Ravenna contuvo un grito ante lo que sus ojos presenciaban. Lo iba a matar. El enorme hombre iba a destrozar a Louis y no había nada que ella podría hacer para evitarlo. La pequeña Olivia descansaba entre sus brazos, con respiración pesada, sus rizos rubios cayendo por su pequeño rostro, sus labios rosados entreabiertos y su pequeña nariz abotonada escondida entre sus cabellos.
Louis aferró la espada entre sus manos con toda la fuerza que le fue posible. El hombre se movió de manera brusca hacia el príncipe. El público estaba en completo silencio, Louis acababa de romper una regla y no había nada que su padre pudiera hacer para interponerse. Si, era el rey, sus decretos eran órdenes pero Louis acababa de tomar el sello a estampar en su carta de reputación entre sus manos. Si su padre se interponía, sería considerado poco honorable y se correría la voz que el futuro heredero al trono tuvo que ser salvado ya que es incapaz de defenderse solo. Una completa tontería, pues podía costar la vida de su hijo, pero así eran las cosas.
Ravenna se puso de pie, aferrando a la pequeña Olivia a su pecho. Dalia miraba la pista de arena roja con el rostro contraído en tensión, la reina observaba al rey con furia, este último solo miraba la puesta en escena con el ceño fruncido.
Otra vez, el ruido de las espadas chocando entre sí era lo único que se oía en el lugar. Louis no era el mejor peleador, Laurie siempre solía decir que cuando el llegara al trono, haría posible el primer reinado con dos reyes porque consideraba a su hermano menor totalmente capaz para dirigir un reino. Laurie era más apto para la guerra, era un excelente capitán de tropa y peleaba con una agilidad impresionante. Al menor de ambos no le llamaba la atención ir a una guerra, en lo absoluto, el era más sociable, asistía a fiestas, iba a ciertos bares, su opinión era muy tomada en cuenta por el consejo del rey a pesar de su corta edad.
Liam estaba tendido en el suelo, veía a Louis, quien había arriesgado su propia vida para salvar la de él. Sin embargo, ahora el temía no poder devolverle el favor, sus heridas eran graves y no estaba seguro si podría ponerse de pie sin desmayarse antes. Sentía como las gotas de sudor resbalaban por su frente, como su piel ardía bajo la armadura de metal. Dirigió su vista hacia el balcón, sabía que el rey podía detener la pelea, pero también sabía que no quería hacerlo; no humillaría el nombre de la casa por un hijo que no supiera la manera correcta de defenderse con una espada.
Louis estaba sufriendo, sus músculos dolían, la espada aún no había probado su sangre pero no estaba lejos de hacerlo. Louis no peleaba, huía. Se escurría entre los movimientos pesados del guardia con pasos ágiles, danzaba entre las arenas rojas de la muerte.
Y a la muerte no le gustaban los bailarines intrusos.
El príncipe lo sabía, lo presentía, su vida iba a terminar ese día. Su alma extrañaba tanto a la de Laurie que le era imposible permanecer en la tierra mientras él estaba en el paraíso; mas Louis no quería irse. Tenía que quedarse, quería quedarse, porque las promesas no se rompen.
"Es una promesa enano"
Entre movimientos desesperados, Louis empezó a hablar, empezó a llamar a Laurie, en su mente su hermano era lo único que lo podía guiar mientras seguía escapando del arma de acero. El guardia sabía que lo tenía cansado, era cuestión de tiempo, de suerte, de vida o de muerte. En algún momento el pequeño príncipe se cansaría, y una enorme espada esperaba ansiosa.
En el balcón, todo era un caos, un caos inexistente. Y eso perforaba el corazón de Ravenna de la manera más dolorosa posible, podría ser una excusa, podría ser una excusa el decir que ni la reina, ni la princesa intercedieran ante el rey para parar esa tortura porque sabían que el rey no lo haría. Pero aún así, era Louis ¿No sentían su corazón parar cada vez que sus pies rozaban la arena? ¿Sentían algo, en lo absoluto?
Al final, no fue cuestión de tiempo, de suerte, de vida o de muerte. Fue cuestión de otro bailarín intruso, uno que se interpuso entre Louis y el guardia en el momento exacto en el que el enorme hombre iba a decapitar al príncipe, quien de rodillas y manos fijas en la arena roja, herido, ya había aceptado su destino.
Fue cuestión del destino o tal vez de una promesa, Louis alzó el rostro luego de haber visto como el guardia caía muerto ante sus ojos. Y podría haber jurado que vio un ángel.
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Call me to Heaven * Larry Stylinson *
Hayran Kurgu"He pecado" "¿Qué has hecho?" "He caído por él" "¿Qué dices?" "Sentí como si me arrancaran las alas y él era el único capaz de sostenerme en el aire mientras que a la misma vez me lo robaba del cuerpo,sus suaves manos se aferraban a mi espalda ¿pec...