12

83 7 0
                                    

-He acabado- me acerco a ella.- ¿Estás ya?

-Sí, esto lo acabaré el próximo día- señala a una parte del coche.

-Dios mío Carlos, ¿sabes lo que es el desodorante?- pone cara de asco mientras se sitúa enfrente mía.

-He estado trabajando toda la tarde, ¿qué te crees? ¿Que voy a oler a rosas?

-Odio tus ironías- rueda los ojos y se cruza de brazos.

-Pues mira qué casualidad, yo te odio a tí- dejo el trapo que tenía en el hombro encima del capó.

-Yo no diría lo mismo- se acerca un poco a mí.

-¿Ah no?- le miro fijamente.

-Hace una semana no decías lo mismo- empieza a bajar el tono.

-¿Hace una semana ya?- bromeo seriamente.- Cómo pasa el tiempo...

-Sí, verdad, debes estar necesitado, por lo que he observado estos días no has salido de casa- se acerca aún más.

-¿Qué pasa, me vigilas Julita?- frunzo el ceño.

-No, solo que vivimos en la misma casa, todo se sabe.

-Sí, como por ejemplo cuando no me dejáis dormir Javi y tú por las noches por estar haciendo cosas que no tienen precisamente el nombre de, dormir.

-¿Así que nos escuchas? ¿Por qué, Carlos?- pero no obtiene respuesta, así que sigue hablando.- ¿Puede que sea por que quisieras ser tú el que esté en esa cama?

-No juegues con fuego, que te quemarás...

-¿Y si es eso lo que quiero?- sus ojos me miran fijamente, llenos de deseo.

No digo nada más, me giro y me dirijo hacia las oficinas.

La miro para hacerle un gesto, pero no hace falta, me sigue, va a pocos metros de mí.

Pasamos las oficinas, hasta llegar a los vestuarios compartidos que hay. La miro por última vez, con mis dos manos empujo la puerta, le miro y desaparezco dentro del vestidor.

No tarda ni medio minuto en entrar.

Escucho sus pasos, lentos, camina poco a poco, sin prisa, pero tampoco sin pausa.

Pasa las taquillas, hasta llegar donde estoy yo, la ducha de hombres.

Al fin la veo, está seria, se ha deshecho el moño, y su pelo luce despeinado, cayendo en su espalda.

Yo estoy apoyado en la pared, observando, intentando adivinar cuál va a ser su próximo movimiento, y es uno que sin duda, me pilla totalmente por sorpresa.

Se desata la parte de arriba del mono, haciendo que caiga hasta la cintura, donde gracias a una goma interior que hay, no cae al suelo del todo, maldita goma.

Se va acercando a mí, y cuando la tengo a menos de medio metro, mi mano empieza a recorer su brazo, lentamente. Hasta finalmente llegar a su hombro, donde el pelo onduldo le cae, despeinado.

Paso por su clavícula, hasta llegar a su cuello, donde me detengo más rato, y lo examino detenidamente.

-¿Vas a dejarte de tonterías ya?- me pregunta Julia mirando a mi mano, para luego levantar la cara y mirarme a mí.

Cosa que aprovecho yo para lanzarme.

narra Julia*

Su mano impacta en mi espalda, haciendo que me acerque a él aún más, y que por lo tanto nuestros cuerpos estén pegados a más no poder.

Dos Miradas No Se Cruzan Por CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora