¿Señor? ¿Cómo que señor? ¡Si no soy mayor!- se queja.

-Tienes 26 años Carlos- me río de su cara, y al ver que no contesta, intento arreglarlo.- Pero aún así te quiero, y muchísimo.

Me mira, y sin apenas pestañear, se va corriendo, supongo que a nuestra habitación.

-Espera aquí.

Le veo desaparecer, sin dejarme opción a rechistar. Veo como vuelve rápidamente.

-Julia, no sé si ahora mismo la estoy liando aún más, si voy a destrozar esto tan bonito que hemos creado, créeme que no tenía pensado hacer esto hoy y no es algo que debamos hacer ahora, ni siquiera este año, pero... la vida es muy corta, y yo, en esta vida tan corta que tenemos, estoy seguro de pocas cosas, una de ellas es que no tengo tiempo que perder, y que estoy enamorado de tí. Por todo esto, y mil razones más,- veo cómo se arrodila ante mi y abre una pequeña caja, donde descansa un anillo precioso- ¿te quieres casar conmigo?

-Carlos...- me llevo las manos a la cara. No tengo palabras. Carlos se me acaba de declarar, quiere que nos casemos.

-¿Qué me dices Julia? ¿Quieres vivir esta vida tan corta que tenemos, juntos?

No puedo hacer nada más que asentir repetidamente.

-Claro que sí, Carlos- le extiendo mi mano para que me ponga el anillo.

-Te quiero Julia- me abraza.

-Y yo a tí Carlos.

En ese preciso instante solo sabía esto. Que le quiero, y que de hoy en adelante, solo quiero pasar, como dice él esta vida tan corta que tenemos a su lado, sea en Londres, en Madrid o en Cádiz, me da igual.

Y es que Carlos tiene razón, vida solo se vive una, hay que aprovecharla, y eso es lo que voy a hacer, junto con, a partir de hoy, mi prometido, aquí en Londres, juntos.

FIN

Dos Miradas No Se Cruzan Por CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora