Capítulo 7: La Historia Detrás del Planeta Vegeta

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Bulma

Con esfuerzo, logré llegar a una pequeña cueva en las montañas con Vegeta justo antes de que la tormenta de arena nos alcanzara. Tosí un par de veces mientras sentía mi garganta más seca que el desierto que nos rodeaba y sacudí la tierra en mi ropa. Busqué en mi bolsa un pequeño recipiente de agua y bebí un poco de su contenido ¡Eso había estado cerca!

Desvié mi mirada a la entrada de la cueva y parecía que una pared de polvo sellara por completo el lugar. No sabía mucho sobre meteorología, pero era obvio que esto no era normal. Y ahora estábamos atrapados en medio de la nada sin haber podido recuperar el Radar ¡Agh, esos estúpidos de la Patrulla Roja! Robando mis preciosos inventos a su antojo ¡Ya verán cuando les ponga las manos encima!

Me acerqué a Vegeta y le ofrecí mi botella, la cual acepto de mala gana. No sólo me había ayudado en el Torneo de las Artes Marciales, sino también me había conducido hasta este refugio sin pedir nada a cambio... ¿Por qué todo el mundo le temía? ¿Por qué yo le temía hasta ahora? Era grosero, tosco y orgulloso, sí, pero no malvado. Y yo...

Yo quería saber más sobre él.

Tras un par de horas, la luz comenzó a bajar en el lugar y solté un quejido. Ya estaba atardeciendo y la tormenta apenas y había menguado. Miré a Vegeta. Se encontraba apoyado en silencio sobre una de las rocosas paredes con los brazos cruzados desde que habíamos llegado. Lo cual, considerando quien era, era aún peor. De pronto, la luz del sol cedió y las temperaturas se volvieron heladas. El Saiyajin se movió hacia la entrada.

- ¿A dónde vas? - Pregunté confundida.

- No pienso morir congelado en este lugar. - Gruñó.

- Oh, es eso. - Respondí con calma mientras buscaba la caja de Capsulas en mi bolso. No había querido utilizarla, porque pensé que aún había esperanza de que nos marcháramos. Pero si pasaríamos la noche aquí, no había de otra. Tomé la número 28 y la arrojé al fondo de la cueva. Al caer al suelo, se transformó en una pequeña y redonda casa amueblada.

- ¡Ow! - Exclamó el Saiyajin sorprendido. - ¿Tenías una... casa en tu bolso?

- No soy una salvaje, Vegeta. - Repliqué orgullosa. Luego, me acerqué a la entrada de la vivienda y le hice señas para que lo hiciera también. - Vamos, estoy segura de que es mejor que estar aquí afuera. - Terminé mientras entraba al pequeño recinto y encendía la luz. - Puedes lavarte en ese baño. - Le avisé mientras señalaba una pequeña habitación al final del pasillo.

Mientras veía a Vegeta alejarse, observé detenidamente la habitación a mi alrededor. La estructura estaba basada en los diseños de una vieja serie de casas livianas y, aunque no contaba con tecnología de punta, en su momento había sido innovadora por tener energía y agua suficientes para una semana. Además de ser increíblemente resistente. Mi padre la había planeado, originalmente, para aquellos viajeros que acampaban en condiciones extremas. Y recuerdo haber pensado lo aburrido que sería estar atrapada en un lugar así, aunque nunca había tenido la oportunidad de verla finalizada. Ahora que la miraba bien, su diseño interior sí era anticuado y obsoleto, pero como había dicho mi padre, si acampabas en condiciones peligrosas, la belleza de tu casa sería el último de tus problemas.

Y tenía razón.

De pronto escuché a mi teléfono sonar y lo saqué de mi bolso. Tenía algunas llamadas perdidas de lo que parecía ser el celular de Oolong o Puar y un par de mis padres. Decidí devolver la llamada de estos últimos y, al instante, el rostro algo pixelado de mi madre se mostró en pantalla. Con mi mano, limpié como pude la tierra del aparato y me fui moviendo por la pequeña estancia hasta hallar un efímero punto donde pudiera tener una conexión medianamente estable.

El Orgullo del Príncipe Saiyajin (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora