-He acabado- me acerco a ella.- ¿Estás ya?
-Sí, esto lo acabaré el próximo día- señala a una parte del coche.
-Dios mío Carlos, ¿sabes lo que es el desodorante?- pone cara de asco mientras se sitúa enfrente mía.
-He estado trabajando toda la tarde, ¿qué te crees? ¿Que voy a oler a rosas?
-Odio tus ironías- rueda los ojos y se cruza de brazos.
-Pues mira qué casualidad, yo te odio a tí- dejo el trapo que tenía en el hombro encima del capó.
-Yo no diría lo mismo- se acerca un poco a mí.
-¿Ah no?- le miro fijamente.
-Hace una semana no decías lo mismo- empieza a bajar el tono.
-¿Hace una semana ya?- bromeo seriamente.- Cómo pasa el tiempo...
-Sí, verdad, debes estar necesitado, por lo que he observado estos días no has salido de casa- se acerca aún más.
-¿Qué pasa, me vigilas Julita?- frunzo el ceño.
-No, solo que vivimos en la misma casa, todo se sabe.
-Sí, como por ejemplo cuando no me dejáis dormir Javi y tú por las noches por estar haciendo cosas que no tienen precisamente el nombre de, dormir.
-¿Así que nos escuchas? ¿Por qué, Carlos?- pero no obtiene respuesta, así que sigue hablando.- ¿Puede que sea por que quisieras ser tú el que esté en esa cama?
-No juegues con fuego, que te quemarás...
-¿Y si es eso lo que quiero?- sus ojos me miran fijamente, llenos de deseo.
No digo nada más, me giro y me dirijo hacia las oficinas.
La miro para hacerle un gesto, pero no hace falta, me sigue, va a pocos metros de mí.
Pasamos las oficinas, hasta llegar a los vestuarios compartidos que hay. La miro por última vez, con mis dos manos empujo la puerta, le miro y desaparezco dentro del vestidor.
No tarda ni medio minuto en entrar.
Escucho sus pasos, lentos, camina poco a poco, sin prisa, pero tampoco sin pausa.
Pasa las taquillas, hasta llegar donde estoy yo, la ducha de hombres.
Al fin la veo, está seria, se ha deshecho el moño, y su pelo luce despeinado, cayendo en su espalda.
Yo estoy apoyado en la pared, observando, intentando adivinar cuál va a ser su próximo movimiento, y es uno que sin duda, me pilla totalmente por sorpresa.
Se desata la parte de arriba del mono, haciendo que caiga hasta la cintura, donde gracias a una goma interior que hay, no cae al suelo del todo, maldita goma.
Se va acercando a mí, y cuando la tengo a menos de medio metro, mi mano empieza a recorer su brazo, lentamente. Hasta finalmente llegar a su hombro, donde el pelo onduldo le cae, despeinado.
Paso por su clavícula, hasta llegar a su cuello, donde me detengo más rato, y lo examino detenidamente.
-¿Vas a dejarte de tonterías ya?- me pregunta Julia mirando a mi mano, para luego levantar la cara y mirarme a mí.
Cosa que aprovecho yo para lanzarme.
narra Julia*
Su mano impacta en mi espalda, haciendo que me acerque a él aún más, y que por lo tanto nuestros cuerpos estén pegados a más no poder.
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Dos Miradas No Se Cruzan Por Casualidad
Teen FictionUna boda, una pareja, y alguien que no debería haber conocido. Él, el chico que va a hacer que se replantee todo lo que tenía por sabido. Él, el chico castaño de aquella boda. ¿Por qué tenía que conocerle? No lo sabe, pero algo de lo que no duda Jul...