Santiago
Lo primero que veo es a dos personas frente a mi cama, observándome muy emocionados. No me espanté, porque ya los conocía. Se trataba de Benjamín y Alonzo. Uno sostenía un pastel de cumpleaños que tenía el número dieciocho arriba, unos globos azules llenos de helio flotando hasta el techo y un gigante oso de peluche frente a sus pies. El otro, quien ya debía estar cuestionándose eso, mejor lo ayudaba a cargar unas bolsas de regalo.
—¡Feliz cumpleaños, guapo! —Alonzo exclamó, acercándose rápidamente a la cama. Se sentó a un lado de mí, inclinando su cuerpo al mío para abrazarme muy fuerte. Su perfume varonil me inundó toda la nariz, aunque no podía negar que era muy rico, como el en sentido general.
—Gracias, Alonzo. —Le agradecí amablemente, recibiéndolo con agrado.
Se separó luego de unos segundos, para quedarse ahí acariciándome el pelo, mientras yo todavía estaba acostado bajo mis sábanas. Yo no podía dejar prestar atención a todo lo que traía encima, el pastel sobre sus piernas, los globos, ese peluche hermoso frente a mi cama y todo.
—Alonzo ha venido para felicitarte y estar un rato contigo. —me avisó mi papá, al mismo tiempo que se acercaba a mí. Lo hizo con la supuesta intención de entregarme lo que tenía en sus manos, pero fue para decirme algo al oído cuando se inclinaba. —Trátalo bien.
Asentí, alejándole con mi mano porque no era necesario que me lo dijera.
Alonzo era alguien muy importante y especial para él, su amigo rico que siempre quería mantener feliz. Gran parte de eso dependía de mí, ya que solo iba a la casa a verme; le gustaba. Desde hace tiempo se daba cuenta de eso; porque me observaba mucho, preguntaba por mí todo el tiempo, siempre terminaba queriendo que yo pasara tiempo con ellos, luego que él se fuera a otro lado. También estaba seguro de que su amistad no existiría si yo tampoco lo hiciera, pero no le hablaba directamente sobre ese asunto, siempre pagaba todo lo que consumían en la casa, ya sea en cervezas o alguna comida, y, además, le dejaba dinero extra para cualquier cosa que se le ofreciera. Algo totalmente beneficioso, ya que a nosotros nos hacía falta.
A mí no me molestaba la situación, en lo personal me sentía un poco atraído por él, por cómo se veía físicamente. Me gustaban los hombres maduros, además de fuertes, caballerosos, cariñosos y atentos. Solo por esas cosas. No hablábamos por más de cinco minutos, ni lo conocía a fondo. De hecho, solo sabía las mismas cosas que mi papá; tenía dinero, una empresa, una gran casa, mucho tiempo libre y estaba solo.
—Yo ya voy a salir. —le dijo, empezando a caminar hacia la puerta.
—No, espera. No te vayas.
Alce ambas cejas, volteándolo a ver a mi lado. Por primera vez, le pedía eso. Claramente le pasaba algo.
—¿No?
—No, quiero decirle algo a Santiago, y me gustaría que estes presente.
¿Decirme algo?
—¿Qué es lo que quieres decirme? —quise saber, un tanto emocionado.
Él carraspeó y se preparó para soltar eso, mientras que Benjamín se mantuvo de pie en el mismo lugar que estaba antes, de brazos cruzados, con una mirada llena de curiosidad y una sonrisa ambiciosa.
Quizás solo se hizo el desentendido segundos antes, y en realidad sabía lo que iba a pasar.
—Que estoy muy feliz, deseaba desde hace mucho que llegará este día, en el que cumplieras tus dieciocho años. —uso su típico tono persuasivo, sensual y lento cada vez que se dirigía a mí.

ESTÁS LEYENDO
Cuando estemos juntos ©
Novela JuvenilDesde que Santiago ha sido manipulado para salir con un hombre mayor, sufre maltratos y cambios en su entorno. Solo ha logrado encontrar paz en la escuela, junto a Christian, su más reciente amigo. Este lleva consigo dudas acerca de su orientación...