|11|

273 32 0
                                    

Santiago

—Ha pasado por una etapa muy difícil, pero le aseguro que obtendrá mejores calificaciones y será un buen estudiante. Ah, mire, ahí está.

Yo lo solté despacio, a medida que veía a una mujer avanzar hacia nosotros. Lucia nerviosa con la conversación que mantenía con el director. Tal parecía que era su madre, y todo aquello se trataba de su ingreso a la escuela. Lo que me parecía raro era la fecha en que aparecían.

El chico se dio la vuelta para darles la cara, y empezó a darle la razón a todo lo que dijese la señora. También a prometerle un sin número de cosas al director, además de estrechar su mano y hablarle con confianza.

—Bueno, espero que eso sea cierto y solo escuché cosas buenas de ti. Entrará mañana —le informó lo último a ella, que asintió con una cara de sorpresa. Incluso, bajo la cabeza por un momento como si no se lo creyera.

—¿Escuchaste eso? Oficialmente, vamos a ser compañeros.

Yo me fije en él nuevamente. Le dio la espalda para decirme eso, y además mostrarme una simpática sonrisa.

No pude evitar sonreírle, ni sentirme bien porque lo hayan aceptado. Me quedaba claro que él no era un santo, pero se veía interesado en estar allí. Al mismo tiempo, preocupado de que no lo quisieran en algún sitio.

Además, no podía negar que el chico me llamaba la atención. Era algo distraído, así que debía ser algo físico. Como me pasaba con algunos muchachos del equipo de baloncesto. Solo que a ese no lo conocía, por ende, lo volvía más interesante.

—Enséñale la escuela, mijo —me pidió el director, dándose cuenta de que yo estaba allí.

Luego, cuando también vio que yo no dejaba de sonreír ni de mirar al muchacho nuevo, le echo una mirada de pies a cabeza, con desconfianza. Después a mí, preguntándose que tanto yo le veía.

Lo conocía bastante bien como para leer su mente, así que tuve que dejar eso y ponerme serio.

—Acompáñame —carraspeé, invitándolo a caminar hacia la salida. Pensaba llevarlo a conocer primero la cafetería, solo porque yo tenía hambre y aun no me había desayunado.

—Santiago.

Antes de que saliéramos, el director me jaló para hablar conmigo en voz baja. No se veía muy contento. Tuve que decirle que me diera un minuto.

—¿Qué pasa? —le pregunté con una sonrisa, aunque ya sabía lo que me diría.

—Ten mucho cuidado. Vas a ir a mostrarle algunas aulas y el patio, para que conozca más o menos todo. Luego no te quiero volver a ver hablando con él, ni mirándolo cómo lo estás haciendo. Ya sabes que no quiero que te juntes con esa clase de chicos.

Se refería a los que tenían mala conducta. Pero a ver, no había hecho nada malo hasta ahora.

—¿Qué tiene él?

—Esto —saco lo que tenía dentro de los bolsillos, y lo desdobló dándome una mirada de reprobación. —¿Tú desde cuándo encubres este tipo de cosas?

—Me dijo que fue un accidente.

—No lo fue, yo lo vi todo por las cámaras. También me leí todo su historial académico. Es uno de esos chicos problemáticos que no van a terminar aportando nada a este país. Solo lo acepté, porque su madre dijo que de todas las opciones esta era la mejor escuela. Vamos, no podía decirle que no.

—Ya, está bien. Me mantendré alejado.

Únicamente le dije eso porque quería que se callara. Nos estaba mirando desde la puerta y no quería que alcanzará a escuchar. A veces el director era muy prejuicioso.

Cuando estemos juntos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora