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-Por enésima y última vez Edward ¿A dónde me estás llevando? - la suave voz de Javadd sacó al ángel de su pequeño trance. Tantos años viendo a los ojos a tantas personas y sin embargo nunca se le había fijado tanto una mirada en su memoria. En su interior. 

-A un torneo - contestó de manera obvia.

-¿De quién?¿Por qué?

-Del rey, pensé que podríamos divertirnos un poco - caminaban por un sendero rodeado de árboles frutales, pequeñas bayas rojas cubrían gran parte de la tierra, sin embargo, nada ocurría cuando caminaban sobre ellas. No las aplastaban hasta dejar manchas rojizas en el suelo, no percibían la esencia dulce y salada en el aire, no sentían los rayos del sol tostar su piel. 

-¿Divertirnos? Ver a soldados morir no es divertido - los ojos café de Javadd observaban la estructura del palacio que empezaba a surgir ante ellos indicando que estaban cerca al pueblo. 

-Vemos a personas morir a diario, y sabes exactamente a lo que me refiero - Edward se percató de lo mismo y aceleró el paso, podían simplemente cerrar los ojos y al volver a abrirlos se encontrarían en el lugar del torneo, pero a veces era entretenido caminar, ver a las personas, guiarlas un poco. No sentirse solos en el mundo.

-No lo sé - replicó el ángel.

-Admite que te gusta ir a lugares dónde hay muchas personas, te encanta leer lo que pasa por sus mentes - una media sonrisa se formó en los labios de Edward y Javadd movió ambas manos en negación. 

-Es abrumador en verdad - confesó - Tantos pensamientos a la vez. 

Se detuvieron a la entrada del pueblo. Ruidos y voces, tanto verbales como mentales se hicieron presentes.

-Pero te entretiene - dijo el ángel de ojos verdes sonriendo, incitando a su compañero a que le diera la razón.

-Si, me entretiene.

Caminaban a paso lento, a esa hora del día era todo un ajetreo como ya era de esperarse, unos cuantos soldados patruyaban el lugar, mujeres con baldes de agua o de fruta caminaban con prisa, otras con sus niños en brazos o tomándolos de la mano entre la muchedumbre. Unos que otros hombres cantando, evidentemente ebrios.

-¿No es muy temprano para que se encuentren en ese estado? - preguntó Edward.

-Los bares y burdeles nunca cierran, o al menos eso parece- respondió Javadd.

-Quisiera saber que se siente - soltó el ángel de ojos verdes sin pensar. 

-¿Qué cosa? 

-Estar ebrio.

Javadd bufó y le sonrió de lado. 

-¿Quiseras estar así?

-¿Porqué no?

-¿Porqué si?

-Porque tal vez sería bueno sentir algo alguna vez, aunque sea un estado desagradable - la seriedad se hizo presente en el rostro de ambos, no era la primera vez que Edward se quejaba de las cosas que como ser divino no podía hacer, o sentir. No era la primera vez que Javadd veía como el brillo verde característico de su mirada dejaba de resplandecer por unos segundos. 

-Para mí, esto es entretenido - contestó el moreno luego de un rato y al pestañear de Edward se encontraba sobre el techo rojo de una de las casas, a su lado - Podemos hacerlo todo Edward, todo sin alterar nada. 

-Podemos hacerlo todo, pero nada que en verdad importe - contesó Edward y luego de un suspiro desapareció, Javadd los siguió inmediatamente, al abrir los ojos de nuevo se encontraban entre una multitud de personas. Ambos alzaron las cejas aludidos con todos los ruidos presentes que envolvian el aire espeso. 

El ángel moreno alzó la vista, miró directamente hacia el balcón en el que se encontraba la familia real, divisó inmediatamente al príncipe y soltó un bufido acompañado de una sonrisa burlona. Miró a Edward.

-Ya veo, me has traído aquí por el principito primoroso - comentó, Edward no escuchó sus palabras. Las palabras de Javadd se perdieron en el aire, en los rayos de sol; sol, el único sol que el podía ver en ese momento tenía el cabello castaño, y los ojos azules más divinos que el propio paraíso. Y brillaba, en el cielo celeste, brillaba como ninguna otra estrella lo ha hecho. 


Call me to Heaven * Larry Stylinson *Donde viven las historias. Descúbrelo ahora