|6|

971 80 20
                                        

—Pasa, no te quedes ahí.

Solo me quedé mirándolo unos segundos en la puerta, con mucha envidia y coraje. Ya casi era mediodía, pero apenas estaba despertando. Ni siquiera se había bañado, por lo que apestaba. Podía ver a lo lejos que el desayuno lo tenía servido en la mesa, y se veia muy rico.

Yo tuve que levantarme hace horas, entrar al baño mientras me moría del frio y llevarme algo para el camino porque se me hacía tarde. Luego no me dejarían entrar al colegio. Cuando salí, el maldito sol todavía ni había salido.

—¿No quisieras tener un hermano? Dile a tus padres que me adopten. Prometo que voy a portarme bien. —le hablé y aunque él se echó a reír, yo no, hablaba muy seriamente.

—Tú y yo, ya somos hermanos —lo decía para hacerme sentir bien. Sabía que yo ni eso tenía. Pero no es que estuviera triste. Me hubiese gustado, para que mis padres le prestaran atención a alguien más, y dejaran de molestarme tanto.

—Pero no vives conmigo, ni pasas lo que yo todos los días. Tu vida es mejor. —lo quité de en medio con mi mano, solo me sonreía como un idiota, burlándose de lo que decía.

Entré para ir directo a la cocina, y sentarme en la mesa. Tenía ganas de comerme ese desayuno que le habían preparado. Me causó aún más envidia, porque era mi favorito y olía delicioso.

A Ismael no le molestó. Yo estaba seguro de que ni siquiera tenía hambre. Solo se sentó enfrente. Puso su codo sobre la mesa, y apoyo su barbilla en su puño mirándome.

—Explícame eso que estabas diciéndome hace un rato. —le dije, tirándole una servilleta luego que terminé de usarla. Parecía que todavía no terminaba de despertar, y no me gustaban los silencios, o que se me quedara mirando fijo sin decirme nada. Yo fui para que habláramos.

—Termina de desayunar.

—No me digas lo que debo hacer, y yo te dije que ...Espera un momento, me están llamando. ¿Quién me molesta? —agarré mi teléfono, muy confundido. No entendía quién podía estar llamándome a esas horas.

Hola mi amor, soy yo, Andrea. Julián me dijo que te morías por hablar conmigo y no tenías suficientes minutos, así que pensé en llamarte yo. ¿Cómo estás?

—Bien —dije, apretando la cuchara. Él era un grandísimo imbécil, pero yo más por no fijarme en el teléfono y tener cuidado. Es que me molestaba mucho el ruido, quería dejar de escucharlo.

¿Tus padres no te pelearon?

—Claro que sí —le respondí nuevamente, de muy mala gana. Era una pregunta muy estúpida.

Lo siento mucho.

—Pues no lo sientas, aunque si se molestaron, todo esto fue para bien —cambié la cara que traía, al recordar a donde iría a partir de ese momento. Incluso, volví a emocionarme. Ismael se dio cuenta y también sonrió conmigo. También escuchaba y estaba al tanto de la conversación, porque la tenía en alta voz. No me gustaba tener el celular pegado en mis oídos, o me importaba mucho que alguien más escuchara lo que hablaba.

Julián me dijo que te piensan mandar a otro colegio, y eso me tiene muy triste.

¿Qué más le habría dicho ese traidor? ¡Porque eso es lo que era! No podía estar hablando e inventándole cosas sobre mí, solo para que ella no se sintiera mal. La estaba ilusionando, no cuidando.

—Es una escuela —le corregí, porque había una gran diferencia. —Y a ver, ¿por qué estás triste?

Te voy a extrañar.

Cuando estemos juntos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora