Nuevas sensaciones

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Aquella noche, Maite estaba inquieta. No podía dormir, tenía una sensación de melancolía y tristeza que no se le iba. Suponía que era por el hecho de pasar sola la Navidades. Normalmente las pasaba con su madre, y con su tía y la familia de ésta, pero este año su tía ya no estaba y su madre se había ido a vivir con su otra hermana, Victoria, a Galicia. Maite, que no se llevaba muy bien con ella había decidido quedarse en Cádiz, y en su lugar había ido su hermano con su mujer y el pequeño. Ella prefería disfrutar de la temperatura más cálida y de la paz, pero en el fondo ya empezaba a sentir el peso de la soledad. Había dispuesto que saldría con algunos profesores que tampoco tenían a la familia cerca. Mario Capaldi, su Mario, el profesor de Mitología Griega y Griego Moderno, también saldría con el grupo. A Maite le encantaba, casi desde el primer momento se entendía a la perfección con él y había cierta tensión entre ellos. Pero esta noche, ni la expectativa de ver al profesor Capaldi le hacía sentir mejor.

También le pesaba no ver a Camino. Aunque solo era su alumna y protegida y apenas habían hablado de sus vidas personales, la consideraba inevitablemente una fuente inagotable de distracción. No con malicia, sino con cierta adoración, porque Camino era algo así como unas castañuelas y como las violetas vibrantes del amanecer, se podía quedar horas escuchándola y mirándola sin que perdiese el interés. Y ahora tampoco tendría esa hora que tanto la ayudaba y la relajaba. Mentalmente las conversaciones y diferencias con ella, solían dejarla exhausta. Así que solo llegaba a casa, cenaba, trabajaba un poco y a dormir. Sin embargo, ahora tendía demasiado tiempo libre y pocos planes en mente, a pesar de que muchos de los presentes en la exposición la habían invitado a algunos eventos. ¿Tal vez si adoptaba algún animal? Aunque era una tontería y ella no podía hacerse cargo de un animal, no sabía cuanto tiempo estaría trabajando allí.

Mientras la profesora, se regañaba así misma por aquella tonta idea, se levantó de la cama y encendió la luz de la habitación. Miró la foto de matrimonio de sus tíos sobre la cómoda y cerró los ojos. Lo que realmente necesitaba era una pareja estable, comprometerse. Habían pasado muchos hombres por su vida pero ninguno era el adecuado para ella y se había mentalizado de que se quedaría sola. Su madre además no paraba de repetirle: "Te vas a quedar para vestir santos". Durante mucho tiempo a Maite no le importaba quedarse sola, pensaba que así evitaría altibajos emocionales y dramas, y tendría una vida estable emocionalmente hablando, pero ahora, cuando estaba cerca de cumplir los 32 años, su vida era estable pero también monótona.

Maite encendió la luz del pasillo y pasó junto a la habitación de Camino. Tenía la puerta entornada y se podía ver una luz en su interior, un pequeño resplandor. Abrió con lentitud, con cuidado de que no hiciera ruido, y se asomó para ver si Camino dormía. Estaba frita con el móvil junto a ella, se podía ver la luz de la pantalla. 

Maite se acercó sigilosa para quitarlo de la cama y ponerlo en la mesilla, porque era muy maniática con el tema de los móviles y sus efectos nocivos. Cuando estaba por tomarlo, advirtió incomoda que medio cuerpo semidesnudo de Camino estaba destapado y a la vista. Era el cuerpo de una mujer, no tenía por qué incomodarle, pero aun así lo hizo. Se dispuso a taparla, pero la luz del móvil se reflejaba levemente en su cuerpo y le dejó ver un lunar justo por encima debajo de su obligo, y tras observarlo con tanta sosiego, se descubrió tan alterada que salió de la habitación en estampida.

Curiosamente había sido Camino la que había traído un poco de color a su vida en estos últimos meses. Camino, con su juventud, sus bromas infantiles, su mirada curiosa, su puchero y sus caritas, le había conseguido arrancar muchas sonrisas y alguna que otra carcajada. Y a Mario, a él le tenía que agradecer que le hubiese hecho sentir mujer otra vez con sus innumerables halagos. Lo malo es que Mario le caía demasiado bien como para hacerle lo que al resto, dejarlos plantados cuando la cosa adquiría tintes serios. Había sido así desde su primer novio, al que prácticamente dejó plantado en el altar, hasta el último, del que se deshizo sutilmente cuando la llamaron para trabajar en Cádiz.

Impresión, sol naciente (Maitino love)Where stories live. Discover now