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Hice planes rápidamente con unos amigos para ir a celebrar. Ellos, al igual que yo, estaban cansados porque siempre vivía involucrado en problemas.

—¿Eso significa que ya dejaras de estudiar, Christian?

—No, idiota. Lo que Raúl dijo fue, que esto ya había acabado con su paciencia y no seguirá preocupándose por mí. —Le expliqué, de una forma más clara. Luego, seguí buscando una camisa que no estuviera arrugada en mi closet.

—¿Y tú estás seguro de que eso es lo mejor? Yo siempre veo a esos chicos saliendo de allí casi de noche.

—Claro que sí, pero creo que así es su horario. —le respondí a Julián, no muy contento por habérmelo recordado.

Eso era lo único que me parecía malo. Me retendrían el doble de horas, que en el colegio. Y no solo ocuparía la mañana, sino también la tarde completa.

—Pero si tú quieres, te puedes salir antes, ¿no?

—Sí, seguramente —me encogí de hombros, mirando a Alan. Era muy buena idea. No se me había ocurrido.

No solo hablaba con uno de mis amigos, sino con los tres. En cuanto puse el mensaje por el grupo, quisieron hacer una videollamada. No se lo creían y necesitaban ver con sus propios ojos, que estaba preparándome para salir, justo cuando siempre estaba ocupado. Como sus padres no los obligaban a estudiar, como a mí, se pasaban todo el día haciendo nada, y no les era problema la hora. O....no a todos. Uno estaba todavía en cama medio dormido, solo nos escuchaba, ni siquiera hablaba.

—¿Y qué va a pasar con Andrea? ¿Ya la llamaste? ¿Sabes si está bien o tuvo algún problema?

—No, y sinceramente, no me interesa hablar con ella ahora —negué, al mismo tiempo que encontraba lo que me iba a poner. Era una camisa blanca y mi chaqueta negra favorita.

Yo las saqué, las puse en la cama con cuidado y cerré la puerta del closet. Al mirar mi celular, que estaba lejos, como al otro lado de la habitación encima de mi escritorio, me encontré con la cara furiosa de Julián, mirándome fijamente. Y vaya que no me sorprendió. Así se ponía siempre cuando se hablaba de ella.

—La voy a llamar después. —le dije antes de empezar a cambiarme, a ver si eso lo calmaba.

—Más te vale, no es justo que te vayas y la dejes sola después de haber estado con ella.

—Joder, no empieces tú también. —se lo decía, porque me hablaba como Benjamín. Y no era para tanto tener relaciones sexuales. Estábamos en pleno siglo veintiuno. Las cosas habían cambiado.

—Ella te quiere de verdad, Christian. Y si en serio te preocupa, deberías llamarla ahora, no después o cuando te acuerdes. La van a regañar, y todo por haberse dejado llevar contigo.

—Tienes razón, ¿por qué mejor no la llamas por mí y le dices lo mucho que lamento todo esto? —le propuse. Aunque no lo pareciera, a mí también me preocupaba lo que le iría a pasar, era muy buena chica y quería que ella estuviera bien. Pero principalmente que mi amigo dejará de estar enojado conmigo. No me gustaban las discusiones.

—No, lo tienes que hacer tú que eres su novio. ¿O no, Alan?

¿Novio?

Que dijera esa palabra me puso muy nervioso. Nunca le había pedido eso y ya él andaba suponiéndolo.

—Sí, eso creo. —Yo me fijé que miró un momento hacia arriba, luego otra vez a la cámara y nos dijo con rapidez. —Miren, yo ya me tengo que ir. Mi madre ya va a bajar a desayunar, y ya saben que no le gusta que este con el celular mientras hablamos. Al rato nos vemos.

Lástima que nos colgó. Julián siguió insistiendo con el tema de que debía hablar con ella. Y yo, tuve que decirle para que le bajará a su intensidad.

—Ella no es mi novia. Lo que paso fue algo que los dos quisimos, pero sin importancia, ¿entiendes? No tiene que representar un compromiso.

No me hubiese gustado porque sabía que ella le importaba mucho, y reaccionaria como lo hiso.

—¿Cómo es eso? Explícame porque la verdad no te entiendo. Andrea es una chica increíble. O sea ¿Qué te pasa? ¿Por qué no quieres que sean novios?

—Es que... —rasqué mi cabeza, pensando en que más decir. No le bastó nada de lo que dije antes, o me entendió un poco.

—Mejor ya no digas nada. No te quiero seguir escuchando. Y ni pienses que voy a celebrar algo contigo.

Eso sí que me indignó mucho.

—Se acaba de pelear conmigo por esa. ¿No crees que esto es el colmo? —le pregunté a Ismael, molesto. Dejé todo lo que estaba haciendo, para tomar el celular y hablar con él. Era el único que me quedaba en la llamada, aunque estuviese acostado.

—¿Por qué no le dijiste que solo estas confundido? —murmuró, estirando uno de sus brazos y sentándose de a poco en la cama. Por fin buscaba tomarse en serio nuestra charla.

—¿De qué hablas? Si yo no quiero tener una relación es porque no lo veo necesario. Lo que paso no fue para tanto.

Estaba seguro de que él sí podía entender eso, no era como los demás.

Uno debía estar enamorado para empezar una relación, y ese no era mi caso.

—Eso dijiste la otra vez, la otra y la otra vez que estuviste con una chica. Vamos, si desde hace un tiempo estas así. No te conformas con nadie. A mí se me hace que...

—¿Qué...? ¿Qué estas queriendo decirme? —le pregunté, apretando mis dientes, con el mismo tono molesto. No me gustaba que hiciera esos silencios, mientras me contaba algo. Le encantaba hacerse el misterioso.

—Pues, ¿no será que estas intentando jugar a lo que no te gusta?

No entendí.

—Yo no juego con las personas. —le aclaré, ya estaba empezando a ponerme de mal humor que todos pensaran de mi lo que sea. Me ofendía hasta un punto.

—No, no me refería a eso. Ya lo sé. ¿Por qué mejor no vienes a mi casa, hablamos y yo te explicó? Mis padres salieron muy temprano a la tienda, así que estaremos solos. —me dijo lo último con lentitud, al mismo tiempo que una sonrisa empezaba a dibujarse en su cara.

—Bueno, está bien. — acepté, solo porque no tenía otra cosa mejor que hacer por el momento. Quedarme en mi casa iba a ser una pesadilla.

Además, hablar con él siempre me había gustado, no hablaba mucho, solo escuchaba y opinaba sobre lo que dijera.  

Cuando estemos juntos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora