Capítulo 3: Causa y Efecto

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Vegeta

Era mediodía cuando volví a la Corporación Capsula. Algunos aldeanos de Namek huyeron al verme y otros sólo me miraron con desdén. Entré por la entrada principal de la casa y me dirigí a la cocina, estaba singularmente vacía. Abrí la nevera y tomé una manzana con indiferencia. Al darle una mordida, el jugo se deslizó en mi boca y el dulce sabor impresionó a mi gusto. La comida de la Tierra era mejor a la de cualquier lugar en el universo al que hubiera ido.

Era una pena que tuviera que ser destruida cuando todo esto acabara.

Después de que venciera a Kakaroto, extinguiría cualquier rastro de este miserable planeta. Era humillante que un Saiyajin de clase baja que había sido criado entre terrícolas fuera el legendario Super Saiyajin. Y yo, un príncipe que había conquistado sistemas solares más grandes que este, fuera inferior a él. El fruto se deshizo en mi puño. Descubriría qué tenía este mundo para hacer a sus guerreros tan extrañamente fuertes y luego lo volvería cenizas.

De pronto, noté movimiento detrás del mostrador y me moví con rapidez al otro costado. Un insignificante cerdo se encontraba allí a puertas de correr. Su cara palideció al verme y sudor corrió por su frente. Caminé hacía él lentamente, y soltó un chillido.

- Pero si es el pequeño insecto que estaba con la muchacha terrícola anoche. - Dije con malicia.

- ¡Yo no sé nada! ¡Ni siquiera la conozco!

- Conque no la conoces. - Refuté riendo. - Y aun así fuiste el primero en advertirle en que no confiara en mí. Vamos a ver qué tan rápido eres. - Sentencié mientras le lanzaba una pequeña bola de energía. De pronto, se escuchó una explosión y el cerdo desapareció antes de que le alcanzara. Reí.

Salí de la casa y me dirigí al hangar donde se almacenaban las naves espaciales. Quizás allí encontraría a la atrevida chica de cabello azul a la que todo el mundo parecía obedecerle. Sería interesante ver lo qué haría al verme. Nunca pensé que accediera a apostar uno de sus preciados deseos de las esferas del dragón de los Namekusei. Si tenía algo de sentido común, rogaría por intentar echar para atrás lo que dijo. No iba a arriesgar el futuro de su pequeño hogar sólo para preservar su orgullo. No había conocido a nadie tan testarudo y tonto que se atreviera a eso. Pero ella, de nuevo, no parecía ser igual a las personas de este planeta.

Me acerqué a las puertas del taller y estas se abrieron automáticamente, no vi a nadie. Caminé hasta la nave espacial más grande y escalé sus compuertas. Al interior, se encontraba el viejo con su gato negro. La muchacha no estaba.

- ¡Ahí estás, Vegeta! - Dijo el anciano con una sonrisa al notar mi presencia. Se acercó a mí como si yo fuera un viejo amigo. Crucé los brazos. - Si estás buscando a Bulma, ella no está. Tomó su motocicleta esta mañana y nos dijo que no la esperáramos. - Sacudí mi cabeza confundido.

- ¿Qué dice? - ¿Sería posible que quisiera seguir adelante con esto? No, era impensable. A menos de que lo que hubiera dicho fuera cierto, y sí conociera de la existencia de alguien más fuerte que yo. Negué para mí mismo.

- ¡No te preocupes! - Respondió el anciano malinterpretando mi expresión. - Ella estará bien, hace esto todo el tiempo. - ¿Lo hace? - La primera vez que partió tenía dieciséis años. Tomó el pequeño radar del dragón que había construido y se fue sin mirar atrás. Para cuando volvió, había conocido a Goku, Yamcha y un montón de guerreros más. - Fruncí el ceño.

- La muchacha... Bulma... ella dijo anoche que había descubierto a Kakaroto ¿Es eso cierto?

- ¿A Goku? Se podría decir que sí. -Explicó riendo. - Parece que lo encontró en medio de las montañas cuando apenas era un niño. Si no me equivoco, Goku tenía la esfera de Cuatro Estrellas.

- ¿Y sabe dónde fue eso? - Si iba al lugar donde ese insecto creció podría encontrar la explicación a su inusual nivel de poder.

- Oh, en realidad... no tengo idea. - Dijo tomando su barbilla. - Bulma es la única que lo sabe. Ella fue quien reunió las esferas del dragón por primera vez.- Apreté mi puño.

- ¿A dónde fue ella? Necesito preguntarle.

- Lo siento, Vegeta. - Terminó mientras alzaba los hombros y encendía un cigarrillo. - Pero mi hija nos pidió que no te lo dijéramos en caso de que lo preguntaras.

- ¿Ella hizo qué...? - Pregunté asombrado. Así que no me dejaría las cosas fáciles. Bien, era hora de tomarme su pequeño juego enserio. Sonreí, esto se ponía interesante.

- ¿A dónde vas Vegeta? - Preguntó mientras me veía alejarme. Ignoré su pregunta.

Salí al aire libre y alcé mi vista al cielo azul. Claramente, Bulma sabía algo que yo no acerca del origen de la fuerza de los combatientes de este planeta. No sólo era la única que conocía de primera mano la historia de Kakaroto, sino que si había aceptado mi proposición era porque estaba segura de poder ganarla. Si pudiera descubrir el secreto que esa terrícola ocultaba, podría equiparar la fuerza de Kakaroto y llegar a superarla antes de que lo revivieran en un mes. Hice una mueca. Necesitaba a la única persona tan osada para no temerme y tan inteligente como para hacerme frente ¿Cómo encontrarla? Ni siquiera tenía un Ki lo suficientemente fuerte como para ser localizada y ninguno de sus molestos amigos me diría dónde estaba...

- ¿Qué planeas? - Me interrumpió una voz a mis espaldas.

- Dime, Piccolo. - Respondí sin mirarle. - ¿Dónde puedo encontrar a los guerreros más fuertes de la Tierra?

- No te molestes. Aunque odie aceptarlo, ninguno está a tu nivel ahora.

- Sólo responde la pregunta.

- El único lugar posible es el Torneo de Artes Marciales, pero sólo perderás tu tiempo.

- Bien. - Respondí justo antes de emprender el vuelo.

Esto no cambiaba nada. Sólo necesitaba encontrarla y, entonces, todo saldría de acuerdo con el plan.

El Orgullo del Príncipe Saiyajin (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora